Capitulo 38: Desaparición

2K 348 180
                                    


ACTUALIZACIÓN DE LOS MIÉRCOLES 😃 (no olviden votar y comentar para nuevo capítulo)

Habían pasado días, quizá semanas; ya había perdido la cuenta. Todo era muy diferente en Luxemburgo, desde la ropa hasta la mantequilla que se usaba en el pan por las mañanas. Aun no me acostumbraba a tener domésticas que me tienden la cama o tener mayordomos a mi entera disposición. Desde que Alessandro era duque y yo su prometida nuestras vidas cambiaron drásticamente. El tuvo que delegar sus negocios a Salvatore ya que no podía hacerse cargo de ellos mientras tuviera el título de duque. Lo mismo significa para mi, dejar en manos de otros mis empresas me causaba cierto disgusto aunque no tenía muchas opciones. Apenas podía comer sin tener que preguntar qué era lo que estaba comiendo, sentía que me asfixiaba.

— Señora, en la tarde vendrá la institutriz de la niña Sofía. — Dijo la niñera antes de retirarse con mi hija.

— ¿Institutriz? Sofia sólo tiene ocho meses, es absurdo. 

— En las monarquías,desde pequeños se inculcan modales para que no terminen así como tu preguntando cosas sin sentido. Para bien o para mal, esa mocosa es mi nieta y no terminará igual a ti.

Apreté mis dientes tan fuerte que pude sentirlos friccionar unos con otros dolorosamente. Podía aguantar muchas cosas, menos que se metiera con mi hija.Soltó el tenedor y casi a punto de gritarle, respondí. 

— Yo soy la madre, y decido por mi hija no usted. Y no le vuelvo a tolerar que la llame "mocosa" respete y de ejemplo de los modales que tanto alardea porque al final se le han olvidado a usted también.

— Ahora no decides querida — Tomó un sorbo de café — ¿Acaso Alessandro no te explico? Hay reglas en esta monarquía y tú al comprometerte con mi hijo, las aceptaste. Ya deja de quejarte y ser tan odiosa. Por desgracia esa niña es la sucesora al ducado de Luxemburgo y necesita ser preparada para ello. Pero claro, tengo que lidiar con eso y lo corriente que eres solo porque le has calentado las sábanas a mi hijo. Ya hasta el hambre se me ha ido, ¡Adiós!

Mireia se levantó de la mesa y yo solo quería hacer una cosa, reclamarle a Alessandro porque no me había dicho semejante cosa. El hambre se fue por completo y en lugar de hambre tenía el estómago revuelto de ira. Fulminando con la mirada comente.

— He aceptado cambiar mi mundo, mi vida, mis relaciones sociales. He aceptado cambiar mi apariencia, costumbres y modales. No solo eso, tengo que tomar tres clases diarias: Dicción, etiqueta y preparación para bodas reales. Tengo que pensar lo que voy a decir, lo que quiero expresar para estar a la altura de la realeza luxemburguesa. Estoy haciendo todo lo que piden, ¿Por que no me dijiste que también se meterían con mi hija?

— Alicia...

— ¡Es una bebé!

— Es solo una institutriz. Yo tuve una y créeme que no es malo, solo le enseñarán a...

— A ser todo menos una niña normal. — Resoplé — Los ciclos terminan repitiéndose.

— Alicia por favor, no hagamos una tormenta en un vaso de agua. Si no quieres que Sofía tenga institutriz puedo solucionar eso.

— No es solo eso. Vuelves a ocultarme cosas Alessandro. Semanal viene un médico y te ve en tu despacho. No soy idiota, lo intentas ocultar pero es inevitable. Te dije que no me ocultaras nada.

Lleno de pena se cubrió el rostro para respirar un poco para sí mismo. Después de darle vueltas al asunto terminó confesando que veía a un fisioterapeuta para mejorar el caminar para la boda. Odiaba usar bastón y quería que en ese día pudiera estar en pie por sí mismo. Creía ser menos hombre por sentir dolor, por tener que tratarse con medicamentos. ¡Era un tonto! Dentro de todo aquel infierno disfrazado de vida monarca, había algo que me hacía dar saltos de alegría, el día en que me convertiría en la esposa de Alessandro. Los preparativos iban muy adelantados y aunque para la ceremonia no tenía muchas opciones ya que por tradición el duque se casa en la catedral real, al menos tenía la libertad de elegir a donde iríamos de luna de miel. Siempre he querido ir a Maldivas y nada más con comentarlo, ya Alessandro había comenzando a preparar la luna de miel sin darme muchos detalles. Quería que fuera una especie de sorpresa pero el aún no comprendía que las sorpresas me daban mucha más tensión. ¡Si! Soy demasiado ansiosa y si no me decía que estaba preparando, mil ideas se asomaban a mi mente. Él se veía feliz, estaba emocionado pero era una emoción distinta. No sabía explicarlo, pero era como si quisiera vivir más rápido de lo normal. Cuando reía a pesar de que lo veía feliz, también veía miedo en sus ojos. Entonces fue cuando comprendí que aún habían cosas que Alessandro era incapaz de compartir.

La teoría del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora