Capitulo 13: Lo que pasó aquella despedida de año

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El aire estaba tenso, tanto que se podía cortar con un cuchillo. Mireia aun en su arrogancia de creer que un título le sumaba inteligencia, me miraba con superioridad y antes de que pudiera decir algo más, dije serena pero firme.

— Tiene razón señora, no tengo sangre real, mi vida ha tenido escándalos y abiertamente he aceptado mi alcoholismo. Aun así, creo que me subestima; no he necesitado de una corona, ni de un título para demostrar mis capacidades. Mi vida es un escándalo pero al menos puedo vivirla porque me pertenece en cambio usted, posee un título y quizá tenga más porte y etiqueta que yo pero al final, es lo único que tiene. No tiene vida, no es nadie sin su título. No me enamore de su hijo por un título ni por una corona, me enamore de él, de eso que usted siendo su madre es incapaz de ver.

— Quizá pudiste enamorarte y él también; pero el amor no lo es todo nena y tú más que nadie sabe que esta unión está destinada al fracaso.

Sandra me miró y con los ojos pidió que no respondiera pero esta vez no me quedaría callada y menos ante una mujer tan arrogante e indeseable.

— Puede estar tranquila señora, que hará que nuestro matrimonio sea uno feliz.

— Que ironía no..., matas a su esposa y te conviertes en la nueva.

Apreté los dientes hirviendo por dentro

— Me pregunto porqué si tanto quería a Caterina no se casó usted con ella. La defiende con una pasión absurdamente ridícula.

— ¡Bueno ya! ¡Basta joder! No quiero que esto se convierta en un jodido infierno. Nada de lo que digas cambiará las cosas mama, nada. Alicia será mi mujer, y aunque no te guste, si tengo que asumir ese trono en Luxemburgo, ella será la próxima duquesa aunque te joda asi que ya superalo. No quiero tener que volver a aclarartelo porque me veré en la penosa situación de alejarme de ti.

Enojado se levantó dejando la mesa y Paulette fue a intentar calmarlo. Altagracia se levantó sintiéndose fuera de lugar y Sandra..., ella no sabía qué hacer y la mejor salida era ir al tocador. Quedamos sólo Mireia y yo en la mesa y eso era desatar el infierno. Me puse de pie para retirarme pero la voz de ella me detuvo.

— Alicia....— Tomó otro sorbo a su copa — Si te casas con mi hijo, haré de tu vida un auténtico infierno. Créeme que haré que tú y tú mocosa se alejen de él. Hazlo por las buenas porque por las malas no te va a gustar.

Se puso en pie y caminó hacia mí mirándome fijamente.

— Solo has venido a la vida de mi hijo a destruirla y haré que él se de cuenta de eso.

Arqueé una ceja y agarrando mi bolso contesté.

— Muchas gracias por el consejo suegra. Ahora le doy yo uno a usted, cómprese una vida y deje de estar viviendo la de los demás.

Quería seguir así, fuerte y segura de mi misma. Si deseaba eso debía comenzar por decirle de una vez a Alessandro que no era culpable de la muerte de Caterina pero eso traería un efecto dominó el cual no podría detener. Tendría que decirle que Valeria fue la causante de que Caterina muriera y la ira que podía desatar en Alessandro podría ser fatal. Lo conocía lo suficiente como para saber lo impulsivo que podía llegar a ser. Lo busqué entre la multitud y estaba aislado en una esquina con una copa en la mano. Paulette intentó evitar que fuera a donde él ya que según ella cuando está enojado con su madre, está enojado con todo el mundo. Me acerqué a él y traté de no prestarle mucha atención a su copa. El alcohol seguía siendo una debilidad que difícilmente podía controlar si volvía a probarlo.

— Estás enojado...

— No, estoy frustrado.

— Disculpa por la escena con tu mamá.

La teoría del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora