Capitulo 41: Una nueva familia

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Actualización de los miércoles ( disculpen la demora tengo visita familiar en casa y apenas tengo tiempo 🥺)

Ahora entendía muchas cosas. Ahora comprendía cosas en Sandra que siempre me parecieron un tanto extrañas. La situación era incómoda pero lo más incómodo y fuerte para mi era ver cómo una mujer pasaba por los mismos golpes que sufrí yo por tantos años. Alessandro rápidamente intervino y llamando a la seguridad hizo que el hombre se detuviera. Era tan protector con su hermana que era tierno ver como se preocupaba por ella y lo que le ocurriera. Ella lo abrazó entre lágrimas y yo aunque entendía a medias lo que ocurría quería respuestas concretas. Sandra intentó irse pero agarrándola del brazo la detuve.

— Tu y yo tenemos que hablar.

— Suéltame. Me tengo que ir.

— No irás a ningún lado hasta que hablemos, Sandra. Espérame en la biblioteca.

Ella no se negó y casi corriendo se dirigió a la biblioteca. El prometido de Paulette estaba fuera de control y para rematar la cosa, Mireia aparece en la ecuación. Todos le tenían miedo, incluso Alessandro, en cambio yo comenzaba a conocer su talón de Aquiles. Enojada por los gritos y el bullicio pregunto.

— ¿Se puede saber qué demonios sucede aquí?

— ¿Quieres saber qué pasa? Te dire que pasa; pasa que tu hija además de infiel, mentirosa y falsa, es una asquerosa que no merece respeto alguno. La he pillado con otra mujer muy a gusto en la cama lamiéndose las vaginas entre ellas. Resulta que la distinguida Condesa de Luxemburgo es nada mas y nada menos que una asquerosa lesbiana.

Paulette derramaba lágrimas sin saber qué responder. Mireia la miró y con solo mirar a Paulette, le sacó un intento de explicación.

— Mamá, tú eres quien quiere que me case. Nunca me has preguntado si es lo que yo quiero. A mi...., a mi no me gustan los...

Antes de que pudiera responder, Mireia se acercó a ella y sin pensarlo la abofeteó fuertemente en cada mejilla dejándola humillada en el suelo. A gritos pidió a seguridad que se fueran y con la mirada llena de asco y repugnancia, respondió. El hombre se fue lleno de enojo no sin antes amenazar con ventilar lo que allí había pasado.

— Lo que has hecho..., no tienes idea de las repercusiones que traerá. ¡Eres la prometida del primer ministro de Holanda imbécil!

— No me casaré con él, mamá. No lo amo, no me gusta y ni siquiera lo conozco. No me conoces, nunca te he importado. ¡Me gustan las mujeres! Nunca te esforzaste en darte cuenta de ese detalle.

Mireia intentó golpearla nuevamente pero esta vez Alessandro la detuvo con firmeza.

— No dejaré que la vuelvas a tocar. No eres nadie para decidir sobre los gustos de ella. Si le gustan las mujeres o no ese no es tu problema, mama. Te toca asumirlo, y buscar tu mejor cara porque si..., vendrá un escándalo de esos que tanto odias. Somos parte de una monarquía absurda, pero también somos humanos al final de todo. Ella tiene derecho de hacer con su vida un papalote si le da la gana.

Mireia se quedó callada e hizo todo lo contrario a lo que pensé que haría. Arqueo una ceja y mirando fijamente a Paulette, con serenidad y calma le dijo con una crueldad que me heló la piel.

— A partir de hoy, estás muerta para mi. Yo no tengo hijas lesbianas. Eres una vergüenza, me avergüenza ser tu madre. Eres un asco.

— ¡Basta ya!— Vocifero Alessandro

Mireia se fue encolerizada y Alessandro entró con su hermana a la habitación para intentar calmarla. Aun yo estaba en trance; no tenía idea de en qué momento todo eso había pasado. No podía creer que no supiera que a mi mejor amiga le gustaban las mujeres. Me sentí mal pensando si era yo la mala amiga o en efecto era ella quien nunca confió en mí. Caminé lentamente hacia la biblioteca; no sabía cómo abordarla o preguntarle porque no me había dicho que era lesbiana. Entré en la biblioteca y ella estaba sentada junto a la chimenea entre lágrimas.

La teoría del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora