"Ángel"

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Ella era un muy joven cuando lo conoció a él, era desconcertante como de un momento a otro, todo su mundo parecía cambiar. Estaba rodeada de muerte y dolor, no sabía identificar si era el ajeno o el propio, pero sus lágrimas parecían no tener fin, igual que ese asfixiante dolor en su pecho y cuello, su familia yacía muerta unos metros atrás pero no se atrevía a mirar, pues sin importar que hiciera el fuego terminaría de calcinar todo a su paso, si ella seguía ahí, probablemente también acabaría con su vida. Comenzó a gritar y maldecir ¿por qué el destino tenía que ser tan cruel? ¿por qué la castigaban así los dioses? No era justo, no era para nada justo.

Sus gritos, quizás por coincidencia o por capricho, llegaron a él.

- Gritar y maldecir no te devolverá a tu gente - replicó con frialdad, frente a la mirada expectante de la niña, sus ojos hinchados de tanto llorar parecían ser un pozo sin fondo, sin vida, sin ganas, estaba devastada, su cabello negro estaba hecho jirones y su pálida piel estaba toda magullada - honra su muerte, vive la vida que ellos quisieron salvar y proteger, el destino quiere algo más para ti.

Sus palabras parecían atravesarla lentamente, dolían, dolían demasiado, comenzó a llorar nuevamente, pero de forma mucho más errática, era una niña, no entendía el por qué de la muerte, el caballero se quedó justo a ella, simplemente esperando a que se calmara, no podía consolarla, mucho menos sabia como hacerlo.
Odiaba esto, odiaba no haber muerto con su familia, ¿por que el desastre parecía rodearle? ¿estaba maldita? el llanto fue disminuyendo, convirtiendose en un leve gimoteo, el dolor seguía ahí, incluyendo la culpa y remordimiento, pero no era tonta, sabía que debía seguir adelante. No por ella, si no por el recuerdo de su familia. ¿Pero podía confiar en aquel hombre? Como sabia que no era uno de los responsables de tal cruel masacre.

- ¿Cual es su nombre señor? - dijo con la voz apenas audible, su garganta ya estaba desgastada de tanto llorar

- Mi nombre es Albafica, caballero dorado de Piscis...

- ¿realmente puedo confiar en usted? - ya nada podía empeorar, se trataba de convencer, en el mejor se los casos, la muerte le llegaria. - ya no tengo a nadie, nisiquiera la fuerza para enterrar a mis muertos, ustedes ¿a que a venido? Pudo ignorarme, pudo seguir su camino, pero esta aquí, escuchandome...

- Los caballeros luchamos por La Paz y la justicia, ambas cosas se te fueron arrebatadas, yo te ayudaré, si me lo permites.

- ¿Tendré mi venganza? - apretó sus puños

- Podrás encontrar la paz.

No dijo nada más, ambos se vieron a los ojos y vislumbraron en ellos una oportunidad, ella de vivir y el de ayudar, esa chispa que se creo sería fundamental tiempo después.

Pasaron un par de días, obviamente la niña debía descansar, tan problemático incidente no era fácil de procesar para tan joven existencia. En esos pocos días ella lo vio como mucho más que su salvador, era la persona que le devolvió la vida, para ella era su héroe, un ser digno de admiración, esos pocos días serían suficientes para sentir una profunda gratitud, la cual volcó en el, sin que se diera cuenta vio en él un pilar emocional sin querer. Irónicamente Albafica igual pudo sentir algo de simpatía por aquella niña, nunca había presenciado tal compañía, al menos no de una persona que no fuera su maestro, pero sabía que no podía encariñarse, lo mejor sería dejarla en un orfanato, tal vez en el pueblo, sería lo más sabio, intentar que volviera a lo estaba acostumbrada y no alimentar ese deseo de venganza, menos siendo tan pequeña, no era algo que debía fomentar. Los días siguieron y finalmente pudieron llegar a la villa cercana al santuario, donde ocurriría su inevitable separación.

- Este será tu nuevo hogar, te gustara, habrá más niños como tú...- hablaba sin pensar ni saber como hacer una despedida mucho más amena, ni siquiera el sabia como afrontar esa extraña sensación en su pecho.

La aprendiz de piscis (saint seiya the lost canvas)||En Reedición||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora