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El trabajo que había que hacer en la iglesia era sencillo, pero también era muy laborioso.

Todas las cosas que había ahí eran como reliquias y el pastor las cuidaba a todas y cada una como si fueran sus hijas, eso sin mencionar que la esposa del pastor estaba casi todo el tiempo sobre ellos y si no lo estaba, lo cual era raro, estaba en el segundo piso de la iglesia, que era donde toda la familia vivía, gritándoles cosas a sus hijos que ninguna persona devota debía gritar.

Recién iban los dos primeros días y Chenle ya quería morirse. El pastor era una gran persona, en serio, Chenle jamás se atrevería a dudarlo, pero su esposa era una cosa completamente diferente y no lo decía sólo porque le cayera mal, era algo que había comprobado. A la mujer le gustaba que los demás supieran que estaba llegando o que iba hacia un lugar, remarcaba el sonido de sus tacones contra la madera o el concreto, elevaba muchísimo la voz cuando iba a hablar sin importar la emoción con que lo hiciera, escupía al hablar, te hablaba como si fueras un insecto y no admitía replica alguna aunque estuviera equivocada.

Pero lo peor, al menos para Chenle, era la forma en que les gritaba a sus hijos. Podía no ser algo demasiado grave, pero les gritaba por cualquier cosa y, las pocas veces que Chenle había podido ver a alguno de los dos, ellos siempre estaban vigilando alrededor para ver si no venía su madre, daba hasta pena verlos.

—Con trabajos pude preguntarles sus nombres. —Comentó Chenle, llegando hacia Sungchan, que limpiaba con un cepillo las sillas de la iglesia hincado frente a ellas. El menor se sentó sobre la silla que Sungchan limpiaba, el más alto lo miró, pero luego continuó limpiando. —Se apellidan Lee, según, pero dudo que sean coreanos, sus nombres son japoneses, a mí no pueden engañarme, reconozco un acento extranjero cuando lo escucho y, aquí entre nosotros, el tal Shotaro lo tiene muy marcado.

—El día que llegamos se fueron al fondo, —Dijo Sungchan, deteniéndose a señalar el fondo de la iglesia, luego volvió a limpiar, sin mirar a Chenle al continuar hablando. —se susurraban entre sí, en japonés.

Chenle llevaba pocos días de conocer a Sungchan, pero había notado que él, aparte de ser considerablemente callado, también era muy observador y a veces notaba cosas de su entorno que no mencionaba.

Como ese pequeño detalle de los hijos del pastor y su esposa.

—Oh... —Como cada vez que Sungchan decía algo sorprendente, Chenle se quedó callado un momento. Luego volvió a hablar. —¿Y sabes japonés?

—¿... Por qué preguntas?

—Oh, vamos, se ve que son agradables. —Chenle le dio un empujoncito, luego se inclinó hacia él para hablar en susurros. —Y no me digas que no sería genial entender lo que se secretean. Podrían estar planeado un atentado, o contándose anécdotas sobre sus romances secretos que dejaron en Japón, ¡o podrían estar planeado la reconquista de Corea del sur! ¡¿No sería genial descubrirlos y decírselo a la policía?!

—Sip, —Seojeong apareció entonces, recargándose de la silla que Sungchan limpiaba y sonriéndoles efusivamente a ambos. Aquel día, Seojeong llevaba un par de aretes con forma de botella de agua. —es por eso que yo estoy aprendiendo mandarín, ¿tienes idea del montón de planes que Renjun y Chenle pueden estar armando cuando se hablan en chino?

—Aaah, ¿no? —Sungchan la miró con un signo de interrogación en la cabeza y justo en ese momento aparecieron Renjun, Hyojung y Jisung, que aparentemente querían saber de qué hablaban.

—¡Yo tampoco! —Seojeong se cruzó de brazos y puchereó. Luego alzó el puño en signo de victoria. —Pero pronto lo sabré, ya estoy en los números.

El recién llegado Jisung hizo un sonido de alarma y luego señaló el brazo de Seojeong, que estaba descubierto y mostraba varios arañazos en su piel, cubiertos con banditas de diferentes diseños.

Preach ↠Jichen/Chensung↞Where stories live. Discover now