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Actualidad

VERÓNICA LINCOLN

¡Cállate Caleb! — grito Jason.

Espera.

¿Caleb?

Me quede completamente desconcertada al escuchar ese nombre. Era la ultima persona que se me abría pasado por la cabeza. ¿Y por que el? ¿Qué hacia aquí? ¿Por que me defendía? ¿No se suponía que me odiaba?

Intente hablar pero en el momento en el que fui a hacerlo, el chico me interrumpió propinándole un guantazo en la nariz a Jason, haciendo que comenzara a sangrar. — ¡Oh perfecto! ¡Ahora te crees tanto que aparte de creer que tienes derecho a pegarla, ahora también crees que tienes derecho a mandarme callar! Que... — lo golpeo otra vez, esta vez con mas fuerza. — ... iluso... — Y le golpeo por tercera vez, dejándolo en el suelo. — ... eres Jason.

Después hizo el amago de darle una patada pero Jason se alejo con una leve expresión de miedo en la cara. — Vale, vale, vale tío. Relájate. Ya me voy. — dijo finalmente Jason.

Caleb no dijo nada y finalmente, cuando Jason ya había cogido su skate y se había ido, el hizo lo mismo, sin ni siquiera mirarme.

— ¡Caleb! — las palabras por fin me salieron.

El se giro, dejando ver algunos mechones rubios, los cuales cubrían una pequeña parte de sus ojos verdes, saliendo de la capucha. En su rostro se podía ver un poco de sangre saliendo de su nariz y el labio roto.

Sus ojos y los míos se encontraron. — ¿Hum? — Contestó.

No pude mantener el contacto visual y dirigí mi mirada a un lado. — ¿Por que lo has hecho?

— El no tenia derecho a pegarte, ni a ti, ni a cualquier otra chica. — Me respondió seriamente mientras se bajaba la capucha. — No te lo tomes como algo personal. No somos amigos. — dijo, para después seguir con su camino.

— ¡Caleb espera! — grite. — Al menos déjame curarte las heridas. — Nunca pensé que esas palabras fueran a salir por mi boca en una conversación con el. Mas bien nunca pensé que alguna vez fuera a ser amable con el.

— No hace falta. — dijo sin darse la vuelta.

CALEB ANDERSON

No tenia ni remota idea de lo que acababa de pasar. Recién salía del entrenamiento, cuando decidí volver a casa corriendo en vez de en coche, después de todo, no tenia prisa y el partido era mañana. Me venia bien seguir entrenando ya que el tumor me había robado resistencia. De pronto escuche a dos personas discutiendo, y decidí seguir adelante para saber quienes eran, y de paso, cotillear un poco. Y cuando lo descubrí, no pude evitar no reírme, ya que estaban lejos, Verónica se veía muy pequeña comparado con el y era gracioso verla enfadada. Pero toda la gracia se fue cuando ese larguirucho creído y zanquilargo la pego sin ninguna piedad. Así que se me hizo imposible mantener el rol de "Hola soy Caleb el guay y odio a Verónica porque es rara" y mi ira e indignación tomaron las riendas y la defendieron.

Y genial, ahora tenia la cara llena de sangre y mi madre me invadiría a preguntas.

En ese momento solo se me ocurrió hacer una cosa. Llamar a mi hermano.

Desde que tenia uso de razón, mi hermano y yo nos habíamos cubierto mutuamente en cualquier situación. Si alguna vez matara a una persona, cosa que no pienso hacer, seria a el a quien llamaría para que me ayudara a esconder el cuerpo.

Saque el móvil del bolsillo de mi pantalón de chándal y repase todos mis contactos hasta dar con el de mi hermano. Pulse el botón para llamar y el teléfono empezó a comunicar.

El hilo que nos une.Where stories live. Discover now