Capítulo 4. Sin retorno

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Jack Sparrow

La chica era pésima con la espada, no la culpo por no saber cómo usarla, aunque si a mí, por traerla, tanto tiempo en el agua no la haría una gran pirata del día a la mañana, pero tenía un don espectacular  con ese largo instrumento de plata, tal vez se debía a sus verdaderos padres.

Toda esa combinación de su aspecto, solo era por la piedra que está en su interior, su cabello de la noche con sus ojos rojos, eran pasajeros, de seguro. Realmente, ella era rubia, como su madre, incluso, se parece un poco a ella, pero tiene algo diferente, como la propia Calypso: tendría la mirada de su madre, pero la actitud de la diosa.

No era el único que lo notaba, Barbossa estaba sospechando sobre esa chica, incluso, este día, pude jurar que había visto sus ojos rojos, llenos de sangre, por no poder hacerlo bien, solo fue un instante, unos segundos, para que él se diera cuenta.

— Oye no soy tan mala después de todo — dijo como si hubiera la mayor victoria para ella.

— No te impresiones tanto Zazulja — le respondí retandola.

— Zazil Ha, Jack por favor — me respondió de una manera desesperante —, si no te tendré que llamarte... — pensó un insulto verdadero de la tierra, pero al no hacerlo volvió a hablar — cuando tenga algo insultante para ti, ya verás. No creo que entiendas mis insultos acuáticos. 

— Buena suerte con eso, y deberías entrar a tomar un baño, ahora, apestas a pescado — dije cuando me acerque un poco a ella, mi nariz no soportaba tal olor.

— Los peces no apestan, yo he vivido con ellos más tiempo que tú y te aseguro que no tenían un olor tan asqueroso como el tuyo.

— Igual no saben que están en el mar, mojados.

— ¿De qué hablas? — dijo confundida mirándome como si descubriera algo nuevo, otra vez.

— Lo entenderás cuando entres al baño. ¿No saliste de un chapuzón de tu querida agua?

— Nada más recuerdo lo del día siguiente, me sentí completamente diferente, estaba en este lugar, sintiendo partes que crecían en mi cuerpo y sonidos distintos.

Deje las lecciones de espadas con Zazulja, necesitaba un descanso, además, ya sabía cómo manejar una espada, después la mandaría a practicar un poco más, tenía que estar preparada, para sus duras peleas con su próximo enemigo, yo tengo que lidiar con el mío, ahora mismo.

— Jack  algo ocultas, lo sé — me dijo —, no es una casualidad que tengas esa niña de diez años en un barco, juraste que traerías un chico, fuerte y la habilidad de ser una réplica de ti, incluso dudaríamos quien era cada uno, pero traes a una niña, innata en la espada y — agregó, susurrándome en el oído — con ojos rojos opacos cuando muestra su ira.

— No sé de qué hablas Barbossa, tal vez el ron ya te está afectando — dije cuando comencé a tocarlo por la frente.

— Vamos Jack, no puedes ocultar algo que es obvio — dijo quitándome las manos de encima.

Aguarde un gran silencio, hasta que él decidió hablar otra vez.

— Sabes de lo que hablo Jack, o no recuerdas esa vieja historia, esto tenía que pasar alguna vez, pero no puedo creer que seas tú el que lo consiga, ¿qué ganarás con eso? El sueño que jamás obtienes, siempre en frente de tus narices, esta es la última oportunidad, ¿Lo sabes, verdad?

— No necesitas recordármelo.

— No haré nada que tú no quieras Jack, pero esa preciosa piedra tiene que fortalecer. Esta encadenada a la perdición, te sugiero una cosa, no dejes que se pierda por el camino, porque morirá.

Piratas del Caribe: La Hija del MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora