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Te pedí que me besaras, pero mis labios fueron muy húmedos para tu sentir.

Te pedí sentarme en tu regazo, pero mi cuerpo era muy pesado para tu regazo.

Supliqué que sostuvieras mi mano pero "en la calle no, que nos miran todos".

Sembraste asco en las curvas donde el agua corría como cascada, y coseché odio en aquellas mismas tierras.

¿Qué tenía que pedirte,

cómo tenía que pedirlo,

qué tenía que entender?

Germiné odio por alguien que no tenía desarrollo alguno entre su alma y la manera de atar letras entre sí hasta formar palabras que no fueran puñales, y florecieron en nauseas ante tu vulnerabilidad.

¿Qué había en tu mente que no había entre tus dientes formando y empujando las palabras que anhelaba oír?


Me rompiste, y te rompí.

En la piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora