39.

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Mi cuerpo se desvanecía con la claridad del humo mezclandose con luces de colores, era como avanzar flotando en lo que mi mente creía que era la mansión de mi casa. Las paredes extensas y grandes, que resultaron ser no más de un 10x10.

Mi rostro elevado hacia el cielo con los labios vagamente desplegados, en busca de alguna mirada que me devuelva la eternidad de las nubes.

Le di otro trago a ese jugo que me exprimía cada gota de felicidad y lo transformaba en una canilla de sentimientos.

Adormecida.

Adormecida pero sintiendo.

Él pregunta por qué lo hago, "para sentir algo que no sea desgracia" le respondo en cada ocasión. "¿Por qué lo haces?", y quisiera poder mostrarle cómo es el universo según estos cristales rotos por tantos inquilinos con comportamientos inadecuados.

En la piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora