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Me senté en la silla de madera, pensé que estaba media muerta y media viva pero triste ante todo. Casi como si se hubiese resignado, a la vida de nunca retornar a los bosques, hace años. La habitación me quedaba como los zapatos de adulto a un niñe.

Mi pecho estaba protegido por las traicioneras dagas que, según lo que se presentase, podían voltear y pincharme el alma hasta hacerme gritar. 

Me senté.

Me senté en la silla, miré al frente, y respondí a las preguntas como si fuese testigo de un crimen.


sesiones de terapia (ocho de junio de 2021).

En la piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora