Siendo sinceros

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Se sorprendió cuando, junto a un enorme enredadera, Silas apareció montando a Rori, la cual le lanzó una bola de fuego al tal Vindi, haciendo que lo liberasen y ella lo atrapase en medio de la caída libre.

- ¡Le dije que alejase a las monturas!- le reclamó al otro príncipe.

- ¡No pude convencerla de quedarse! ¡Decía que no confiaba en mí para ayudarlo!- le respondió, también, gritando.

- Luego hablaremos de eso- dijo esta vez dirigiéndose a la dragona.

Volvió su mirada a los integrantes de La Unidad, encontrándolos, por fin, en dificultades, ya que las plantas habían esquivado completamente a sus aliados e ido directamente a sus enemigos. Fulviot parecía tener problemas para quemar las enredaderas, más bien, para reponerse de quemarlas, puesto que lanzaba llamaradas a diestra y siniestra, pero no resistiría mucho. El usuario del Viento, por otro lado, surcaba los cielos, lanzando ocasionalmente un vendaval afilado, aunque no tenía mejores resultados que su compañero.

Se apresuraron a bajar a tierra, encontrando a Adad sosteniéndose, a duras penas, de Denis con un brazo pasando por los hombros de este último.

- ¡Tenemos que irnos!- gritó Percy, ni bien estuvieron lo suficientemente cerca.

- Creí que íbamos a capturarlos- se apresuró a discutir el proveniente de Abyssi.

- Necesitamos, mínimo, de Leila y Makrom para enfrentarnos a esos dos, será en otra ocasión- no digan que no tenía razón, por los pelos habían logrado distraerlos gracias al príncipe de Aenean, lo que debían hacer ahora era huir.

Detestaba la idea, en serio que sí, dejar a esos maniáticos sueltos no le gustaba ni una pizca, pero si seguían así morirían.

Volvió a fijarse cómo se encontraban sus oponentes, todavía bastante ocupados, bien, tendrían tiempo de escapar.

No siguieron discutiendo y se apresuraron a llegar con el resto de las monturas, decidiendo que Adad no estaba en condiciones para montar solo, por lo que Percival se ofreció a llevarlo y le ordenaron al pegaso que los siguiese.

No se entretuvieron más y comenzaron a escapar, viendo cómo el aeno se concentraba en seguir manejando las plantas a larga distancia. En serio, si es que llegaban al campamento con vida, le pediría su autógrafo.

No pasó mucho tiempo cuando vieron una explosión alzarse por los cielos, acompañado por un enorme tornado. Por un momento, sintió lástima por los habitantes de aquel pueblo, pero no debían concentrarse en eso.

Sintió cómo se le helaba la sangre cuando escuchó a Fulviot gritar, un grito furioso y lleno de locura. Se dio unas palmaditas mentalmente por haber decidido que era hora de correr.

- Fiu- escuchó al rubio a sus espaldas-, bien hecho, Percy.

- Gracias, Adad, por cierto, ¿Cómo está tu tobillo?- preguntó, intentando esconder la ira que lo llenaba al recordar quiénes lo habían causado.

- Duele, pero, al menos, es aguantable, ¿Qué hay de ti?- si hubiesen estado de frente, habría visto su expresión de confusión.

- ¿Qué quieres decir?- se giró a mirarlo.

El otro puso los ojos en blanco, como si estuviese diciendo "Estos chicos...".

- Tienes cortaduras por todo el cuerpo, ¿No te duelen?

- ¿Honestamente? No- el príncipe de Lutei soltó una carcajada.

No detuvieron la veloz marcha, aún vigilando a sus espaldas, en caso de que los siguieran. Sin embargo, no habían indicios de aquello, parecía que estaban demasiado avergonzados para perseguirlos. Sintió cómo un sentimiento de orgullo se instalaba en su pecho, de seguro Allard lo halagaría.

Desde las cenizasWhere stories live. Discover now