Jugando a las escondidas

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A la mañana siguiente, Percival se levantó con menos mareos que los días anteriores. Se aseó, cambió y, al terminar, salió de su habitación para encontrase con su hermano mayor haciendo básicamente lo mismo que él, solo que Allard con una cara sonriente y él con un ceño fruncido por ver tanta alegría desde tan temprano.

- Buenos días...- saludó fríamente, sí, las mañanas no eran lo suyo.

- ¡Buenos días, Percy!- habló con entusiasmo el otro, siendo completamente opuesto al antes mencionado.

Juntos, se dirigieron al comedor, donde, evidentemente, fueron los últimos en llegar, ya que allí ya se encontraban sus padres, sus hermanitos y Leila. Todos ya estaban desayunando, salvo Karum que le estaba dando problemas a su niñera, como siempre, debido a que parecía que no le gustaba el desayuno.

- ¡No me gusta el kiwi!- exclamó rechazando un pequeño trozo de la fruta.

- Nunca lo ha probado, por ende ¿Cómo sabrá si le gusta?- le recriminó la castaña.

El segundo heredero tuvo que admitir que era un espectáculo muy común que Kar armaba, pero que siempre era divertido ver, especialmente cuando el menor se ponía caprichoso y pedía cosas en específico cuando no le gustaba la pinta de sus comidas, pero la joven siempre repetía la misma frase, que se había vuelto una de sus frases más célebres, "Hay esto, así que comerá esto". El tono en el que lo decía podía variar, normalmente evitaba gritar si estaban los reyes presentes, pero hay veces en las que, había que admitir, el niño sacaba de quicio a todos y entonces no tenía problemas de gritar.

- Leila tiene razón, hijo, así que come- se involucró su padre, lo cual era poco común de él.

Si tuviese que describir a su padre en una oración en este tipo de situaciones sería: "Observo y critico, pero no haré nada". El rey era un hombre muy sabio en cuestiones políticas, no lo malinterpreten, que si debe establecer una guerra lo haría, pero en cuestiones familiares es otra cosa. Suele imponer límites, pero eso es lo único que sabe hacer, no te corrige si es que tu accionar estuvo mal, te deja pasar unas cuantas veces y luego te castiga sin previo aviso. Percival y Allard habían aprendido a notar esas señales, incluso Aalis empezaba a darse cuenta, pero Karum todavía era muy pequeño y pensaba que sus actos no tenían consecuencias.

- No, es verde y feo y tiene semillas- intentó explicar su punto, mientras los dos recién llegados tomaban asiento.

- El que sea verde no significa que sea feo y, además, las semillas no se notan, es como la banana- buscó calmar las aguas la niñera.

- De todas maneras, no quiero- se mantuvo firme.

- De todas maneras, se lo va a comer porque sino, después, se queja de que tiene  hambre- y no estaba equivocada, lo que faltaba es que dentro de una hora el niño empezase un berrinche por el hambre.

El desayuno era una ensalada de frutas de gran variedad, con unas galletas recién horneadas y jugo de naranja para los menores, y té para los mayores. No entendía cómo es que su hermanito prestase atención específicamente al kiwi, había muchas más frutas que eran mucho más vistosas, pero supuso que a su hermano le gustaba encontrarle la quinta pata al gato.

Le restó importancia a la discusión que había delante suyo y se concentró en comer. Cabe aclarar que, cuando todos terminaron, el plato de Karum estaba completamente vacío y el rostro del mismo se veía notablemente satisfecho. Lo que les faltaba, pensó el joven, que al pequeño monstruo voraz le gustase el kiwi, ahora nada en la cocina estaba seguro.

Como el día había mejorado, decidieron pasar la mañana en la cubierta. Sus padres estaban sentados tranquilamente conversando, Allard estaba con él y los tripulantes restantes jugaban a las escondidas. Sorprendentemente, Leila se había escondido tan bien que ni él la encontraba. Eso los entretendrá un rato, dijo para sus adentros, bien pensado, Leila.

Desde las cenizasWhere stories live. Discover now