Emma ha tenido una vida difícil, debido a sus constantes ataques de ansiedad y al problema de adicciones de su madre. Aprendió a valerse por sí sola desde muy pequeña. Un suceso trascendental en su vida la hizo descubrir que es la hija del mismísimo...
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Emma
Cada día de mi vida era peor que el anterior, el trabajo en el bar era cada vez más insoportable. Son las 12:34 am, acabo de salir de mi trabajo. El trayecto a casa siempre me servía para quejarme de la miserable vida que llevo. No puedo evitar sentir nostalgia, quisiera poder jugar e ir a la escuela como cualquier otra niña de mi edad.
Frente a la puerta de aquel cuarto en el que vivíamos, me detengo, respiro profundo como tratando de aceptar mi suerte. Me dispongo por fin a entrar y me topo con la misma vista de siempre, mi madre inconsciente recostada en el sillón. Me dirigí al pequeño mueble junto a la cama, tomé una manta y la coloqué sobre ella. Verla en ese estado provocaba que creciera en mí un enorme rencor hacia ella, estaba acabando con su vida y con la mía también.
Me moría de hambre, encontré una rebanada de jamón y una pieza de pan duro. Moje un poco el pan para ablandarlo, con las manos lo abrí y coloqué el jamón dentro. Lo partí a la mitad y coloqué una parte en cada plato. Me senté junto a mi madre, dejé la mitad del emparedado a su lado y comencé a hablarle.
- ¡Hola mamá! - mientras daba un mordisco a mi pan, volteé un momento hacia ella, pero no conseguí respuesta. - Hoy tuve mucho trabajo, fue un día muy pesado-. Di un gran suspiro. - ¿Cómo te fue hoy? - pregunté, pero solo hubo silencio. - Hoy un tipo trato de tocarme - dije mientras se formaba un nudo en mi garganta - por suerte estaba ahí John y me salvó, como siempre -. - Mamá te extraño, tienes que dejar de hacerte daño. Estoy cansada de vivir así - las lágrimas se hicieron pasó por mis mejillas, odiaba lo que sentía cuando la veía, era odio y lástima, impotencia al no poder ayudar.
Pero ella estaba perdida en su mundo, no podía escucharme. Hace mucho que dejo de importarle lo que pase conmigo. A pesar de sentir todo este resentimiento acumulado en su contra, me odiaría si algo malo le pasara, ella merecía una buena vida no merecía nada malo.
Terminé mi pan y me dirigí a la cama, eran alrededor de las 3 de la mañana y no podía conciliar el sueño, sentía una opresión extraña en el pecho que no me dejaba respirar. Hoy era el tercer día que sentía esto, este sería el tercer día en que no podría dormir ni un poco.
Me levanté a las 7:00am, iría como todos los viernes, a trabajar con la señora Michelle, le ayudaba en la limpieza de su taller.
- ¡Hola señora! Buenos días - le dije tratando de disimular mi cansancio. - ¡Hola Emma! Debo recordarte que no me digas señora, me haces sentir vieja - bromeó. - Es por respeto seño... Michelle, jeje lo siento -. - ¿Almorzaste algo? - pregunto. - ¡Oh si! - mentí. - No te creo Emma, ordenare algo para ti -.
La señora Michelle siempre ha sido muy atenta conmigo, ella sabe perfectamente la situación en la que mi madre está, bueno casi todo y siento que le doy un poco de lástima por eso me cuida.
