8

1.8K 273 36
                                    

“Está bien no estar bien”

..

.

Despertó, con la respiración entrecortada, y con un manto de sudor brillando en su frente, sus manos temblaban y su corazón latía desbocado en su pecho.

Ni siquiera sabía que había soñado, lo único que recordaba era unos aterradores ojos carmesí observándola, acechándola, jugando con sus nervios alterados.

Lentamente fue recobrando la compostura, y fue consciente nuevamente de las condiciones que la acompañaban de ahora en adelante.

Una rápida mirada a su alrededor la hizo notar que estaba sola, aunque sospechaba que él debía estar cerca, montando guardia, asegurándose que nadie los persiguiera, que nadie volviera.

Lentamente y aún con el cuerpo un poco tembloroso se sentó, recostando su espalda en el árbol tras ella, solo observando la oscuridad que aún la rodeaba.

Estaba confundida, también asustada, por primera vez en su vida tenía una sensación abrumante de hambre y era extraño.

Ella solo quería regresar a su casa, a aquella mansión de paredes blancas y miradas frías, aquel lugar que desde que nació había sido su hogar. Solo quería ver nuevamente los ojos brillantes de su hermana, quería escuchar la suave voz de su primo despertarla en las mañanas, pero era consciente de la situación en la que estaba, sabía que esos días ya no regresarían, ella probablemente jamás volvería a ver a su hermana, probablemente jamás volvería a escuchar la voz de su amado primo, ella jamás volvería a pisar nuevamente aquella enorme mansión de paredes blancas.

Ni siquiera había tenido la oportunidad de despedirse, ni siquiera había abrazado a Hanabi por última vez.

Y entonces simplemente sucedió, las lágrimas resbalaron por su pequeño y redondo rostro.

Tenía miedo.

Sentía una opresión en su pecho y un nudo en su garganta.

Había prometido ser fuerte, había aceptado el hecho de que probablemente ya no volvería a su hogar, lo había hecho con la idea de saber que los estaba protegiendo, pero a pesar de que ya lo había aceptado y entendido, aún así sentía miedo y angustia, aún así ella quería regresar.

“Llora solo por un momento, cúlpate solo por un momento, a cambio no lo olvides por un largo tiempo…”

Las palabras de su padre resonaron en su cabeza y entonces el llanto silencioso se convirtió en pequeños gimoteos, has finalmente pasar a ser sonoros sollozos.

Lloraría solo por esa vez, se culparía por no ser valiente solo por esa vez… solo por esa vez.

Desde la cima del árbol donde estaba la observó, suspirando en el momento en que sus agudos oídos captaron el sonido de su llanto.

No la juzgó.

Ni siquiera se molestó o irritó.

Tampoco se acercó a consolarla.

Él simplemente la observó, hasta que su llanto cesó, hasta que los primeros rayos del sol iluminaron aquel bosque, y finalmente el descendió.

Tenía una misión que cumplir, no tenía tiempo para sentimientos ni pensamiento innecesarios.

—Ya estamos llegando.—escucho la suave voz de Itachi decir; y entonces al cabo de unos minutos, lo escuchó, el sonido de varias voces, los diversos olores de los puestos de comida rápida, todo llegó a ella tan rápido que por unos cortos segundos se sintió mareada.

La venda en sus ojos le impedía ver su alrededor, pero a juzgar por los ruidos y olores que llegaban a su nariz y oídos dedujo que quizás habían llegado finalmente a la aldea que Itachi le había comentado. Y a pesar de que no veía nada, a pesar de que todo a su alrededor era oscuridad, sentía que por primera vez era capaz de ver el mundo y sus colores.

El suave apretón en su mano le indico que era momento de seguir avanzando, por lo que asintiendo empezó a caminar, sin soltar en ningún momento la mano grande y callosa de Itachi, porque de ahora en adelante su vida dependería de él, y ella se aseguraría de jamás soltar su mano.

Él la observó de reojo, ella caminaba apresuradamente, intentando igualar su andar, su pequeño rostro estaba casi completamente oculto de los ojos de cualquier curioso, de eso se había asegurado minuciosamente él, bajo ningún motivo podía dejar que alguien reconociera el Byakugan en los ojos claros de Hinata. No podía. No debía.

Cumpliría la última orden del Sandaime y alejaría a Hinata de cualquier aldea ninja, la entrenaría y la volvería fuerte y cuando el momento llegará la dejaría volver de nuevo a Konoha, la alejaría de él, y entregaría su vida a su hermano, como había planeado desde el principio, en un débil intento por expiar sus pecados y darle paz a su atormentado corazón.

—Puede quitarse la venda de sus ojos Hinata-san.—escucho decir a Itachi, por lo que obedeciendo su orden quitó la delgada venda que cubría su mirada.

Estaban en una pequeña y precaria habitación con un solo bombillo colgando del techo que parecía que en cualquier momento caería sobre sus miserables existencias. Le dio una rápida mirada al pequeño cuarto, notando que después de la vieja cama que parecía realmente incómoda no había nada más.

—Necesitamos pasar los más desapercibido posible. Usted entenderá.—explico Itachi con voz calma, mientras al igual que ella también observaba la habitación, pero aquella inspección duro muy poco, ya que su estómago rugió de tal manera que habría dejado a un león en vergüenza.

La mirada oscura de Itachi se posó sobre su avergonzada existencia.

—L-lo siento…—murmuro entre dientes completamente sonrojada evitando la mirada oscura de él.

—Espere un momento le buscaré algo que pueda comer.—dijo antes de simplemente abandonar aquella pequeña habitación que estaba segura había tenido días mejores.

—Eso fue tan vergonzoso..—susurro abochornada.

Observó la comida en sus manos, habría deseado encontrar algo mejor que eso, pero teniendo en cuenta su situación y la cantidad de dinero que portaba consigo, debía asegurarse de ahorrar cada centavo.

Cuando ingreso a la habitación que había alquilado en una muy pequeña posada, lo primero que sus oscuros ojos buscaron fue la pequeña figura de ella, suspirando con algo de alivio cuando la observó sentada sobre la pequeña y muy incómoda mesa que hacía de cama.

—Traje la cena.—anuncio levantando la bolsa plástica, mientras avanzaba hacia ella.

Aquellos claros ojos lo miraron con agradecimiento y algo de alivio, y entonces él se acercó, tomando asiento en aquella incómoda cama y poniendo enfrente de ella la comida comprada.

—Ramen…—susurro ella con sus ojitos brillantes y el asintió, agradecido de que aquella comida fuera del gusto de ella.

Observó un poco la humeante comida en su plato, se veía apetitosa, pero él ni siquiera sentía las ganas de comerla, a pesar de que llevaba varios días sin probar bocado, su cuerpo aún no pedía el tan indispensable alimento.

—Hay un niño de ojos brillantes quién ama el ramen…—comentó mientas revolvía distraídamente su comida, y recordaba la mirada pura y azul del legado del Yondaime.

—Si…


SacrificiosWhere stories live. Discover now