Natalia no podía dejar de mirarla, de admirar su belleza que allí le parecía más realzada si es que eso era posible. Alba conducía concentrada en el camino. La oscuridad se cernía sobre ellas, una oscuridad que inquietaba y al mismo tiempo excitaba a la pediatra. De pronto, la enfermera detuvo el motor del coche en mitad de la nada.

- ¿Hemos llegado? – preguntó Natalia sorprendida.

- No – respondió con una sonrisa – pero no puedo esperar más – le dijo cogiendo su cara, girándola hacia ella y volviendo a besarla.

Esta vez el beso fue rápido, travieso, se detuvo a morder un instante su labio superior, y se separó de ella con un suspiro que manifestaba el trabajo que le costaba aquella separación. Natalia sintió que todo aquel juego la excitaba como nunca se había excitado. La enfermera arrancó y continuó conduciendo en silencio. Pasados unos minutos, volvió a detener el vehículo, Natalia experimentó la misma sensación que antes, solo que ahora, sí que se esperaba y deseaba el beso, pero no llegó. Alba tras mirarla con detenimiento, tras rozar sus labios con el dedo índice, volvió a suspirar y bajó del coche.

- Ahora sí hemos llegado – le dijo.

- ¿Aquí! ¿en mitad de la selva?

- Sí, aquí, pero no es en mitad de la selva.

- Ah – exclamó extrañada, nada a su alrededor le hacía ver que estuviesen en un lugar que no fuese salvaje.

- Baja – le pidió y Natalia obediente como toda la noche descendió del jeep – sígueme – le dijo tendiéndole la mano, pero sin esperarse a que ella pudiese tomarla.

La enfermera se introdujo en la maleza, Natalia comenzó a experimentar una sensación de temor que se hacía más fuerte a medida que aquella naturaleza salvaje la envolvía, ya ni siquiera veía a la enfermera, pero escuchaba sus pasos delante de ella. De pronto, un claro en mitad de aquella vegetación y en el centro una especie de choza. Alba la esperaba en la puerta sonriendo y volviendo a tenderle la mano.

- Ven – le dijo – entra.

Natalia acudió hasta ella temerosa, expectante, tímida...

- ¿A dónde vamos? – le preguntó perpleja ante todo aquello.

- Pasa – fue la única respuesta de la enfermera.

Natalia entró y entonces Alba llamó al ascensor. Mientras esperaban Alba la miró de arriba abajo y sin mediar palabra tomó su mano, comenzó a acariciarla con parsimonia y la atrajo hacia ella, el deseo que Natalia guardaba en su interior se hizo incontrolable y la pediatra entreabrió los labios en una invitación descarada a que la besase de nuevo, ella no podía hacerlo, en aquel juego que la estaba enloqueciendo era Alba quien debía llevar la iniciativa, sin embargo, la enfermera no se movió, clavó la vista en aquellos labios y se acercó tanto que Natalia cerró los ojos dispuesta a disfrutar de lo que tanto anhelaba, pero Alba no le dio ese capricho, a cambio la recompensó con un acercamiento de todo su cuerpo, se pegó a ella como una lapa, la acarició, con suavidad, conteniendo el deseo, Natalia no soportaba más aquello deseaba dar rienda suelta a la pasión que la estaba embargando, pero Alba la frenó retirándose de ella. Sonriéndole de nuevo.

- Aquí no – le dijo insinuante – aguanta un poco.

Natalia asintió viendo como llegaba el ascensor.

- Sube – le indicó la enfermera sujetando la puerta.

- ¿A dónde vamos? – preguntó de nuevo, subiendo y girándose para ver como la enfermera hacía lo propio.

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