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— Bienvenidos a Domino. —El rey Seungcheol extendió su mano hacia ambos príncipes.

Jongseong comenzó a llorar por el frío que hacía bajo el avión, y porque también estaba lloviendo, no era un buen clima para estar paseando a un bebé. Yeonjun miro a Beomgyu casi como si se lo hubiera dicho, cosa que el chico ignoró su mirada para saludar al rey y los próximos reyes herederos. No quería iniciar una pelea innecesaria contra el mayor y menos si querían ambos guardar todas esas apariencias que estaban obligados a guardar, después de todo eran la pareja real más feliz y adorable para las cámaras, la envidia de todos.

Una mierda.

— Jongseong es adorable. —Susurró el príncipe Jihoon hacia a Beomgyu como un secreto.

— Lo sé, aunque tiene buenos pulmones.

Jihoon soltó una pequeña risa.— Entonces cantara muy lindo cuando crezca.

— ¡Príncipes una foto!

Beomgyu entregó al pequeño Jongseong a su niñera que venía con ellos a petición -obligación.- de Yeonjun, para luego ponerse a un lado de su esposo para poder sacarse las fotos correspondientes del viaje junto a los otros líderes de Domino. Beomgyu observó a la niñera subirse a otro auto que apuntaba a la otra dirección en la que iban a petición del secretario de Yeonjun, claro que conocía al hombre que lo escondía de él y lo empujaba hacia Yuna. Ese maldito hombre que no tenía ni una pizca de sentido común en su cabeza. Lo odiaba con tantas ganas, Mark y él solían molestarlo, hablando un poco mal de él y burlándose de sus intentos para encontrar a una persona que lo quisiera.

— ¿Por qué nuestro hijo fue en otro auto? —Beomgyu habló cuando ambos estaban en el auto, alejados de las cámaras.— Yeonjun.

— Te dije que traer a Jongseong fue un error.

— ¿Un error? —Beomgyu miró con enojo a su esposo y se cruzó de brazos.— Quiero que me lleves con ese error que tu tanto dices.

— Alteza Beomgyu, traer al príncipe Jongseong sólo traería problemas. —habló el secretario con voz sería.— El príncipe estará con la niñera en un lugar apropiado.

— ¿Y a quién se le ocurrió eso? —Beomgyu miró ahora al secretario de su esposo.

— A mí, su alteza. —respondió el hombre.

— ¿Tienes hijos?

— No, su alteza.

— ¿Por qué no me sorprende?

— Beomgyu. —Yeonjun soltó intentando calmar al menor.

— ¿Qué ve en mi hijo?

— Al príncipe Jongseong.

— Eso es solo un título, eso no se ve.

— Muy bien, veo a un bebé. —el secretario dijo algo cansado.— ¿Cuál es su punto?

— ¿Mi punto? —Beomgyu dijo enojado.— ¿Por qué espera que yo, su padre, pase un segundo sin él? Ni hablar de… ¿Cuántas semanas?

— Dos, su alteza.

— ¡Dos semanas!

— Se casó con el príncipe. Eso es un acto de servicio a la Corona y al país, con el que se comprometió por voluntad propia, y usted es el príncipe de Runaway.

— Entonces, el mejor modo de servir a la Corona como príncipe es negarme a ser un esposo servil que sigue al príncipe Yeonjun como un adorno y, en vez de eso, ser un padre presente y criar al niño con la esperanza de que, cuando sea rey, aún le queden vestigios de su humanidad. Dios sabe que no recibirá eso de sus cortesanos.

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