Capitulo 31: Chance a la elocuencia

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— Me preguntó si mi hermanita sabe las veces que me llevaste a la cama después de creerla muerta.

— Ha sido el peor error de mi vida. Si pudiera cambiar algo, sería el haberme acostado contigo. Sabias que no te amaba, sabias que estaba destruido al creer a Altagracia muerta y tú..., tú callaste todo este tiempo. No hay un solo día en el que me arrepienta de ello y tranquila, no tienes que decirle a Altagracia nada, lo haré yo mismo. Al final, estaba borracho y tu te metiste en mi cama vestida como ella, no estás loca, estás enferma.

Enojado se fue no sin antes recalcarle que lo menos que quería era volver a saber de ella. No se porqué pero a pesar de que mi madre no había sido madre para mi, sentí pena por ella. Nunca le había visto tan decaída. Daniela Sorní más bien era conocida por ser una mujer fuerte, implacable..., más bien fría. Sus lágrimas me hicieron sentir mal, tanto que no me explicaba como podía sentirme mal por una persona que me había hecho tanto daño. Era la primera vez que veía a mamá fan humillada por alguien. Guarde los documentos en mi bolso y apretando los dientes decidí bajar las escaleras y deteniéndome a sus espaldas comenté.

— Mamá...

Rápidamente se giró y al verme su rostro se enojó a un más.

— ¿Qué haces tú aquí?

— Necesitamos hablar. Hay muchas cosas que me tienes que aclarar.

— Lárgate de aquí. — Se puso en pie y mirándome con odio añadió — Si supieras cuánto te detesto..., si tan solo tuvieras una mínima idea de lo infeliz que soy por haberte tenido, ¡lárgate!

— Mamá yo...

— ¡No me vuelvas a llamar así! Eres lo peor que me ha pasado en la vida.

Derrame una lágrima y sin saber si podría seguir escuchando como me hacía saber lo mucho que me odiaba respondí.

— Sé que me odias y es algo que jamás podré entender. Pero yo no puedo hacerlo aunque debería, aunque quisiera. No puedo odiar a mi madre aunque sea una hija de puta.

— Deberías odiarme, porque a ti, lo único que te deseo es mueras igual que la infeliz de Altagracia ahora lárgate de mi vista antes que te saque a rastras. Solo tengo una hija y esa es Valeria. Ella si me llena de orgullo, ella si es digna de que la llame hija. Tú..., tú eres solo escoria que nació por equivocación.

Me quede callada y mi corazón había terminado de aceptar el rechazo del ser que me había traído al mundo. Necesito de una última estocada para convencerse que mi alma había nacido para no ser amada por mi madre. Asentí con la cabeza y salí de aquella casa con la felicidad de Altagracia y Damián en mi bolso y mi dolor y tristeza agarrada de la mano yéndose conmigo esta vez vitaliciamente.

Subí al coche con el corazón hecho pedazos pero aún latía. No sabía cómo seguía latiendo, no sabía como yo seguía soportando tanto y aún estaba ahí sin perder la cordura. Supongo que llega un punto donde el corazón se hace inmune al dolor. Al menos tenía la respuesta que Altagracia y Damián estaban buscando. Al menos alguien podría ser feliz dentro de todo aquel mal que albergaba alrededor de nosotros. Conduje de camino a la casa, necesitaba a mi hija, darle un abrazo y sentir que había una pequeña personita en el mundo que hacía menos grises mis días. Me alarmé al percatarme de que había un coche aparcado frente a la casa. Desesperada bajé del coche y entré a la casa. Pensé lo peor, y lo que pensé se había hecho realidad. Alessandro estaba en la sala de estar con Sofía dormida en sus brazos. Al verlo palidecí, estaba en probelmas y lo último que quería era tenerlo cerca.

— ¿Qué haces aquí? ¿Como nos encontraste?

— Ustedes dos son las personas que más amo en este mundo. No hay imposibles para mi cuando se trata de ti y de mi hija.

La teoría del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora