Capitulo 29: Fragmentada

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— Señora...

— Recoge las cosas de Sofía.

— ¿Perdón?

— ¿Eres sorda? ¡Que hagas maletas!

Dio un brinco y subió rápidamente a hacer las maletas. El móvil no dejaba de sonar, harta de ver el nombre de Alessandro en el identificador de llamadas, lo estrellé contra la pared. Caminé de lado a lado y a gritos mandé a los mayordomos a hacer maletas. Me iría de aquel infierno fuera como fuera.

— ¿Se puede saber a que se debe tanta conducta ordinaria?

Me volteé y Mireia estaba mirándome con superioridad y ya estaba cansada de eso también.

— No estoy para usted ahora señora. Déjeme en paz.

— No se que pretendas, pero de aquí no sales.

— Usted no es quien para retenerme aquí.

— Quizá no lo has notado pero en este lugar, mando yo. Dije que no sales y punto. ¿Querías jugar a ser la duquesa? Bien, asume las consecuencias.

Apreté los dientes y en ese momento vi la oportunidad de poder irme y de paso darle el gusto a esa mujer. No lo pensé mucho. La miré y sin darle muchos rodeos propuse.

— Usted y yo jamás nos toleraremos. Me odia y yo no la soporto así que hagamos algo de una vez. Déjeme en paz, déjeme ir y yo le prometo que desaparezco de la vida de su hijo. Déjeme ir y le aseguro que no volverá a saber de mí ni de mi hija.

— Suena muy bueno para ser cierto.

— Su hijo y yo terminamos nuestra relación. Fue un error, tuvo razón todo este tiempo señora. No soy mujer para él ni él es hombre para mí. Se le ha cumplido, ya no me tendrá aquí.

— ¡No irás a ningún lado! Tenemos que hablar Alicia.

Alessandro me había alcanzado antes de poder largarme para siempre de ese maldito lugar. Le pidió a su madre que se fuera e insistió en que habláramos pero yo solo quería no volver a verlo nunca más.

— Aléjate de mi infeliz. No quiero hablarte, no quiero ni siquiera sentirte cerca. Todo este tiempo hice el papel de estúpida. Ahora entiendo porque no me tocas, porque no te importa si estoy o no. Estabas muy bien atendido.

— Amor, todo tiene una explicación.

Volvió a intentar tocarme y esta vez mi mano se lanzó a su rostro sin pensarlo. Lo abofetee con tal fuerza que terminé rompiéndole el labio inferior.

— No soy tu amor, no soy nada tuyo. Aléjate de mí, ya entre tú y yo no hay nada. Te devuelvo tu anillo, me das asco.

— No saldrás de aquí hasta que hablemos.

— No me hagas odiarte más, no sigas jodiendo mi vida y déjame en paz.

Rosa bajó con las maletas y con Sofía al hombro. Alessandro caminó hacia ella y agarrando a mi hija con firmeza me prohibió llevármela. Estaba provocando que mi odio pasara a otro nivel. Estaba aguantándome, estaba reteniendo mi rabia pero estaba a punto de estallar.

— Dame a mi hija

— Dije que no irás con ella a ninguna parte. Tienes que tranquilizarte.

— ¡Que me des a mi hija maldita sea!

— No me hagas encerrarte Alicia

Caminé hacia él y busqué mirarlo a los ojos y hacer que mis palabras fueran igual que un puñal clavándose una y otra vez.

La teoría del amor Where stories live. Discover now