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➝ Capítulo 5

Jimin estaba afuera tarareando una canción. La misma que me cantó aquella tarde y la misma que cantaba siempre que venía aquí. Yo ya me la sabía de memoria. No hacia falta siquiera prender mi reproductor de música y escucharla desde allí, con el hermano de alquiler cantándola era más que suficiente y me trasmitía muchas cosas indescifrables que me hacían salir de mi cabeza e imaginarme un montón de ridiculeces. Su voz tenía un gran poder sobre mí, era como si su melodía dulce ya hubiera sido descubierta por mi alma y la flor en mi pecho. Me hacía retorcer el estómago en un sentimiento caliente y un calambre que me sacudía de pies a cabeza, mi corazón latía con fuerza.

Era como si Jimin cantara y de repente yo mismo comenzaba a iluminarme en este lugar tan oscuro y frío, siendo la única luz cálida y roja como la de mi corazón. Como las pequeñas luciérnagas en un oscuro bosque o las teclas de un piano apretándose en el silencio sepulcral del infierno. Como las mañanas de verano y el sol radiante en el cielo o los aleteos de las mariposas en invierno. Y la lluvia cayendo y los relámpagos en el cielo y las aves refugiándose de la tormenta y mi mente llena de neblina que me hacía sentir cansado de los días cambiados y la marea inestable de mis emociones que me hacía ahogar y el eco profundo en mi pecho hundiéndome más y los recuerdos atormentándome, sacudiéndome y matándome y aniquilándome hasta que no quedara huellas de que alguna vez existí aquí y...

Y el ángel de Jimin que seguía cantando allá afuera. Me moví a la raíz de su tarareo alrededor de toda la sala oscura donde la luz de los rayos del sol entraban por el techo y por debajo de la puerta.

Me imaginé a mi mismo en un sitio lejano, paredes de color crema y un gran ventanal, había una radio allí que era muy antigua como las que el abuelo solía guardar de su juventud. Las cortinas blancas se balaceaban por el viento y mis pasos torpes tambaleaban al ritmo de la voz en los pequeños parlantes. Bailé. Yo estaba bailando en ese lugar inmenso y bienquisto como si fuera un bailarín de vals profesional. Mi cabello castaño y largo hacía conjunto con la camisa blanca a tirantes del mismo color que me hacían lucir más joven. Fruncí mis cejas mientras comenzaba a sentirme cálido y un ardor se introducía en mi pecho de repente. Seguí bailando. Parecía que no había nadie quien pudiera detenerme. Era yo y la canción en la radio.

No obstante, el timbre comenzó a sonar y en mi sueño sonreí balanceando mis caderas y abrir la puerta sin tener miedo y sin sentir temores. Un pastel de fresas fue lo primero que vi y luego la cabellera dorada detrás del pastel. Mi corazón se agitó de lo que parecía ser amor, un sentimiento que nunca antes había sentido y que hasta el momento desconocía por completo. Aquella persona en frente de mí parecía ser un príncipe sacado de un cuento medieval, tan perfecto y erudito. No podía ver su cara, sin embargo, pero lo sentía.

La imaginación ridícula de mi distraída mente se acabó cuando Jimin dejó de cantar. Abrí mis ojos y me sentí vacío, congelado y como si yo realmente no encajara en este lugar. Me desconocí a mi mismo y me abracé cayendo al suelo mientras tenía, nuevamente, una crisis existencial. Mi cabeza daba vueltas y vueltas sin parar.

"¿Está bien?" Escribió Jimin a través de la nota que me había mandado por debajo de la puerta.

Me quedé mirando la hoja y tomé aire fuerte, mi corazón todavía bombeando las sensaciones mágicas que había sentido en mi imaginación. Debería realmente estar loco como para dejar que mi alma tomara el control de mis pensamientos y me llevara al mismo sitio de siempre, sin yo saber porque a menudo paraba allí como si estuviera esperando por alguien que venía a buscarme casi todos los días o me llamaba por el teléfono. No lo entendía.

¿Quién carajos soy? Me pregunté mentalmente y tomé el bolígrafo que estaba tirado en el suelo, comencé a escribir.

"¿Usted y yo nos conocemos desde antes?" Le escribí a Jimin y después deslicé la hoja.

Eoduun • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora