Capítulo 4; Elizabeth.

3.2K 295 37
                                    

Desde ese entonces, (Nombre) y yo hemos estado con el bar durante meses, remodelando y comprando cosas para decorar.

Gracias a que vendí mi tesoro sagrado, logramos obtener el dinero suficiente. Poco a poco, los clientes comenzaron a recomendar al "Sombrero de Jabalí", como nombramos a nuestra taberna, y eso nos ponía muy feliz.

Debo admitirlo, mi Ángel, todo esto no sería posible sin ti. Me sentiría solo si no estuvieras a mi lado para sonreir y hacer que mis corazones palpiten de alegría.

Sólo por ti, soy tan feliz. Me duele no decírtelo de una forma que demuestre que no quiero ser tu amigo, pero desde que descubrí lo que realmente siento por ti, tengo inseguridades nuevas.

No sé si me amas. No sé si me aceptarías. No sé lo que pasaría si aceptas mis sentimientos y llegue el día en que... algo malo pase.

Ambos sabemos que los Diez Mandamientos no estarán sellados para siempre. Ambos sabemos que algo puede pasarme y... no quiero que tú seas imprudente y me protejas de algo que puede matarte. No lo soportaría, me volvería loco si te perdiera.

Además, todo es confuso para mi. Actúas como si me amaras, pero en el instante que creo que sientes lo mismo que yo, recuerdo que eres mi Ángel guardián, entonces mis esperanzas caen. Por que recuerdo que lo que tu sientes, es solo cariño para pagar una deuda.

Y lo peor de todo, es que estás sonriendo como si no supieras todo lo que pasará.

Pero sin embargo, te devolveré la sonrisa. Por que quiero que tú estés tranquila y pienses que no me importa el futuro, aunque no sea así.

Los años pasaron, y cada día el Sombrero de jabalí nos unía más, teníamos más clientes, conocíamos más lugares, que se nos pasó volando el tiempo.

Hasta que ya nuestra taberna cumplía diez años.

(...)

En este momento, estábamos atendiendo como siempre, escuchando sus historias, entre otras cosas.

— ¡Lo ví! — Un hombre asustado entró rápidamente.—. ¡Vi al caballero oxidado! ¡Lo juro!

Aquellas afirmaciones, no hicieron más que comenzar rumores, y entre ellos, aparecieron los de Los Pecados Capitales.

— Ya han pasado diez años desde aquello, ¿no?

— Dicen que asesinaron al gran maestro de una forma brutal, y que el Capitán de los pecados podría destruir el país entero solo.

— Eh, sí...

— Además, muchos aseguraron que él tenía contacto con una diosa — Mientras atendía, esas palabras atrayeron mi curiosidad.

— ¿Una diosa? ¿Qué no estaban extintas?

— Sí, desde hace siglos. Pero algunos afirman haber visto a Los Pecados Capitales junto a una chica de cabello blanco. Decían que era muy hermosa — Mis ojos esmeraldas observaron a (Nombre).

Sabía que no debí dejar que otros la vieran. Pensé molesto.

— ¿Se les ofrece algo más? — preguntó ella a algunos clientes.

— No, gracias muñeca. Oye, trabajas mucho para ser una niña.

— No soy una niña señor, soy la dueña de esta taberna junto con mi amigo — dijo ofendida. Ellos se sorprendieron.

Amigo, ¿eh?... Mi desilusión cada vez aumentaba más. Tres mil años juntos y... no le he dicho nada...

Desvíe la mirada algo serio, hasta escuchar la puerta abrirse, y ver a una gigante armadura intimidante caminar hacía el interior del lugar.

Mi Ángel | Meliodas Where stories live. Discover now