IV

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Jisung se removió entre sus sábanas blancas. El sol invadía prominente la habitación, dando a entender que las cortinas no habían sido cerradas la noche anterior y que, probablemente, se estaba despertando en un horario que no correspondía siendo miembro directo de la realeza.

La teoría la pudo confirmar cuando la puerta de su habitación se abrió sin permiso desde el exterior, claramente era Hyunjin y su manía de no respetar los espacios personales y privados del resto.

—¡Estás despierto! —soltó una vez dentro, llevando la mano a su corazón dramáticamente.

—Si no lo estaba todavía, ahora estoy seguro de estarlo. Debería estar prohibido ingresar en los aposentos de los demás gritando.

—Por un momento creí que estabas muerto —continuó Hyunjin—. Es un alivio, aún eres quien portará la corona y no tendré que ser yo.

El hermano del medio se dejó caer en los pies del rubio, cerrando los ojos al sentir los rayos del sol golpear bruscamente sus párpados.

Seungmin entró segundos después de Hyunjin, cerrando la puerta con sumo cuidado detrás suyo. Se sentó en el sillón que descansaba al final de la cama de Jisung, cruzando sus piernas y mirando con curiosidad al recién despertado. Jisung, por su parte, soltó un suspiro y se acomodó en la cama para sentarse recto en su lugar.

—¿Qué hora es? —preguntó el mayor, refregando sus ojos y soltando un bostezo que, obviamente, tapó con su mano libre. Si su madre lo veía, le diría que así no conseguiría pareja nunca.

—Son las once de la mañana. —Las palabras de Seungmin sorprendieron al mayor, quien abrió los ojos con sorpresa, puesto que solía levantarse casi cuatro horas antes, todos los días, para sus clases.

—Por suerte para ti y tu cabeza acostumbrada a entrar fácilmente en pánico, es domingo y nuestros padres salieron de viaje al pueblo temprano por la mañana. Aún no han vuelto —aclaró Hyunjin, logrando que los pulmones de Jisung volvieran a funcionar correctamente.

—No puede ser. ¿Por qué Changbin no me despertó?

Seungmin soltó una risa baja por la cara que puso Hyunjin.

—Porque no es su trabajo. —El joven indignado golpeó el rostro del mayor con una almohada, logrando un ceño fruncido como respuesta—. Es un guardia, no tu sirvienta, niño consentido.

—¿A quién llamas niño consentido? Eres menor que yo. —Jisung le devolvió la almohada, logrando ponerse en una posición para nada madura y claramente actuando como niño.

No es que lo hiciera adrede, Jisung tenía unos hilos colgando de sus brazos y era controlado las veinticuatro horas del día para que sea de una forma y no de otra. Su personalidad no les pertenecía a sus experiencias, sino a los pensamientos de sus instructores, profesores, padres y lo que el pueblo necesitaba. Criado para reinar, no para vivir la vida que sus hermanos llevaban.

No mentía cuando decía que, desde los cuatro años, mientras los demás niños corrían por el patio y se lanzaban al césped a mirar las hermosas nubes, él debía vivir entre libros, partituras, órdenes y consejos. Despertarse tarde, según lo que a él respecta, era una catástrofe cuando su cabeza le jugaba en contra por ese acto tan humano.

Hyunjin se levantó de la cama en cuanto Jisung quiso lanzarle otro almohadón, llegando a la otra punta de la habitación en solo segundos y deteniéndose en los sillones a juego con la pared, dónde justo encima del más pequeño, hacía presencia el traje dorado que había usado la noche anterior el mayor.

Jisung vio la tela desde su cama y los recuerdos invadieron cada esquina de su mente. Automáticamente y casi por reflejo desvió la mirada, como si con ello pudiera quitar el acelerar de su corazón.

Our Fairytale - [Minsung] [✓]Where stories live. Discover now