Capitulo 26: Incertidumbre

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— Alicia...

— Ya no siento nada. Ojalá encuentres a tu hija pronto.

Salí casi corriendo de la habitación. Hacía tiempo que no me sentía tan perdida como aquella noche. Estaba en un lugar que no conocía, en una casa que me estresaba y además, terminé siendo presa de mis propios miedos y frustraciones. No quería ver a Alessandro, no quería ver a Sofía, no quería ver a nadie. Solo quería estar sola, desaparecer por un rato. Mi mente pensaba mucho, recordé mi infancia y trataba de que eso no pasara porque era precisamente ahí donde estaban mis más temibles demonios. Entré a la cava del castillo a escondidas. Alessandro había mandado a vaciarla y quizá era la última vez que podría tener la oportunidad de olvidar. Totalmente cegada por el dolor, agarré una botella de coñac y junto con mis demonios caminé hacia el laberinto de arbustos que había en el jardín. En el centro había una fuente y allí me detuve en medio de la noche. Me senté mirando la botella mientras derramaba una lágrima. Había estado sobria por más de dos años y hasta ese entonces pensé que había sido un logro. Estaba tan equivocada..., estar sobria solo me había traído a la realidad, al dolor y sufrimiento. Me había vencido, la gota había derramado el vaso. Abrí la botella y llevé la boquilla hasta mis labios. Me había fallado a mi misma al tomar aquel primer sorbo de alcohol. No pude detenerme hasta acabar aquella botella y confundir la realidad con lo que mi mente recreaba. Veía todo doble y estaba mareada pero lo más importante era que por un momento había olvidado todos los problemas. Reía sola y sentía que levitaba. Me puse en pie y tambaleándome en mis tacones miré al cielo y la risa se convirtió seriedad.

— ¡Dime que diablos hice en esta maldita vida! ¿Por qué? Porque..., ¡porque no dejas de joderme! — Cayendo al suelo sobre mis rodillas ahogada en llanto suspiré — ¿Porque no pudo ser ella? ¿Por qué no pude tener una mamá que me quisiera?

Sentí unas manos rodear mis hombros y rápidamente di un respingo toda ebria y ya no sabía si lo estaba alucinando o estaba realmente pasando. A mi costado estaba Altagracia y al ver la botella de coñac vacía con el rostro horrorizado comentó tratando de quitármela.

— ¿Qué hiciste? ¿Porque tomaste? No debiste hacerlo cariño yo...

La miré y siseando respondí

— ¡Shhh! No debo estar viva y mira...¡Lo estoy! ¡Que se joda! ¡Que se jodan todos! ¡Vete! ¡Déjame sola!

— No me iré, Alicia por favor déjame ayudarte.

— ¿Ayudarme? ¿Tuuuu? ¡Comooooo! ¡Si tu vida es igual de jodida que la mía! Yo..., yo si quería ser tu hija..., yo..., yo pensé que..., yo podía tener una mamá que me quisiera. Pero no..., Alicia no tiene derecho a eso.

— Aunque no seas mi hija, siempre estaré aquí para ti. No sabes como me duele verte así. No tienes idea de cuánto te quiero, Alicia.

Carcajeando negué con la cabeza

— ¡No quiero tu lastima! ¡No quiero lastima de nadieeee! Anda, ve y busca a tu hija y dale todo ese amor que te guardas ahí muy dentro. Déjame sola por favor, ¡quiero estar sola!

— Entiendo como te sientes...

La miré llena de enojo y no pude contenerme más. Tenía el corazón partido en cientos de pedazos que jamás volverían a pegarse. Todo mi pasado se volvió presente en aquel momento.

— ¿Entenderme? ¿Tú a mi? ¡Tú viviste en un convento alejada del mundo y la maldita realidad! ¡No vuelvas a decir que me entiendes porque no es así! Mientras tú te arrodillabas frente a un crucifijo con un rosario en las manos, yo tuve que aguantar un infierno que no le deseo a nadie. Mi madre no se cansaba de humillarme, nunca supe que fue una fiesta de cumpleaños, mucho menos supe lo que era que mi madre fuera al colegio por mi y me hiciera saber que me amaba. No..., no tenía ni puta idea de lo que era sentir amor. Con eso aún podía lidiar, pensé que quizá con el tiempo eso podría cambiar ¡pero no! ¡No fue así maldita sea! Mi madre me odia y mi padre..., de él tuve que aguantar asquerosidades.

La teoría del amor Where stories live. Discover now