Capitulo díez

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Draco caminaba con tranquilidad, mirando desde los techos hasta los pisos. El ala oeste no era muy diferente en decoración y construcción al resto del castillo, la única diferencia es que parecía estar destrozada.

Había muebles en el suelo, destrozados con fuerza, había espejos rotos y muebles que no pertenecían a los pasillos, Draco pensó que tal vez habían sido sacados de alguna habitación.

No muy lejos vio una puerta, la única que había, Draco supo inmediatamente que de ahí debían de haber salido los muebles destrozados. Caminó hasta la puerta, dió un último vistazo a su alrededor para asegurarse de que nadie lo siguiera y abrió la puerta.

Dentro había una habitación grande, parecía ser un dormitorio, pues se podía ver una cama a lo lejos, pero todo estaba destrozado, desde la cama, hasta las cortinas, que parecían rasgadas.

Entró a paso lento, viendo aún más muebles destrozados, las paredes rasgada y los pisos sucios. Entonces se detuvo, se giró y vio en la pared un cuadro, se acercó y aunque la pintura estaba rascada, podía ver lo que una vez fue el retrato de un chico, tal vez de quince o dieciséis años.

Draco solo podía ver sus ojos, por lo destrozada que estaba y el daño como el polvo o la humedad.

Tenía los ojos más verdes que Draco hubiera visto jamás, eran unos ojos grandes, inexpresivos, pero misteriosos, sobre ellos dos cejas negras y una cicatriz con una forma muy peculiar, pero no le quedaba mal.

Sintió como si alguien o algo lo llamara y al girarse de nuevo vió una mesa, en el centro de la habitación, estaba intacta y en ella descansaba una caja de cristal, brillante y limpia. Draco se acercó para verla mejor y dentro vió una rosa blanca, tenía algunos pétalos a su alrededor, que seguramente habían caído de la propia rosa.

Draco no resistió el impulso de tocarla.

Las rosas siempre habían sido su flor favorita, en su hogar, su madre solía cuidar las rosas y los narcisos como gemas preciosas, pues eran las flores favoritas de ambos, sin embargo, Draco jamás había visto una rosa así de blanca, casi parecía brillar con la leve luz de la luna que entraba a la habitación.

Sus manos tomaron la tapa de la caja y sin hacer ruido la quitó dejándola de lado, la rosa parecía llamar a Draco, acercó su mano a ella con la intención de tomarla, pero entonces un viento frío chocó contra su nuca.

Se giró y frente a él vio a Harry, que gruñó nada mas ver la caja abierta. Lo empujó con su cuerpo para rápidamente poner la tapa de la caja. Draco estaba confundido y asustado, quería irse, sabía que debía irse, pero sus pies se habían congelado y ninguna parte de su cuerpo le respondia.

— ¿Por qué entraste aquí? —

El familiar tono molesto de Harry hizo estremecer a Draco, se había acostumbrado a escucharlo gritar, no podía imaginarse a Harry hablando suave o con ternura, pero aún así, le seguía dando pánico cada vez que Harry se molestaba.

— ¿¡Por qué estás aquí?! — El grito sacó a Draco de su trance y pudo mover sus piernas levemente.

— Y-yo — Su lengua temblaba como seguramente todo su cuerpo lo hacía.

La figura de Harry le aterraba, tan alto y fuerte, que Draco sabía que con un solo golpe que le diera lo dejaría inconsciente o peor.

— ¡Te dije que nunca vinieras aquí! —

Harry dió un paso hacia Draco, él retrocedió con terror y su cuerpo chocó con uno de los muebles destrozados.

— No creí que fuera malo. —

Se excusó, la valentía qué horas antes había mostrado ya no lo acompañaba, antes la puerta lo cubría, pero ahora Harry estaba frente a él, a menos de dos metros de distancia.

— ¿¡Te das cuenta de lo que pudiste hacer?! —

El mueble que estaba a unos centímetros más adelante de Draco fue golpeado por Harry, sin despegar su mirada de los ojos grises, destrozándolo completamente. Draco sintió entonces el verdadero terror, pues una de las manos de Harry se dirigió a él con la intención de golpearlo también, por suerte sus reflejos fueron rápidos y logró esquivar el golpe.

— ¡Ya basta! — Gritó con pánico.

Harry tiró otro manotazo que Draco apenas pudo esquivar. La mente de Draco se aclaró entonces y pudo escuchar la voz en su interior que le decía que corriera y él obedeció.

Corrió lo más rápido que sus piernas se lo permitieron, corrio lejos de la habitación, lejos del ala oeste y bajó corriendo hasta la salida, gritando disculpas a Hermione y Ron que le pedían a gritos que no se fuera.

Harry se dió cuenta con horror de lo que había hecho, sintió vergüenza y terror de si mismo, había arruinado la única oportunidad que tenía para romper el hechizo y peor aún, dejó que su irá lo cegara y casi había lastimado a Draco, la expresión de terror que había visto en el rostro de Draco segundos antes lo hacía sentir asqueroso.

— Harry ¿Qué has hecho? —

Escuchó la voz de Ginny en su puerta, pero él se giró para no verla, la vergüenza no le permitía verla a los ojos.

— ¿Donde está? Necesito disculparme. —

— Se fue, Harry. —

El Prisionero De La Bestia [Harco/Drarry]Where stories live. Discover now