La Cueva

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La llama era cálida. Ambos sentados cerca del fuego mientras que con dos palos calentaban a dos insectos pequeños que habían cazado con anterioridad. El silencio de la caverna era opacado por el sonido lejano del viento y la arena chocando con las paredes del refugio improvisado. Estaba a punto de anochecer así que fue buen momento para haber encontrado este sitio.

Ambos guardaban silencio y miraban el fuego con aire perdido. El sonido chamuscado de la comida y el crepitar de las ramas por estar encendidas era apaciguador. Hornet fue la primera en retirar un poco la comida de la llama para tentarla levemente.

-Aún le falta un poco. – ambos retiraron levemente la comida del fuego y ensartaron el palo que lo sostenía a una distancia prudente. – Un poco más y estará listo.

Quirrel asintió en silencio sin añadir nada. Miro hacia fuera de la cueva. La noche estaba en su inicio y solo se veían las partículas de polvo que viajaban a la velocidad de la ventisca. Volteo a Hornet que esta se acomodaba en la roca donde estaba sentada cerca del fuego. Su aguja estaba reposando incrustada al lado de ella mientras miraba el fuego en silencio. Una curiosidad le invadió y, como vieja costumbre que tenía con su mentora, esa curiosidad necesitaba ser saciada.

-¿Cuál es tu historia? – la aludida lo miro interrogativa. – Digo, fuiste la protectora de Hallownest. ¿Quién fuiste para tomar ese rol?

Hornet volteo de nuevo la vista hacia el fuego.

-No es algo que te incumba. – Quirrel frunció el seño. No satisfecho con la respuesta.

-No lo es. – razonó él. – Pero no creo que sea algo que tengas que ocultar. Ya no. – ahora él tocó la comida y una sonrisa adornó su rostro. – Ya están listas.

Ambos empezaron a degustar el alimento improvisado. Las sombras de ambos bailaban tras ellos a la luz del fuego y Quirrel volvió a lanzar su pregunta.

-¿Es muy complicada como para contarla?

-¿Por qué insistes tanto en preguntar? – sopló el insecto para bajar su temperatura.

-Porque me da curiosidad. – sinceró él.

-Es molesto.

-Contar parte de tu vida no es algo malo. – le dio el mordisco, degustando. Tenía hambre.

-No se lo cuento a extraños.

-Somos dos insectos que hemos perdido todo, Hornet. – le lanzó una mirada con sentimiento. Pasando el trago de la comida. - ¿Qué podemos perder?

Hornet guardó silencio con una mirada inexpresiva. Quirrel iba a decir algo más, pero mejor calló al ver como ella volvía a perderse en el fuego.

-"Puede que me excediera un poco con mis palabras" – pensó arrepentido. Que, aunque eran unas crudas palabras y una verdad innegable, no significaba que no tuvieran un peso fuerte y un trago duro de pasar.

Escuchó como Hornet sacó aire de sus pulmones. Sus palabras salieron en susurros y claros.

-Soy hija de Herra: la bestia. Antigua reina de Nido Profundo. – su voz era carente de sentimiento. O eso intentaba transmitir. - Yo iba a ser la heredera de ese trono a cambio de que mi madre fuese una soñadora, a petición del Rey Pálido... mi padre. – Quirrel guardó silencio. Expectante a que fuera a continuar. Guardando su asombro para sí mismo pues, aunque ya sabía los posibles orígenes de su actual compañera al volver sus recuerdos después de cumplir su misión, no esperaba que ella misma fuera la hija de aquel ser que de seguro, solo conoció una vez en su vida. – Cuando nací, según me conto la matrona, cuando fui entregada a mi madre, a ella solo le dio tiempo de tenerme en sus brazos un corto periodo de tiempo. Ella debía cumplir con el trato del Rey Pálido. – el mordisco que ella le dio a su comida fue tal que pareciese que era con una molestia contenida. – Después de eso, pasé un tiempo con la Dama Blanca. Ella me crió como si fuera su propia hija. – Hornet soltó una risa seca. – Como si no le importase que su amado wyrm se fuese acostado con otra insecto.

DespedidaWhere stories live. Discover now