—Cirus—murmuro, ojalá haya podido escucharme bien.

—Sarai—responde, mirándome.

—El Oliver ayer me contó de cómo se conocieron—le cuento con una sonrisa tímida.—De su lista.

Él asiente con una gran sonrisa, una que antes no se la había visto. Se nota que le causan bonitos recuerdos sus momentos con el Oliver.

—¿Y querís saber lo que decía en la lista?—adivina.

—No, no, solo te decía para sacarte tema.

Cobarde, muy cobarde. Si él no me iba a morder por preguntarle.

Él asiente no muy conforme y para frente a una sala antigua, es de las que ya no se ocupan en el liceo, las tienen como para guardar materiales y eso. Según entiendo ni les profes entran a estas salas, sobretodo porque quedan apartadas de las otras.

—Puedes arrepentirte aún, estay a tiempo—dice el Cirus antes de entrar.

Él nota que lo dudo un poco y miro a los pasillos buscando a algún inspector que nos podría pillar.

—Sarai, me he encargado de aprenderme los recorridos de cada inspector. Sé sus horarios, por dónde pasan vigilando y cuántas veces lo hacen. Todo está aquí—apunta su frente.

Es raro, pero siento que no me está mintiendo. Cuando dijo que le gustaba decir la verdad, creo que en este momento lo está haciendo. Y también me doy cuenta que no se exagera al decir que el Cirus le gusta tener todo extrañamente controlado.

Me animo y abro la puerta yo misma.

En seguida la mirada de el Wilson y la Tami se dirigen a mi, creo que estaban en un momento un poco privado por lo cerca que están.

—¿Me tapo los ojos?—pregunto como weona porque ya me los estaba tapando con mi mano. Parezco una niña chiquita.

La fuerte risa de el Wilson me hace confundirme y quitarme la mano de los ojos lentamente para poder observarlo.

—No es una escena para mayores de dieciocho, así que tranquila reina—me sonríe la Tami.

—Sarai, me ofendes—el Wilson para de reírse y se pone una mano en el pecho.—¿De verdad creíste que yo sería capaz de hacer porno en mi amado liceo?—pregunta ofendido.

—Siempre hay que esperar lo inesperado—digo algo dudosa.

—Erís descarado, lamentablemente yo te he visto y escuchado—lo encara el Cirus.

—Erís afortunado, dulcesito—el Wilson le guiña un ojo.

—¿Tiraste aquí? ¿De verdad?—no puedo evitar preguntar.

—¡No! Este lugar es sagrado—dice rápidamente.

Yo asiento creyéndole y relajándome de la sorpresa.

—Pero los baños son otra historia—suelta una risita.—Esas weas deberían tener mi nombre, es mi territorio. Meo, fumo, lo limpio y tiro. Es todo un ciclo—se encoge de hombros.

te invito un coyac Where stories live. Discover now