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Dilailah Gin

No termino de cruzar la puerta que Sasha ya estaba gritando mi nombre para que fuera hacia ella.

— Tía, tía, tía, tía.—Yo la miro con cierto miedo, y hasta que le pasa ahora, pienso con la comisura de mis labios levantados ligeramente.

—Que, que, que ,que.—Contesto imitándola.

—¿Sabes que el mes de octubre esta terminado no?— Yo asiento con cierta intriga.—Pues... el 31 es Halloween o sea que... ¡FIESTA!—Grita eufórica, yo me río negando.

—Sabes que odio las fiestas ¿verdad?— Pregunto retórica, su respuesta ante eso es un largo suspiro mientras pone los ojos en blanco.

—Dilailah, vamos a ir punto.

—Sasha irás tú.—Corrijo riéndome.

Cuando termino de hablar con Sasha me dirijo a mi mesa. Zac seguía enfadado, no me había ni saludado al entrar. Me siento y empiezo a tener una discusión interna acerca de si debía preguntarle si iría y llevarme la respuesta más cortante de su parte o dejar que el orgullo ganara. Finalmente me acerco él con el la garganta reseca de los nervios.

—Hola Zac.— No contesta, ni siquiera levanta la cabeza. Cierro los ojos, suspiro y sigo. —Sabes, el 31 es Halloween y Sasha... — Sasha, Sasha, Sasha... joder— me ha comentado que hay una fiesta... ¿irás?—Cuando termino de hacerle la pregunta sigue sin decir nada, así que pienso que lo mejor es irme a mi sitio. Antes de sentarme una voz retumba por mis oídos.

—¿Irás tú?— Una mini sonrisa sale de mi e intento quitar la mala tensión que teníamos.

—¿Si voy yo, vas tú o que?—Digo mirándole alzando las cejas.

—¿Lo dudabas?—Lo dice serio, pero no le di ni la más mínima importancia, escucharle decir eso fue mejor de este día.

La semana pasó volando, le comente a Anne el tema de la fiesta días antes y... me insistió más ella que Sasha a que fuera. Era ya viernes 31, estábamos Sasha y yo en su habitación; mientras yo me tapaba las orejas con las manos ella seguía insistiendo para que fuera a la maldita fiesta.

—¡Venga! por favor—Dijo alargando la o— que será muy guay, enserio.

—¡Ag, Sasha ya te he dicho mil veces que no!—Contesto molesta.

—Pero, ¿por qué?— Pregunta poniendo ojos de corderito y alargando la e.

—Sasha me conoces desde los 3 años, sabes de sobras que odio todo lo que tenga que ver con masas de gente y si a eso le sumas hormonas y borrachos liándose por cada esquina es una pesadilla; peor.

—Dilailah, que pareces mi madre. Ponte el vestido, maquíllate y nos vamos—espeta seria—por favor que luego no va a haber más fiestas hasta...—insiste tornado los ojos y haciendo un gesto de longitud con la mano.

—Mira, voy solo para que te calles de una vez.—Le digo seria aunque no tardo ni un segundo e que me salga una sonrisita.—Cojo el precioso vestido negro de seda, corto y de tirantes, y me voy para cambiarme aunque escucho el grito de Sasha a lo lejos.

—¡Sííí!

Cuando terminamos de cambiarnos, miro a Sasha con envida sana. El vestido le queda estupendo, tanto que hasta siento un mini deseo de verla sin el.

—Joder, estás cañón.— Le confieso con cierta rabia. Yo no causo el mismo efecto, Sasha tiene un cuerpo muy curvilíneo y el vestido se lo destaca aún más. Tiene los pechos y el glúteo muy proporcionado, sin embargo yo carecía de culo y mis pechos son un poco más grandes que los glúteos, pero por pura casualidad.

—Tú también Dilailah, ¿te estás viendo?—Dice Sasha con brillo en los ojos.

—Lo hago.—Contesto rodando los ojos.—Esto es cortísimo para mi, y es súper ceñido.—Gruño.

—¿Eres tonta?— Pregunta Sasha riendo.—El vestido te llega por encima de las rodillas, es perfecto. No vas a ir como una mojigata.

—Y... ¿y si tengo frío?—Pregunto solo para ponerle pegas a todo lo que podía.—Porque tirantes en octubre...—Sasha me mira con los ojos entrecerrados.

—Como bien has dicho antes, me conoces desde los 3 años; deberías saber que soy una chica apañada.—Contesta con un guiño. Se dirige al armario y saca dos estolas de terciopelo blanco. Yo esbozo una sonrisa, estira el brazo para dármelo, lo cojo, me lo pruebo y doy un profundo suspiro.

—Me encanta.— Sasha aplaude dando mini saltitos.

Y era verdad, nunca me había sentido tan poderosa y sexy aunque seguía teniendo mis inseguridades.

—¡Vamos a maquillarte!— Grita Sasha como si fuera una niña de 5 años a la que le han dado un chupa chups.

—No te pases.— Le advierto con terror. Eran pocas las veces que me había maquillado y si lo hacía solo usaba rímel y gloss, no salía de ahí y tampoco quería.

—Que no.— Contesta con agotamiento por mi carácter.

Me siento en su tocador y como si mi cara fuera un cuadro empieza a echar mil potingues.

—Oye, ¿te imaginas que te lías con Zac?— supone Sasha pícara pero seria. Yo me muevo, pero ella limita mis movimientos.

—Eso no va a pasar.

—Quien sabe... igual hasta te lo follas duro contra el muro.... ya estás.— Yo ahogo un grito escandalizada, ella en cambio se ríe a carcajadas.

Me miro al espejo y abro los ojos como platos. Le ha quedado magnífico, era sencillo y nada recargado. Muy delicado y elegante. Consiste en un rímel que potencia mi mirada con un pintalabios mate de un tono nude.

—Diez de diez eh.—Le digo mostrando insatisfacción, ella mece mi cabeza mientras ríe.

—Bueno, me maquillo yo y nos vamos pitando— mira la hora en la pantalla del móvil y relaja sus músculos faciales. —Son las doce y diez, perfecto, llegar de los primeros es de frikis.— Yo solo río incómoda ante su comentario.

Traza pinceladas en su rostro que da gusto verla. Su maquillaje es un poco más elaborado. Se ha echado base, aunque le he insistido en que no le hace falta. Su piel es muy tersa y fina, parece de porcelana. En los ojos se ha puesto el mismo rímel sin embargo el eyeliner que se ha hecho le hace tener una mirada felina irresistible. Lo que más destaca en su maquillaje es el tono de labios que se ha puesto; rojo pasión.
Ella sabía que captaría varias miradas y eso quería.

—Vale pido un taxi y nos vamos al local.

Este llega en unos diez minutos. Subimos al coche y mientras Sasha derrocha felicidad, a mi las inseguridades me están matando. Finalmente llegamos y nos posicionamos delante de la puerta. Estamos esperando la infernal cola y cuando llega nuestro turno, el portero abre la puerta. Yo solo puedo pensar en una cosa: Dios deséame suerte.

Lienzo blancoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin