12

79 29 81
                                    




Dilailah Gin

La semana siguiente la pase con Sasha en su casa, nos pasábamos las tardes estudiando y poniéndonos al día, tarde de chicas en toda regla. Me recordaba a cuando teníamos trece años, que nos poníamos a despotricar a toda la clase literal. La primera vez que vi su habitación me quedé horrorizada; era como como si hubiera sido masticada por un monstruo rosa gigante, era todo demasiado empalagoso. Las paredes se componían de un rosa chicle, una cama un poco más pequeña que una de matrimonio yacía en el centro con unas suaves cortinas blancas al igual que las sábanas de esta, un escritorio y... nada fuera de lo normal. Pero no congeniaba con mi estilo.

Al llegar al instituto, Sasha viene corriendo hacia mi gritando como si de un hábito se tratara, haciendo ásperos aspavientos preguntándome si tengo la tarde libre para poder ir a su casa, que raro. Yo esbozo una sonrisa negando con la cabeza y acepto. En la última clase de las tres primeras horas se fue al médico así que pude ir a mi refugio después de tanto tiempo.

Cuando llego me quedo pensando en Zac, las cosas estaban raras y no en el buen sentido, desde que me empecé a llevar con Sasha, me acaparaba tanto que no podía verle a penas. Y en cierta parte me entristecía, pero lo pasaba muy bien con Sasha y después del último contacto que tuvo con Dylan no quería dejarla sola, aunque sentía que me estaba apartado de Zac.

Me tumbo con mis auriculares como de costumbre y me quedo mirando las nubes. Siento una presencia a mi lado la cual hace que me sobresalte y cuando veo quien es, se me escapa una sonrisa. Hablando del rey de Roma pienso.

—¿Hoy tampoco te voy a poder ver?— Pregunta con ojos de corderito y subiendo el labio inferior, mientras se sienta a mi lado. Me da mucha ternura y le sonrío débilmente.

—...Es que Sasha ya me lo he propuesto, no puedo decirle que no ahora.— Me sentía mal por él. Hacía mucho que no pasábamos la tarde juntos y lo echaba de menos, pero con Sasha todo iba sobre ruedas y quería que siguiera así.—Lo siento.

—No te preocupes.

—Algún día de estos de verdad que quedamos solos.— Él torna los ojos y eso me hace sentir aún más culpable. Le hago una mueca de no entender el porque ese gesto.

—Si es que te acuerdas de mi.— Lo está diciendo demasiado serio para ser él, no hay ni un ápice de dulzura antes sus palabras, ni una sonrisa lobuna, ni nada.

—Zac, sabes que siempre lo hago.

—¿A si?— Pregunta sarcástico. Su actitud me está empezando a cansar, pero intento controlarme.

—¿Hay celos?— Le pregunto un poco pícara para intentar no tensar más la situación.

—Lo estoy diciendo enserio, Dilailah.— Cuando le escucho decir mi primer nombre y no el segundo, mi corazón se hiela. — No sé, Gin me da rabia estar así, no sabes el bien que me haces, pasar aunque solo sean diez minutos contigo es pasar diez minutos en la gloria, y me siento apartado de tu vida y créeme que este sentimiento me está matando.

Antes de que pueda decir nada se levanta, gira su cuerpo y cabeza y me dice:

—Sabes que yo voy a estar siempre para ti, pero tampoco me tengas como a una segunda opción.

Y se va.

Cierro los ojos y di un suspiro. Cuando el timbre suena me levanto de mala gana y voy a clase.

Las tres últimas clases fueron infernales y no por el hecho de las asignaturas, sino por la tensión que había entre Zac y yo. Traté varias veces de cruzar miradas con él, pero es que pasaba de mi cara literal. Mantenía la vista al frente pretendiendo hacer que escuchaba algo de lo que los profesores hablaban. Joder, la culpa me corroía por dentro. Intenté apartar a Zac de mis pensamientos y me centré en Sasha y en lo bien que me lo pasaría con su compañía.

Lienzo blancoWhere stories live. Discover now