Capítulo 34: Despertares

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La intensidad con la que me estaba mirando provocaba todo un incendio dentro de mí. Estaba siendo una auténtica descerebrada, pero cuando uno ya ha puesto un pie en la cueva y se ha hecho amiga del lobo, no se pierde nada por ir a buscar el final de la guarida.

Se incorporó, quedándose sentado en la cama intentando acostumbrarse a la luz. Aunque quisiera ocultarlo y hacerse el duro, la forma en la que tenía la mirada perdida me indicaba que no estaba tan bien como quería hacerme creer. Me levanté, cogí el neceser de la bolsa y le lancé una pastilla.

- No seas cabezota y tómatela, aunque deberías comer algo primero.

- ¿No me vas a hacer el desayuno? – Le miré con los brazos cruzados – Olvídalo, me acabo de acordar de que eres un desastre en la cocina.

Se levantó y se miró en el espejo de la esquina de la habitación, revolviéndose el pelo antes de girarse hacia mí y guiarme con la mano apoyada en mi hombro hacia la puerta de la habitación. Sin poner resistencia le seguí, bajando las escaleras y sentándome en la silla de la cocina mientras que él preparaba las cosas.

- ¿Huevos revueltos? – Me miró y asentí.

Se me estaba haciendo demasiado raro la forma en la que estaba actuando, pero tampoco quería hacer nada que provocase que la burbuja explotase. En el fondo daba gracias porque no hubiese nadie más despierto, o que al menos nadie estuviera en la planta baja de la casa deambulando.

La voz de mi cabeza me pedía a gritos que le preguntase el porqué de su comportamiento o a qué se refería con que iba a ser egoísta, pero me causaba rechazo saber que la posibilidad de que me contestase era mínima.

Puso dos platos en la mesa junto a dos tazas con zumo de naranja y observé como se sentaba en la silla en frente de la mía. Había estado tan sumida en mis pensamientos que no me había dado cuenta de que había abierto la nevera para coger el zumo. Cogió la pastilla que le había dado antes y se la llevó a la boca sin pensárselo demasiado.

- ¿Tengo monos en la cara? – Parpadeé un par de veces saliendo de mi pequeño trance y negué con la cabeza.

- Solo estaba pensando.

- ¿Debería preocuparme eso? Nunca tramas nada bueno.

Me llevé el tenedor a la boca y puse los ojos en blanco ignorándole completamente. Me recordaba a como se comportaba cuando ambos estábamos juntos en mi casa. Parecía un chico normal y en el fondo deseaba que así lo fuese, pero ya había aprendido la lección y mi cerebro parecía decir que no le importaba seguir jugando con fuego.

- Esto se me está haciendo muy raro – Levantó la vista de su plato masticando despacio.

- ¿El qué?

- Esto - Le señalé de arriba abajo dejando el tenedor sobre el plato vacío – Me da escalofríos como te estás comportando. Es... raro.

Me miró con seriedad antes de volver a mirar su plato y seguir comiendo como si no hubiese dicho nada.

- ¿Dónde dormiste anoche? – Giré la cabeza para fijarme en Catherine quien venía con cara de pocos amigos y un pijama que dejaba poco a la imaginación – Porque te estuve esperando y no apareciste.

La tensión en el ambiente iba aumentando por momentos, aunque no estaba segura de si era solo cosa mía, ya que me sentía la tercera en discordia en esta situación. Drake continuaba haciendo oídos sordos a sus reclamos y estaba concentrado en terminarse lo que le quedaba en el plato. Catherine reparó en mi presencia y en que me encontraba en la cocina sentada frente a él. Frunció el ceño y se cruzó de brazos.

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