Falsos estereotipos

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Se encontraban en la sala de entrenamiento, Allard empuñaba su espada contra su mentora: Sophia Pridney, la mejor espadachín del reino. Durante unos instantes, el azabache creía que iba a ganar, hasta que le mujer enredó su espada con la suya y se la arrancó de las manos.

Karum, Percival y Leila se encontraban observando todo ese espectáculo, para luego aplaudir en felicitación a la mujer. Percy, por otro lado, aplaudía asustado, ya que luego iba él.

La espadachín recuperó la espada príncipe y se la devolvió con una sonrisa satisfecha.

- Muy bien hecho, Su Alteza, pero, he de decir, que hoy lo veo un poco distraído- observó su mentora-. ¿Acaso se debe a que tenemos audiencia? Pero, si mal no recuerdo, la última vez que tuvo una demostración, gran parte del pueblo, la corte y su familia se encontraban presentes- algo curioso de esta mujer era que siempre divagaba, incluso en sus combates. Los eruditos todavía buscaban saber cómo era que podía hacer eso.

El efecto que tuvieron esas palabras fueron sólo vistas por Sophia, ya que el príncipe se hallaba de espaldas a sus conocidos. Su rostro se volvió de un tono un tanto rojizo, quien lo viera diría que  se trataba de su agotamiento por el entrenamiento, pero la mujer sabía que no era eso. Buscó detrás de él y encontró la causa: quería impresionar a su hermanito,¿ No es lo más tierno que hay?

- Oh, ¡No se preocupe! Estoy segura de que el príncipe Karum no dejaría de verlo como su ídolo ni en un millón de años- el muchacho se vió preocupado, pero agradeció lo despistada que era su mentora a veces.

- Sí, tiene razón, Lady Pridney, por un momento creí que decepcionaría a Karum- intentó seguir el juego.

- ¡No te preocupes, hermano!- le aseguró la voz de su hermanito, al tiempo que sentía como le abrazaba la cintura-. ¡Eso fue increíble! Tu espada hizo WOOM y la de Lady Pridney hizo FIUUU y luego tú hiciste ZAS y... Y... ¿Verdad que fue increíble, Leila?

- Tiene razón, mi príncipe, un combate digno de Su Alteza- confirmó al tiempo que se acercaba a ellos-. Le pido por favor que no se apegue mucho a su hermano, ya que él no se encuentra en las más óptimas condiciones sanitarias- dijo intentando separar ese abrazo, cuando vió cómo ambos hermanos se confabulaban y se arrojaban hacia ella.

No contaron con que la joven se separaría y se movería con tal rapidez como para quedar junto a la espadachín, que miraba toda esta situación completamente divertida. Ambos jóvenes quedaron en el suelo, al no poder interceptar con ella.

- Impresionante demostración, señorita Fellow- la premió la mujer-. Cuando quiera, puede entrenar conmigo.

- Le agradezco, Lady Pridney, pero el combate no es lo mío-dijo con una reverencia.

- ¡Es mentira!¡Cuando jugamos a ser espadachines, tú siempre ganas Leila!- se volvió a escuchar al príncipe exclamar.

- Una cosa es el juego, Su Alteza, y otra cosa completamente diferente es el combate real- le aseguró la mayor de la sala, seriamente. Cosa rara en ella, ya que era conocida por ser muy bromista y sarcástica-. Ahora, príncipe Percival, es su turno.

Se vio cómo el nombrado tragó saliva, nervioso, para luego mirar a todos los presentes y carraspear.

- Preferiría no tener audiencia- dijo.

Con ello Allard, Karum y Leila se retiraron. Ya dentro del castillo se dividieron, dirigiéndose cada uno a su habitación correspondiente: el mayor a asearse y los otros dos a jugar.

Al salir del baño, el azabache pudo escuchar que en la habitación de su hermanito había mucho silencio, así que se cambió rápidamente para ver de qué se trataba.

Desde las cenizasWhere stories live. Discover now