17: El del viaje a Roma

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Estoy sentada en el restaurante, ese que tanto me gustaba cada vez que pasaba por Gran Vía, el de las pegatinas en el cristal, esperando a mis amigas

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Estoy sentada en el restaurante, ese que tanto me gustaba cada vez que pasaba por Gran Vía, el de las pegatinas en el cristal, esperando a mis amigas. Al final no es tan caro como yo pensaba, aunque solo he pedido vino. Me siento como en una película.

—Solo son tres días —les explico nada más contárselo.

—En la ciudad más romántica del mundo.

—No, esa es París —interrumpe Melissa con un gesto de desaprobación y yo doy otro trago a mi copa.

Entonces Clara me mira y frunce el ceño con tristeza.

—¿Qué vas a hacer con él?

—Ignorarle por completo.

Es hora de poner en práctica el consejo de Aurora. Ya va siendo hora. Pienso omitir su existencia de mi vida.

—¿Y si hablas con él? Siempre es mejor hablar las cosas.

—Si me han ido mal todas las citas, tal vez el problema sea yo y no la fórmula —sugiero pensativa ante la idea que ha ido poco a poco surgiendo estos últimos días.

—Ni de coña, no digas eso —replica Clara apuntándome con el dedo a modo de amenaza.

—Yo todavía no me lo creo del todo, las revistas no han dicho nada —expone Melissa y niego con la cabeza con convicción.

—Las revistas no van a decir nada de ellos.

—No te creas, Fabiola es muy famosa allí —asiente Melissa y Clara se pone de su lado. Coge el teléfono y me enseña una foto de ella en la portada. Aparto la mirada con asco.

—Fue un mentiroso y jugó con mis ilusiones —respondo y doy el último trago a mi copa. Me levanto mientras me coloco el bolso sobre el hombro.

Mis compañeras se levantan y Clara es la primera en hablar.

—No te vayas sin regalarme una sonrisa. Yo quiero a la Erin divertida, no a la triste.

No puedo evitar reírme cuando me aprieta la cara con sus manos y me mira haciendo un puchero. Luego Melissa me abraza y me pide que me lo pase bien.

—¡Haz muchas fotos! —grita a lo lejos—. ¡Eh, no te olvides de pedir un deseo en la Fontana di Trevi!

Tras un rato de autobús, consigo llegar al aeropuerto. Aunque yo no quería ir al viaje, Violeta ha insistido mucho en que mi participación en el proyecto ha causado mucha curiosidad entre los inversores y quieren que les cuente mi experiencia con la fórmula de primera mano. Por mi futuro laboral, he acabado aceptando. Solo por eso. Me ha asegurado que esto hará despegar mi carrera como publicista. No podía negarme.

Miro la pantalla de mi móvil y elimino todas las llamadas que tengo: una de mi padre, con el que hablé anoche; un par de Clara para que saliera del baño; y el resto de Enzo. Ignorarle es lo mejor que he podido hacer.

La fórmula perfecta © |COMPLETA|Where stories live. Discover now