Siempre era una de las dos opciones. Nunca se a hecho la diferencia. 

-Recuerda que estás en una secta de brujos. Así que tú también eres una.

Sonreí.

-¿No debería de ser un aquelarre, entonces?- fruncí el ceño- Creía que el grupo de brujos y brujas, se llamaba así.

-Y así es. Pero Jacob es un poco especial y opinaba que secta sonaba más poderoso e importante- dijo en tono de burla, provocando una ligera risa por mi parte.- Pero también podríamos denominarnos secta, ya que las denominadas sectas no son solo las que adoran a Satán, que es lo que la mayoría piensa. Hay sectas religiosas, sectas caníbales, sectas de brujos...

-Por eso nosotros llevamos capa y no escoba, ¿no?- pregunté provocando una sonrisa ésta vez en él.

Asintió.

-Pues Jacob para ser tu mejor amigo y ser tan serio y seco, a tenido una buena idea... me gustan nuestras capas- dije, mirándole con diversión.

-Iréis aprendiendo y os someteréis a varias pruebas. Y cuando hayáis pasado esas pruebas, se os dará finalmente la capa negra.

Asentí.

Y cuando llegamos al coche, aquello que se me había olvidado en el transcurso de la tranquila charla que tuvimos, volvió a mi mente. Y tensó toda mi espalda.

Me senté en el sitio de copiloto y al instante me vino un olor a menta que a decir verdad, me sorprendió. Cuando se subió a mi lado, observó mis cejas levantadas mientras se ponía el cinturón. 

-¿A qué se debe tu sorpresa?

Me encogí de hombros.

-Creía que tu coche iba a oler igual que el de Alexander- me miró con una ceja elevada y yo observé sus ojos oscuros como un abismo- A calcetines y comida chatarra. 

Una sonrisa completa de dientes completos fue lo que obtuve como respuesta. Negó con la cabeza, para poner su mano en mi asiento para dar marcha atrás. 

Observé que cuando sonrió de esa manera, se le marcaron unos adorables hoyuelos en las mejillas que eliminaban cualquier rastro de seriedad o intimidación en su rostro.

-Deberías de sonreír así más a menudo- susurré, mirando al frente cuando nos incorporamos a la carretera.

Se mantuvo unos segundos en silencio, y yo empecé a jugar con mis dedos, ante el incómodo silencio y el espacio reducido en el que me encontraba.

-Lo haría si me hicieran sonreír más a menudo- respondió, manteniendo la mirada al frente.

Respiré profundo, absorbiendo las palabras escondidas detrás de esa frase. 




-No quiero salir- murmuré, apoyando la frente contra el cristal del coche.

Había aparcado a unos cuantos metros atrás del coche de Alexander, quién aún no nos había visto. Mi mirada estaba clavada en la casa de Melanka.

Mis ojos se cristalizaron.

-No vas a entrar ahí, Kimberly- giré el rostro para observarlo- Entraré yo e intentaré averiguar qué demonios está sucediendo allí- dijo serio, observando la casa.

Negué con la cabeza.

-¿Estás loco? ¿Quieres entrar allí solo?- pregunté.

Se desabrochó el cinturón.

-He visto y escuchado a esa criatura de tus sueños, Kimberly. Y te persiguen. Te quieren para algo, y sería como ponerte en bandeja si entras allí. Debes de permanecer lo más lejos posible de esas criaturas- dijo girando el rostro y mirándome seriamente- Según lo que tu y Alexander me habéis dicho, es muy probable que ella ahora mismo esté encerrada en su propio cuerpo, sufriendo. Pero eso es lo que tiene la posesión.

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