Capítulo siete.

232 35 42
                                    

Dos semanas después, no había día en que Harry y Louis no se juntaran a la tarde en la librería o en algún parque. Era cómo una rutina: ambos se despertaban, iban a sus escuelas, por la tarde se veían en algún lado hasta el atardecer, volvían a sus casas y esperaban que llegara el otro día.

Prácticamente ya sabían casi todo de la vida del otro. Habían entrado en confianza más rápido de lo que esperaban, pero tampoco se quejaban.
Casi siempre se veían para que Harry narrase un libro cualquiera, pero siempre terminaban en charlas profundas sobre el pasado a temas así. Temas de los que Harry o Louis no se hubieran atrevido a hablarlo con cualquiera, pero sin embargo la desconfianza desaparecía cuando Harry lo veía y Louis sentía su presencia.

Era frustrante para Tomlinson no poder ver el rostro de Harry. Se estresaba demasiado porque realmente quería conocerlo, saber su color de pelo, su color de ojos, que tan brillante debe ser su sonrisa o que diferencia de estatura tendría con él.

No tenía un rostro para él aún. Su voz no le decía nada, era como la silueta negra de una persona con un signo de pregunta en su rostro. Era estúpido, lo sabía, pero... no, no podía imaginarlo. ¿Blanco o negro de piel? ¿Pelo oscuro, claro o teñido de algún color extravagante? ¿Nariz redonda, chata o alargada? ¿Labios finos o gruesos?. Pasaba la mayor parte del tiempo pensando en ello.

Cierta vez tuvo la necesidad de preguntarle cómo era físicamente, pero no lo hizo. Le dió vergüenza, aunque no sabía realmente por qué.

Se ponía nervioso estando con él. Harry tenía una voz muy profunda y ciertas veces habían tenido roces de brazos o manos. Otras veces Harry rodeaba la nuca de Louis con su brazo y juntaba sus cabezas, algo que viniendo de otra persona lo incomodaba pero viniendo de Harry no. Quizá el chico empezaba a gustarle, no lo sabía. No quería profundizar en aquellos sentimientos apenas crecidos porque por primera vez en mucho tiempo tenía una linda y real amistad.

Por otra parte, Harry ya lo estaba aceptando. Comenzaba a darse cuenta de esa necesidad de estar junto a Louis todo el tiempo, ese anhelo de oír su risa y observar sus grandes ojos azules. Sus cejas curvadas y su linda naricita.
Odiaba pensar de esa forma, porque Louis era su amigo. Únicamente su amigo. Pero a veces los pensamientos y sentimientos eran inevitables. Sí, quizá le gustaba un poco, pero ese sentimiento podía tanto incrementar como desaparecer. Y se inclinaba, o al menos esperaba, que fuese la segunda opción.

—¿Entonces te gusta o no? —preguntó Niall, tirando en un canasto el papelito del chicle que metió a su boca. Masticó con la boca abierta (algo que desesperaba a Harry) e hizo un globo que explotó a los segundos.

—Ya te dije que no sé. Que es mejor olvidar el tema. ¿Por qué no me hablas de cómo te hiciste esos moretones que intentaste, inútilmente, tapar con maquillaje?.

Niall tenía un cortecito en el pómulo, y una gran mancha alrededor más oscura que la base. Se notaba demasiado que estaba golpeado, sin duda.

—Ese chico... ¿Jonas? Es un idiota. Rompió mi teléfono en los baños y lo golpeé —alzó los hombros despreocupadamente—. Gané, por si te lo preguntas.

—¿Por eso no contestabas? —preguntó. Le había mandado mensajes y ni siquiera le llegaban, así que optó por la opción de pasar a buscarlo a su casa y salir a caminar un rato.

—Exacto. Fue en la salida. También por eso no te acompañé a casa.

—Vaya. Jonas es un idiota —dijo—. Se lo merece por imbécil.

—Exacto —hizo otro globo, explotó y volvió a masticar con la boca abierta—. Cambiando de tema, creo que le gusto a Sidney.

—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó, alzando las cejas.

Mi adorable lector - [Larry]Where stories live. Discover now