Capítulo dos.

322 46 72
                                    

Louis pidió helado de frutilla. Estuvo varios minutos en la nada, llevándose cucharadas a la boca y pensando en aquél desconocido de voz grave y amable.
Era extraño y lindo, porque nunca nadie en mucho tiempo, además de su familia, se había acercado a hablarle.

Sus amigos, en cierto punto, se cansaban de hacer siempre las mismas cosas por él. Pensaban que era una carga, y llegaron hasta decirle que era un inútil. Quedó devastado, y no confió en nadie más. Pero este chico... tenía algo, no sé... atrapante.

Cayó en cuenta de que ninguno había dicho su nombre y golpeó su frente con la palma de su mano levemente. Lottie no le prestó demasiada atención, pues estaba muy metida en los chismes que Natalie le contaba sobre Michael y su novia Alyson.
Louis las ignoraba por completo. ¿Si se hubiera quedado seguiría hablando con el extraño? Quizá...

—Louis, volvemos en unos segundos, ¿sí? —avisó Lottie—. Hubo un problema en la librería y...

—Soy una carga. Te espero.

Louis golpeó sus dedos con la mesa, mientras terminaba de comer su helado, totalmente aburrido. Sabía que estaba en un lugar que desconocía, y que desde ahí no sabría como volver a casa. Además si su hermana llegaba y no lo veía, le daría un infarto.

Fue cuándo unas voces se le hicieron  conocidas. Tardó un poco en reconocerlos y luego comenzó a dudar de si lo habían visto y de si disimulaba bien su incomodidad.
Supo que lo habían notado cuándo las voces disminuyeron hasta convertirse en murmullos, y no pudo evitar sentirse mal al respecto.

Habían sido un asco con él y lo habían convertido en alguien totalmente inseguro. No podía hablar con nadie, incluyendo familia, sin que pensara que aburría o que no lo soportaban. Por eso se matenía siempre alejado de todo mundo, porque no quería estar siempre dependiendo de alguien, no quería ser una carga, ni mucho menos molestar a alguien con sus temas de conversación tan aburridos.

No podía verlos, pero apostaba quiénes estaban ahí. Sarah, Marie, John, Zayn. Cuatro idiotas que no valían la pena, ahora lo veía, pero no dejaba de causarle inseguridad.

Rogaba internamente por que ellos no se acercaran a hablarle, sin embargo, oyó su nombre salir de la boca de la estúpida de Marie.

—Louis.

—Marie.

—Hace taaanto tiempo no te vemos —oyó como se sentaba a su lado, y él solo quería salir corriendo.

—Lo mismo digo. Hace mucho tiempo no los veo.

—Sigues siendo tú y tus chistes, eh —comentó Zayn.

—Sólo fue el año pasado cuándo decidieron dejarme, no cambié mucho a decir verdad.

—¡No te dejamos! —esta vez habló Sarah—. Te negaste a venir con nosotros de un momento a otro, y no sabíamos como reaccionar. Tú decidiste alejarte.

—Sí, quizá porque me cansaba de oír tu irritante y chillona voz, ridícula.

Sí, Sarah era una ridícula y una hipócrita. Se la imaginaba como esas niñas rubias y presumidas que vestían cosas ajustadas aunque se veían "gordas" y reían fuerte para llamar la atención. Esta última la confirmaba. Era una idiota, y había sido la que más lo había lastimado, porque por más de la visión que tuviera de ella ahora, en su momento había caído rendido a sus pies totalmente. Estaba enamorado, por primera vez en su vida, se había enamorado. O al menos eso creía. No sabía mucho del amor.

Mi adorable lector - [Larry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora