Noelia 27💙

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—¿Otra vez? —le digo a Samuel que quiere tomar su café de vainilla en la cama a esta hora. 

     Me ha dicho que es descafeinado, pero no sé por qué me cuesta creerlo. Es la una de la madtugada, y no veo yo que tras pasar las últimas dos noches en el hospital, alguno de los dos tengamos sueño. 

     No me da lugar a quejas, me ha puesto la taza sobre los labios. Samuel me obliga beber y yo no puedo negarme. 

     —Te quiero —me dice él cuando aún no trago el líquido por completo.

     No es que me atragante, pero la garganta se me cierra, y la pena de oírselo decir sabiendo que no es a mí a quien se lo dice, no me pasa de ahí. 

     —Es muy bonito lo que has dicho. 

     —¿Por qué no habría de serlo? Un te quiero siempre suena bien. 

     —No he querido decir eso. 

     —¿Entonces qué? Mírame a los ojos —me dice subiendo mi rostro con la ayuda de su mano en mi barbilla. Por un instante he bajado la mirada, verlo cómo la mira a ella, duele—. Te quiero, Noelia, te quiero a ti. 

     —Puedo llegar a creerlo porque  suena muy sincero. 

     —Ven. 

     Y me besa con ternura. Su boca me reclama, Samuel quiere así convencerme de que ese te quiero es mío, que me pertenece como lo hará en poco tiempo su alma.

     El beso sube de intensidad, el calor de la habitación se duplica en esta noche de verano, y eso que seguimos desnudos y con el aire acondicionado a tope. Me da a mí que el café fluye por mis venas en una exitación incontrolable. 

     Me dejo tumbar sobre la cama, Samuel es muy persuasivo en eso, se está colocando encima de mí. Besa mi boca primero para deslizar sus labios después por mi cuello, entre los pechos o el ombligo. Describe un recorrido húmedo hasta rozar mi pubis con su nariz, aspira mi aroma y me dice cuánto le gusta. 

     —Samuel —digo retorciéndome bajo él. 

     Emite un sonido, que entiendo como un ¿qué? No lo oigo del todo bien porque su boca ya está ocupada. 

    Agarro la sábana con fuerza, y mientras clavo ambos pies al colchón elevo mis caderas. Controlo así que Samuel pueda meter su lengua en mí, que se adentre en mis pliegues. Sus manos por  debajo de mi culo llevan el ritmo. 

          —Samuel. —Sigo sin saber qué más quiero decirle, estoy a punto de llegar al límite. Él lo sabe porque me da un lametazo tras otro sin parar, sin dejar de chupar o absorber mi clítoris para obtener mi orgasmo. Y cuando lo logra, yo agarro su pelo con fuerza y me deshago en su boca. 

     Separo de inmediato su rostro para poder verlo. Me sonríe al tiempo que se relame los labios. 

     —No hagas eso,  cochino —le digo muerta de vergüenza, se lleva un cate en las manos que me soban sin descanso. 

      —¿Y cómo piensas evitarlo?

     Y es decirlo y ponerse el condón, con el que yo le ayudo. 

     —¿Prefieres lamerlo tú? —dice ahora mientras trepa por mi cuerpo, abre una de mis piernas, que se pone sobre el hombro, y me besa para que yo termine de chupar lo que él empezó. 

     Ni que decir tengo que antes se ha detenido para penetrarme de un solo movimiento. 

     —¿Empieza a quedarte claro? —me dice moviéndose tranquilo, pausado. Se apoya en el brazo contrario a la herida, y solo por eso no le pido que acelere ni que me folle más rápido, porque podría lastimarse. 

EMBRUJO DE ALMASWhere stories live. Discover now