28.

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Carter caminaba a mi lado por la acera. Luego de salir del Preston con trescientos euros en mi bolsillo, él me tomó la mano y me llevó por un rico helado de choco chips, mi favorito. La noche estaba fría y yo no sabía a dónde nos dirigíamos. Pero en realidad no me importaba, por lo menos sabía que no saldríamos de la ciudad.

―Esta es la mejor cita de mi vida. ―Suspiró.

Mis mejillas se encendieron en un color carmesí de nuevo.

―¿Has tenido muchas citas? ―le pregunté mientras con mi zapato pateaba una piedrita lejos hacia la calle. No había muchas personas ni autos. Miré mi reloj: ya eran las ocho.

―Unas cuantas... Muy aburridas comparadas con esta. ―Se volteó y me miró con una expresión de felicidad.

―¿No tenemos que ir por tu motocicleta? ―pregunté sonriente.

Él me tenía tan contenta que me había olvidado del hecho de que era tarde y tenía que estar en casa. Me había perdido la cena y probablemente mis padres estuvieran como locos tratando de localizarme en mi teléfono, el cual había apagado hace mucho.

Sólo esperaba que la mentira de Natalia y Adam se mantuviera un rato más.

―Cierto. ―Él le dio una sensual lamida a su paleta de fresa y alargó su mano para pedir la mía―. Vamos.

Se la entregué con gusto, disimulando las ganas que tenía de saltar y corretear por allí, pregonando cuán de buen humor estaba.

Caminamos por la acera tomados de la mano hasta que llegamos de nuevo frente al bar en donde estaba aparcada la motocicleta. La cita aún no había terminado. Mi helado se estaba derritiendo, igual que yo por dentro.

Él se quedó mirando la moto por unos segundos y sonrió.

―¿Te parece si nos sentamos? Quiero... interrogarte. ―Se giró a verme y apuntó con su mano a los bancos de una parada autobús cercana.

Reí, estúpidamente emocionada por eso.

―Seguro. ―Me encogí de hombros.

Sonrió y apretó mi mano para seguir caminando hasta allí. Me senté muy cerca de él. No sabía lo que él estaba pensando, pero podía decir que no estaba incómodo, o perdido, o aburrido... sólo estaba bien. Igual que yo.

―¿Dónde aprendiste a jugar billar, June? ―preguntó seguido de una carcajada.

―Mi abuelo materno me enseñó. ―Recosté mi espalda en el respaldo de la banca y subí los pies para abrazar mis rodillas. Recordé que tenía una barquilla de choco chips en mi mano derecha. Pasé la lengua por los lugares donde se había escurrido―. Mmm, pasaba mucho tiempo con él durante las vacaciones de la escuela. También sé jugar póker, ajedrez, damas chinas y sé cómo encender una pipa.

Carter dejó escapar una sonora risa y echó la cabeza hacia atrás.

―Vaya, es interesante ―dijo recobrando el aliento―. ¿Sigue él vivo? ―Su risa se opacó y me miró. Asentí sin despegar la boca de la galleta de mi helado.

―Uy, sí, vivito y coleando.

A Carter debió parecerle muy graciosa mi expresión porque parecía constipado cuando trataba de no reírse.

―¿Qué hay de tus abuelos? ¿Siguen vivos?

―Sólo la madre de mi madre. ―Se encogió de hombro―. Aun es joven. ―Su sonrisa era nostálgica.

De pronto él se giró para verme como si fuera a hacer una pregunta demasiado personal, pero no podía tomarlo en serio con sus labios pegados sensualmente a esa paletita de fresa. Simplemente no podía.

TEDDY (vol. I, II y II)Where stories live. Discover now