4.

965 145 17
                                    

Luego de unos doce minutos más de una conversación sobre asuntos banales con mi madre, llegamos al instituto.

Jake no estaba por ninguna parte como yo esperaba. Suspiré y me dirigí a mi casillero. «Tal vez se enfermó. De igual manera, lo odio por dejarme sola.» Abrí el casillero con la mayor lentitud posible, saqué el horario color verde y lo miré. «Vaya, hora libre, tenía suficiente tiempo entonces.» Cerré casillero con fuerza. Jake no estaba y hablar con Finnick no era opción, no quería que me recordara lo estúpida que había sido la noche anterior. Porque ya lo había hecho en la mañana y lo volvería hacer. No es que yo fuera esquizofrénica o algo... pero a lo mejor sí lo era.

―Oye, se te cayó esto ―una voz ronca, sensual, profunda y encantadora se dirigió hacia mí, así que me volteé lentamente.

«No puede ser, no puede ser.»

Mis dientes se encajaron en mi labio inferior sin piedad. Me dolía, pero si no lo hacía creo que me desmayaría. Necesitaba el dolor para saber que esto estaba pasando.

Vi a Brice Sommers parado frente a mí. El chico me superaba por una cabeza, estaba usando unos jeans ajustados, un gorro verde escondiendo sus ―seguramente― suaves rizos castaños y una camiseta azul, muy informal que va perfecto con sus converse del mismo color. Tragué grueso y me tomé el tiempo para detallarlo guardando cada una de sus facciones en mi cerebro. «Es tan perfecto.»

Cuando mi espalda chocó contra el metal de los casilleros, caí en cuenta de que había estado retrocediendo, y debía verme bastante mal porque me preguntó:

―¿Te encuentras bien?

Y entonces empecé balbucear:

―S-sí, d-de m-maravilla ¿y tú? ―Cerré los ojos recalcándome mentalmente lo estúpida que soy por preguntarle tal idiotez. Él sonríe mostrando su hilera de dientes perfectos que haría que la chica de la propaganda de Colgate se sintiera mal.

―Pues bien, se te cayó esto. ―Alargó su mano hasta mí y fue cuando me di cuenta de que en ella traía mi tarea de matemáticas. Mis manos estaban temblando de nuevo, pero reuní el coraje suficiente para controlarlas y tomar la hoja de papel.

―Gracias. ―Apreté mis labios. Él me miró a los ojos e hizo una mueca de curiosidad, como buscando algo en mí.

―¡Oye! ―exclamó después de un rato―. Te conozco, eres la hija de los Dunphy-Darrell.

Mi cara se tiñó de rojo, podía sentir el ardor en mis mejillas, mi estómago se estaba revolviendo y parecía que mi corazón iba a salirse de mi pecho.

―Ah... yo... ―Traté de decir algo, algo que me salvara, algo que fuera lo suficientemente bueno como para una coartada, pero no había nada. Nada.

―Oye ¿estás bien? ¿Ayer no estabas enferma? ―interrumpió él. Puso su mano en mi hombro, pero retrocedí dejándola caer en el aire. Tragué grueso y él bajó la mirada―. Entiendo, yo no te agrado.

Abrí los ojos y negué con la cabeza tratando de explicarle, pero las palabras no me salían, las tenía atoradas en la garganta.

―¡Oye, muñequita!

Miré por sobre el hombro de Brice. Él se volvió. Carter venía en nuestra dirección. Me quedé inexpresiva. Se acercó a nosotros, ni siquiera le dirigió una mirada a Brice, solo pasó por su lado como si él no existiera.

―Oye, olvidaste esto ayer en aula doce, cuando estuvimos solos. ―Alargó su mano hacia mí entregándome mi gancho para el cabello en forma de corazón―. Supongo que se te cayó. ―Se encogió de hombros. Lo arranqué de su mano y lo guardé en mi bolsillo sin decir nada.

―¿Él es tu novio? ―preguntó Brice, mirándome con sus esmeraldas mientras apuntaba a Carter.

―Claro ―bufó Carter.

Pero Brice, por más que me duela decirlo, entendió mal. Metió sus manos en sus bolsillos y nos dio una sonrisa cálida a ambos.

―Ahora entiendo por qué tratabas de evitarme, tenías miedo de que tu novio pensara lo peor y... ―Miró a Carter―. Ya sabes.

Sabía que no quería meterse en problemas. Si yo era la

«novia» del psicópata las personas se me acercarían menos de lo que ya no lo hacían.

Yo trataba de decir algo, pero era oficial, me había quedado muda gracias a la presión de los nervios y al miedo de cagarla aún más.

―Pero tranquilo ―continuó Brice―, no pienso acercarme a tu chica. ―Se alejó, dejándonos con la visión de su linda sonrisa.

Y no sé qué me dolió más: que haya pensado que soy la chica de Carter o que le sea tan repugnante que no quiera acercarse a mí.

―No. Puede. Ser ―puntualicé para mí misma en voz alta.

―¿Qué pasa? ―preguntó Carter, completamente ajeno a mi situación.

―Pasa que lo ha malinterpretado todo, cree que tú y yo estamos juntos y... ¡no puedo con esto! ―Alcé mis manos en el aire.

―Y dicen que yo soy el psicópata.

Ataqué mi labio inferior con mis dientes de nuevo, tratando de tragarme un grito desesperado que salió como un gruñido.

―¿Todo bien, muñequita? ―me preguntó... con un tono amable. «Loco, loco, loco.»

―No me llames así, por eso es que Brice lo malinterpretó todo. ―En mi cabeza lo lamentaba una y otra vez.

―Lo siento, muñequita.

Lo miré furibunda, sabía que lo estaba haciendo apropósito.

―Eres un idiota ―le dije evidentemente molesta.

―Me han llamado de peores formas, muñequita. ―Ese apodo quemaba en mi cabeza.

―Te odio ―espeté, colgué mi mochila en mi hombro y pasé por su lado golpeando levemente su hombro.

Podía sentir sus pasos firmes siguiéndome y sus ojos examinándome mientras caminaba.

―Oye, ¿por qué? Yo no te odio ―comentó mientras me seguía.

―Has arruinado todo, de no ser por ti tal vez Brice y yo estuviéramos teniendo una animada conversación justo ahora.

―Por favor, si estabas que ni podías respirar, con la cara roja y las manos temblando. Me sorprende que no haya llamado a una ambulancia.

Por un lado era cierto lo que decía, por otro, no quería aceptarlo.

―¿Y no podías solo decir: «Ey, June, ten tu gancho de pelo, se te cayó ayer. Adiós»? ―bullí con furia en mi tono de voz―. Nooo, tú tenías que llamarme muñequita y venir a decir algo que cualquiera podría tomar como que estuvimos fornicando en el aula doce.

La risa de Carter resonó en su pecho. No era burlona, no irónica, solo de gracia.

―Eres graciosa.

Me paré en seco cuando llegamos a la puerta de salida hacia el patio trasero. Brice, Lily y todos los del clan Si no eres rico ni bonito, no existes estaban allí. Las miradas se posaron en mí, esta vez sí tenía la atención de Brice.

Sentí la presencia de Carter detrás de mí. Él era mucho más alto que yo por lo que supuse que se había agachado para respirar en mi nuca. Sentí sus palabras como un viento que rosó mi mejilla, susurrando:

―No creo que sea tan malo, muñequita. ―Su aliento olía a tabaco, mezclado con una pizca de menta. Luego sentí sus labios posarse sobre mi mejilla izquierda.

Tragué grueso y cerré mis ojos avergonzada, todos los que estaban allí comenzaron a reír. La lesbiana y el psicópata, ¡llamen a la prensa! Sentí mis mejillas arder por segunda vez este día.

Mis ojos se ubicaron en Brice, me miraba con una media sonrisa, luego volvió su vista hacia su novia y la besó corto en los labios. Entre cerré mis ojos, pretendiendo que el sol me molestaba en la vista, cuando en realidad las que me molestaban eran las lágrimas que querían salir, pero yo no las dejaría, no lo haría en frente de Brice, eso sería más humillante que cualquier otra cosa.


TEDDY (vol. I, II y II)Where stories live. Discover now