𝓢 de Soulmates

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El gran día había llegado.

Temprano en la mañana del día siguiente, Jirō e Izuku estaban fuera de los dormitorios, tomando un té como desayuno. Sentados en la escalera con las tazas calentando las palmas de sus manos, la heroína adolescente intentaba calmar los nervios de su pequeño solecito.

— Ya estás seguro de lo que harás, Midobebe, no tienes porqué darle más vueltas al asunto. Solo mantente visible todo este día para que sea fácil que los chicos puedan acercarse y ya. —Procuraba que su tono fuera positivo y relajado.

— Es que no quiero lastimar a nadie.

El peliverde había estado lamentándose desde el día anterior, y la verdad ya nadie sabía qué hacer para consolarlo.
Si, la persona a la que le toca rechazar a otra también sufre esa decisión.

Le dió unas palmaditas en la espalda. Se levantaron y entraron para tomar sus mochilas y dirigirse a la academia.


·


La alarma natural del chico más explosivo ( literalmente ) de toda la U.A. le indicó que era hora de encarar el día. Ah, y poco después se acordó que debía hablar con su nerdo sobre algo que involucraba a ambos. Esa conversación que podía terminar muy bien ( en el mejor de los casos en un beso apasionado ) o muy mal ( en el peor de los casos seguía siendo el número 2 en la lista de Deku después de All Might ).

Parece que había gastado mucho tiempo pensando sobre las posibilidades mirando el techo de su pieza, porque para cuando chequeó el reloj de su teléfono, debía haber terminado de prepararse hacia 15 minutos.

Se dió una ducha rápida y se vistió a la velocidad de la luz. Estaba tan nervioso que le sudaban hasta las manos, y eso provocaban pequeñas explosiones casuales.
Se metió la carta ya de por sí arrugada haciéndola un bollo en el bolsillo del pantalón, y salió disparado al encuentro de su chico de ojos verdes.

En su carrera por los pasillos, lo divisó en un patio donde no había mucha gente. Aceleró. Al llegar paró abruptamente; todo mirando al suelo de la vergüenza.


·


Un ruido en la habitación de al lado despertó al enérgico pelirrojo.

Salió de la cama de un respingo, hizo toda su rutina de la mañana ( que consistía en ducharse, vestirse, agarrar su mochila, comer una tostada de camino a clases y todo con la duración de 5 minutos ) y partió.

Saludó a sus compañeros, dejó con un comportamiento ya ansioso sus cosas en el aula, y recorrió el colegio buscando a cierto niño que hacía que su corazón se acelere.

En cuanto lo vio solo en el patio, corrió hacia él. Tenía algo que decirle, algo en verdad importante... Tenía que decirlo todo. Tal vez no con palabras orales, pero con una carta. ¿Y la carta? Cierto, la tenía en la mano, no la había soltado desde que salió de su dormitorio por miedo a olvidarla o perderla.

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Shoto ya tenía todo preparado para comenzar ese día. La alarma sonó, pero de todas formas él no había podido pegar ojo en toda la noche. Y aún así, mientras se enlistaba, se sentía vigorizado.

Todo valía la pena si era para admitir las emociones tan nuevas y desconocidas que la luz que iluminaba sus días le provocaba.
Puede ser que desde que entendió que estaba enamorado había visto más películas románticas, si. Hasta puede que se haya vuelto un poco cursi. Pero todo sea por Midoriya.

Todo por él. Incluso si no corresponde mis sentimientos, pensaba Todoroki al subir las escaleras de su escuela que guiaban a un pasillo aún más largo y ancho que el anterior.

Fue entonces cuando, mediante unos ventanales enormes que cubrían básicamente toda la pared, notó una peculiar y familiar cabellera verde. Se mecía con el viento de la mañana, junto con unas pestañas que revoleteban cansadas sobre los orbes esmeralda de su portador.

La caminata había iniciado tranquila, paso a paso, sabiendo que los pies eventualmente lo llevarían a su destino. Pero tomando el control de su cuerpo, los pies comenzaron a ir más y más rápido, y sin darse cuenta, pasaba corriendo entre los alumnos que lo esquivaban para no chocarse con él.

Pronto llegaría junto a su chico. Pronto Midoriya sabría todo lo que se había estado guardando. Aquí ya no podía ocultarse atraves de papelitos ni notas.


·


Su llegada repentina y para nada delicada lo sobresaltó, pero se dió vuelta y miró la cara de los chicos que habían llegaron simultáneamente a su lado y parecían no percatarse de la presencia de los otros hasta que ya habían hablado.

Los tres estiraron sus brazos con una carta en mano que contenía todos sus más profundos sentimientos hacia el pecoso. Finalmente, puede recibir las cartas con unos remitentes muy conocidos.

— Por favor, acéptala! —Gritaron al unísono.

— Y-yo —Titubeó el peliverde—. Chicos, e-en realidad, a mí-a mí gusta...

La gente a su alrededor empezó a murmurar e Izuku sentía que se estaba ahogando al ser el centro de atención. Se ve en un par de horas: con un par de amistades menos y en la sala de castigo, por haber armado un revuelo en el patio.

Deja de sobrepensar todo.

Soltó un suspiro. Su cara probablemente estaría toda roja. No sé habría imaginado nunca que ellos eran los escritores de tales cartas. Su sonrojo crecía y crecía hasta convertirse en su tono de piel bajo la mirada de los tres muchachos.

No pudo evitarlo. Le daba mucha ilusión. ¿Recibir una carta de la persona que le gustaba? Nunca en su vida lo habría creído posible, así que su corazón le hacía creer que poco más y le agarraba taquicardia.

Debía decir las cosas como eran, aceptar amablemente cada carta, pero un impulso le hizo tomar la del chico que secretamente le gustaba. Al rozar sus dedos con el grueso papel se hizo real. Tomó la carta de Kirishima.

— ¿D-deku?

— Midoriya, tú...?

Mientras que los otros dos parecían tener mil preguntas que desencadenarian el doble de reclamos, Eijiro se había quedado en silencio, boquiabierto. Midoriya se encontró contemplando su rostro, ruborizado y queriendo formular alguna oración con sentido.

-—A mí- Lo siento, hacía tiempo que a mí me gustaba Kirishima-kun... —dice al fin.

Bajó la vista a la carta envuelta con decoraciones rojas. No vio la reacción de los demás, pero al volver a levantar la vista, ya no estaban allí y las respectivas cartas de cada uno estaban en el suelo. Las levantó y tímidamente miró al pelirrojo.

Lentamente, este había tomado lugar a centímetros de su cuerpo, y más lentamente aún, de inclinaba hacia su rostro, camino a sus...

— ¿Puedo? —preguntó Kirishima, avergonzado pero con toda la intención de hacer lo que desde un principio había querido hacer.

Izuku asintió levemente, gritando en su interior.

Sus labios se tocaron apenas un poco. Ninguno sabía dónde poner sus manos, pero a medida que pasaban los segundos, se iban relajando más, profundizando más el contacto de bocas. Las manos de Eijiro sostenían cuidadosamente a Midoriya de la cintura, y él a su vez lo rodeaba con ambos brazos todo lo que podía, como un pequeño koala.

Las cartas ya se encontraban en el piso de vuelta. Todo lo que importaba en ese momento era ese beso; que repelía dudas e inseguridades, expresaba más que cualquier palabra y revelaba el amor que se había estado desarrollando a lo largo de todo un año.

Cartas de conocidosHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin