Por el camino pensó en el chico con el que se había chocado. Realmente su altura era impresionante para los quince o dieciséis años que aparentaba. «Debe de ser un jugador de basket» pensó Leiko. Lo único bonito que podía sacar de aquel encuentro era que los ojos del chico sin nombre eran muy bonitos. Tenían un color caramelo muy brillante, aunque se dió cuenta de lo apagados que estaban. Leiko era una chica muy observadora y, aunque no conociera a la persona, era capaz de saber si se encontraba bien o no solo con mirarle con detenimiento, y a ese chico le pasaba algo.

Aunque no era problema suyo ya que lo más probable es que esa fuera la última vez que le vería en toda su vida.

Al llegar a casa no pudo hablar con nadie, su madre aún no había llegado del trabajo por lo que estaba completamente sola en casa. Aprovechando eso, cenó mirando su serie favorita en la televisión del salón, se cepilló los dientes mientras escuchaba su canción favorita del momento, preparó su mochila para el día siguiente y, sin siquiera revisar sus mensajes, se fue a dormir.

Soñó con aquello que más le apasionaba en el mundo: el patinaje artístico sobre hielo. Estaba sola, en una pista diez veces más grande que la que usaba a la hora de practicar, los focos la enfocaban solo a ella y se desplazaban por la pista al mismo tiempo que sus pies patinaban por el hielo al son de la música.

Un loop triple.

Un axel triple.

Un toe loop cuádruple.

El sueño era perfecto, Leiko incluso deseó por unos instantes no despertar de nuevo únicamente para continuar en esa pista de hielo para siempre. Pero una voz lejana que se escuchaba de fondo empezó a volverse cada vez más cercana, hasta que pudo sentirla casi al lado de su oreja.

—¡Despierta de una vez, Lei! —exclamó la voz justo al lado de la chica, quien se despertó completamente sobresaltada.

—¿A ti qué te pasa, Koshi? —preguntó cuando se dió cuenta quién era la persona que le gritaba. Se había relajado un poco al ver a su mejor amigo, aunque su corazón seguía latiendo desbocado por la impresión

—Daichi y yo llevamos quince minutos esperándote abajo, tu madre me dejó pasar para que te despertara —dijo con una sonrisa que intentaba ser inocente. Leiko conocía a Sugawara desde hacía solo un año, pero le conocía lo suficiente como para saber que esa sonrisa tenía de inocente lo mismo que ella de morena.

—Déjame dormir cinco minutos más Shi, estaba teniendo un sueño increíble —respondió tumbandose de nuevo en su cama y tapando su cabeza con la almohada.

—¡Vamos!

Koshi arrastró a Leiko hasta el baño para que la chica se preparara lo más rápido posible o llegarían tarde. Tras prepararse y antes de salir de casa, la chica cogió dos bollos que su madre le había dejado preparados en la cocina para poder desayunar algo de camino a la preparatoria. Durante el trayecto, Leiko, Koshi y Daichi hablaron sobre sus vacaciones y sobre el futuro del club de voleibol, preguntándose cuántos nuevos miembros llegarían ese año. Este iba a ser el último año de algunos de los miembros del club, y tenían como objetivo llegar a los Naciones después de años en los que el resto de escuelas se referían a ellos como «los cuervos que no pueden volar».

Al llegar al recinto de la Preparatoria Karasuno, todos los estudiantes fueron enviados a uno de los gimnasios. La ceremonia de inicio de curso fue igual de aburrida que todos los años bajo el punto de vista de Leiko, el director dio la bienvenida a todos los estudiantes nuevos del año y presentó a un par de profesores que se incorporarían ese año. Ninguno de esos maestros le daría clases a Leiko por lo que se dio el lujo de dejar de escuchar esa parte y el resto del discurso del director.

Las clases del primer día se pasaron volando ya que apenas hicieron nada, los maestros se presentaron y utilizaron la mayor parte de la clase en explicar los temas que tratarían ese trimestre. Rápidamente llegó la hora de los clubs y Leiko corrió a toda velocidad por los pasillos hasta llegar al gimnasio reservado para el club de voleibol masculino.

Poco a poco empezaron a llegar los miembros del club y cuando Kiyoko, la otra manager del club, entró en el gimnasio, Leiko se lanzó sobre ella para abrazarla.

—¿Cómo has estado? —preguntó la mayor con una gran sonrisa en su rostro. Tenía sus brazos envueltos alrededor de Leiko y dejaba que la chica escondiera su rostro en su pecho.

A pesar de la personalidad tan difícil que tenía Leiko a veces, ella era la única persona con la que Kiyoko se sentía realmente cómoda. Desde que el año pasado la chica entró al club de voleibol, la manager principal del equipo sonreía más y hablaba más seguido. Aunque solo con Leiko y algunas veces con sus compañeros de tercer año.

—¡Buenas! —exclamaron cuatro voces en diferentes tonos, algunos más animados que otros. Esas cuatro voces pertenecían a cuatro alumnos de primer año.

—¡Bienvenidos! —exclamó Daichi, el capitán del equipo, dirigiéndose hacia los cuatro chicos que había en la entrada.

Rápidamente Kiyoko y Leiko se dirigieron a donde se encontraba Daichi para darles la bienvenida a los posibles nuevos miembros. Leiko les observó bien uno por uno, había un chico un par de centímetros más alto que ella, pelirrojo, y con una sonrisa gigantesca, estaba asombrado por lo grande que era el gimnasio. Se presentó como Shoyo Hinata.

A su lado había otro chico no tan animado, más bien serio, de pelo oscuro. También observaba el gimnasio pero tenía pinta de estar juzgandolo como si fuera poca cosa. Se presentó como Tobio Kageyama. Aunque Leiko ya conocía a Tobio, no había hablado nunca con él pero sabía quien era, fueron a la misma escuela secundaria, Kitagawa Daiichi, y se habían visto muchas veces por los pasillos y en los entrenamientos de voleibol a los que Leiko asistía de vez en cuando para ver al que en ese momento era su pareja.

Junto a él había un tercer chico, de pelo marrón muy oscuro con reflejos verdes y que se le veía también muy feliz y animado por estar ahí, a Leiko le daba la impresión de que el chico se había quitado un peso de encima al entrar al gimnasio. Su nombre era Tadashi Yamaguchi.

Y junto a él había un chico muy alto, rubio, con gafas con una cara de muy pocos amigos pero que escondía una sonrisa bastante cínica e incluso aterradora.

—¿Tú? —exclamó la chica abriendo los ojos como platos y señalando al más alto. Kiyoko, Daichi y el resto del equipo la miraron sorprendida. Creía que no le volvería a ver nunca más, «qué cliché me está pareciendo esto» pensó.

—¿Le conoces? —susurró Kiyoko en el oído de Leiko, aunque no sirvió mucho ya que todos estaban atentos a la chica.

—Kei Tsukishima —se limitó a responder. Todos atendieron de nuevo al chico. Él agachó como saludo y miró de nuevo al frente. Luego fijó la mirada en Leiko—. Mucho gusto.

𝗜𝗖𝗘 ━━ kei tsukishimaWhere stories live. Discover now