No pensaba en otra cosa más que en Sarah, en lo que debía ser besarla o tenerla lo suficientemente cerca para oler su perfume. Era un tonto. No veía las cosas con claridad.
El peor error que pudo haber tomado fue declararse. De una manera muy... cursi, de hecho. Había comprado flores y se había encontrado con ella en un parque.

La manera en que describió lo que sentía fue tan ridícula e impresionante que sintió vergüenza ajena en cuánto terminó de hablar.

Sarah se había reído. Se rio y dijo que era tierno, pero que nadie jamás lo amaría o se enamoraría de él por la discapacidad que tenía. Que realmente se sentía halagada, pero que si decía que sí, sería por lástima y no por amor.
Oh, no se imaginan lo roto que tenía el corazón en ese momento. Lloró como nunca.

Lottie llegó a buscarlo unos cinco minutos después de tremenda charla incómoda, y se fue, probablemente, echando humo por las orejas.

—¿Esos eran tus amigos?

—Ya te dije que dejaron de ser mis amigos.

—Por eso dije "eran".

Louis supiró. No podía tratarla mal, al fin y al cabo ella no había hecho nada para que la tratase mal también.

—Sí, eran esos.

—Vaya pedazos de idiotas. ¿Por qué salías con ellos? Uno tiene más cara de falso que el otro.

—Pues yo no lo veía a eso.

—Louis.

—Ya. Lo siento —sonrió levemente—. Nunca me dí cuenta de eso, realmente.

—Cambiando de tema, ¿quién era el de la librería? Era guapo.

—No sé su nombre, intercambiamos dos palabras y ya —respondió, hablando más rápido de lo normal.

—Muy bien. Si tú lo dices...

[. . .]

Harry regresó a casa con la secuela de La ciudad de los fantasmas, aunque se encontraba más interesado en aquél chico que en el libro. Sí, le había gustado, y sí, le interesaba. Pero hasta ahí nomás.
Él no tenía amigos y Harry tampoco, por lo cuál, no tenía absolutamente nada de malo que quisiese acercarse a él.

Volviendo a casa, recibió una llamada de su madre.

—Harry.

—Hola, mamá.

¿Cómo estás? ¿En dónde estás?

—Regresando a casa.

¿Te encuentras bien?

—Sí —contestó, alargando la i. Señal de que Anne estaba exagerando demasiado.

Regreso a casa como a las seis, ¿sabes?

—Sí, como siempre. Entonces te veo luego.

Tu padre dice si puedes ir a comprar las cosas para la cena. Hay un... un frasco en mi habitación, en el cajón de mis carpetas negras. Toma todo lo que hay y... compra lo que quieras comer.

—¿Lo que yo quiera?

—Chocolate no.

—Mierda. Está bien, adiós mamá.

Colgó antes de que ella pudiera responderle y caminó apresurado a su casa. El supermercado cerraría en media hora (tenía el horario memorizado) y si quería llegar a tiempo, debía apurarse.
Ni bien llegó, dejó el libro sobre la mesa y corrió hacia la habitación. El frasco tenía algunos billetes, así que los tomó y de nuevo salió, camino al supermercado.

El Sol se había puesto increíblemente pesado. Por su nuca caía una gota de sudor y sus pasos poco a poco iban disminuyendo su velocidad. Sin embargo, llegó a tiempo. Entre tantas cosas terminó eligiendo ravioles de espinaca, una salsa de tomate, algo de carne, cebolla y algún que otro condimento picante. Era su comida favorita, pero muy pocas veces se daba el lujo de comerlo, ya que sus padres no son precisamente fan de las pastas.

Agarró un chocolate como postre, pagó todo y caminó de nuevo a su casa. Las personas que pasaban por su lado les sonreían amablemente y no podía creerlo. No había un día en su anterior ciudad en dónde sus vecinos no lo mirasen mal o hiciesen un comentario negativo sobre él, realmente odiaba a esas personas.

Pero todo acá era... felíz. No sabía si era bueno o le perturbaba terriblemente.

Es decir... no estaba acostumbrado a tanto cariño.

Pasó la tarde con su libro nuevo. Oh no, Harry lo había hecho de nuevo y no le quedaban más de cien páginas para terminar el libro. Se encontraba totalmente absorto, que incluso se sorprendió cuándo su madre entró a su cuarto. ¿Cuántas horas había estado leyendo?.

No hizo nada más que estar con su celular hasta que fue la hora de la cena. Sus padres se encontraban más callados de lo normal, y eso se le hacía extraño. El silencio era tenso, irrompible, y Harry moría de ganas por contarles del chico que había conocido esa tarde. Pero temía que si abría la boca, algo malo iba a suceder.

—Hazz, ¿te sientes cómodo aquí en Doncaster?

—Me estoy acostumbrando rápido. Es un lindo lugar —respondió. Pasó por su mente lo extraño que sería si ahora mismo le dijeran que volverían a Redditch sólo porque sí. No lo vendría mal, tampoco. Pero quería hacer amigos allí.

—Harry, tu madre y yo... hemos estado teniendo algunos problemas.

—Ajá...

—Vamos a tomarnos un tiempo, pero no te preocupes ni te sientas mal... No es tu culpa ni nada de eso, es decisión nuestra.

Harry no sabía cómo reaccionar, porque realmente saber que sus padres se separarían no le provoca nada. Ni siquiera tristeza. O al menos por ahora no lo sentía.

—Está bien... Si es lo mejor, entonces... está bien.

Por alguna razón, decidió que al día siguiente volvería a la librería sin falta.

[. . .]

Gracias por leer, los amo ♡

Mi adorable lector - [Larry]Where stories live. Discover now