18: Por culpa del vino

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Pero Kate seguía reticente.

—Y... ¿Qué tal si cuando regrese te traigo un bote de helado de fresa solo para ti? —añadió la madre, subiendo la oferta.

Tim sintió la mirada de odio que la niña le dirigía antes de ceder y decir:

—Bien... pero te diré algo.

La hija se acercó y susurró en el oído de su madre. Debra se rio, ambas miraron a Tim y volvieron a reírse, compartiendo alguna broma privada. Pero él estaba cada vez más nervioso, y después de que dejaran a Kate con los vecinos no pudo evitar preguntarle a Debra.

—¿Qué te dijo Kate?

—Que eras un fraude como asiático porque no sabes kung-fu —respondió la mujer, divertida.

Su sonrisa se le contagió a él. Aunque la niña lo odiara por ahora, no podía negar que era adorable.

***

A Debra le emocionaba la idea de ser ahora la maestra. Tal vez demasiado. Llegaron a la pista de patinaje, y mientras se ponían los patines, podía ver que Tim dudaba.

—¿Nervioso? —le preguntó.

—¿Por mantener el equilibrio en unos zapatos cuya suela es básicamente un cuchillo? No, para nada —respondió Tim con sarcasmo.

—Ven, no es tan difícil.

Debra se levantó y le ofreció la mano. Dieron unos pasos hasta la entrada de la pista, donde se quitaron los protectores de las cuchillas. Ella tenía mucho tiempo sin patinar, pero en cuanto tocó el hielo, pareció que lo había estado haciendo toda su vida. Era como andar en bicicleta. Tim, por otra parte...

—Debra... no puedo hacerlo —El pobre no se había soltado de la puerta a la pista, temeroso de caerse.

—Claro que puedes. Vamos, toma mi mano.

Le extendió la mano, con la suficiente distancia para obligarlo a abandonar la puerta. Una familia de cuatro estaban esperando a que Tim les cediera el paso, y se veían molestos.

El pobre tomó impulso y se aferró a su brazo como si de un salvavidas se tratase. No perdió el equilibrio por muy poco.

—¡Tim, vas a arrancarme el brazo! —protestó ella, aunque más bien le causaba gracia.

—Perdón... perdón. Es que sentía que me iba a...

Y como si lo estuviera augurando, Tim volvió a perder el equilibrio y ambos cayeron al hielo.

—Auch... —masculló Debra.

—¡Debra, lo siento, lo siento tanto! ¿Estás bien? —Tim se veía avergonzado, tenía las mejillas rojas como tomates.

—Calma, estoy bien. Estoy acostumbrada —dijo ella con calma.

Se levantó y le extendió ambas manos a Tim, quien después de dos intentos pudo volver a ponerse de pie.

—Ok, iremos con más calma esta vez, ¿sí?

—Bueno... —murmuró Tim, inseguro.

—Comencemos con lo más básico: cómo moverse —Oh, era tan divertido ser ahora la profesora—. La idea es que empujes con un pie y te deslices, ¿entiendes?

—Creo...

Debra entrelazó sus manos y empezó a patinar hacia atrás, remolcando a Tim mientras él trataba de mantener el equilibrio. Poco a poco comenzaba a tener más estabilidad, así que juzgó que era un buen momento para soltarle las manos.

Amor y Wasabi [TERMINADA]Where stories live. Discover now