• CAPÍTULO 43 •

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—Tú también me haces de mucha ayuda.
Tal vez no comprendas casi nada, pero eres una pieza importante en este juego de ajedrez. —Acaricia mi espalda—Por ley tienes a tu mando a más de miles de hombres que le sirven a tu padre. Por ley ellos te obedecerán en todo lo que les ordenes y se sacrificarán si así tú lo deseas.
Si tomas el liderazgo de la reina, ten por hecho que no sólo los tendrás a ellos, sino que también a los míos que besarán tus pies si hace falta.
Tu padre siempre te quiso dar poder, por eso estás conmigo. Tu padre siempre buscó que fueras más que una princesa; él quería que fueras una guerrera.

—Jamás entenderás el rencor que le cargo a mi padre.

—Tal vez no, pero lo intento. Tu padre no es una mala persona.

—Ya no quiero hablar de él.

—Bien. Haré lo que me pidas.

—Durmamos. Estoy exhausta.

—Preferiría llevarte a cenar.

—Dijiste que harías lo que te pidiera.

—Tienes razón.

Estiro mi cabeza para besarlo y él lo profundiza poniendo su mano en mi nuca para no dejarme ir.

Muy dentro de mi hubiera preferido que fuese un beso tranquilo. Pero a quién engaño. Jamás será un beso tranquilo si es con Ruggero.

No tarda ni dos segundos en morder mi labio inferior y meterme la lengua.

Me hace jadear. Eso lo incita a inclinarse sobre mi hasta que queda encima y empieza a pasar sus manos por todo mi cuerpo.

Estoy exhausta, pero jamás lo estaré cuando de placer se trata.
Sólo el pensar que nadie podrá disfrutar lo que es mío hace que sonría de felicidad.
Nadie podrá experimentar todos los orgasmos que me provoca este hombre. Nadie. Solo yo.

—¿Por qué sonríes?—se burla de mi y yo me río más.

—Eres mío —le digo y le contagio mi risa—Nadie puede acostarse contigo porque todo tú me perteneces.

—Que bueno que ya te hayas dado cuenta de que soy tuyo —besa mi cuello—Todo tuyo mi amor.

Lo hago rodar en la cama y lo hago caer. Me pongo a horcajadas y ambos entre risas comenzamos a tocarnos.

—¿Quieres jugar?

—Te escucho.

—Déjame dominarte.

—Eso nunca pasará Ruggero.

—Sólo por una vez. Déjame dominarte y hacerte las cosas que he estado pensando en hacerte.

—Bien.

—¿En serio?

—Pero con la única condición de que en la próxima me dejes dominar a mi y que estés a mi total disposición.

—Si ese es el pago que debo de dar a cambio de tu cuerpo, pues adelante.

Me sujetó bien de las piernas y del trasero y me levantó de la cama. Me dejó sobre un escritorio de la habitación y agresivamente rompió una prenda de ropa que tenía sobre ella.
Con ese pedazo de tela me hizo un nudo en las muñecas que me apretaba mucho pero no podía decir o hacer nada.

Los siguientes veinte minutos fue de puro Sexo agresivo por todas partes.
Sobre el escritorio, frente a la ventana, en el baño, recargada en la pared y por último en la cama.
No es que lo hayamos hecho muchas veces, es que él quería experimentar por todos lados y me castigaba al no dejarme llevar al orgasmo como quería.

Tú, Yo y El Mal Where stories live. Discover now