CAPITULO 8

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Damman/ Arabia Saudita.

Christopher.

Reviso la hora cuando la camioneta se estaciona, lo sucedido en Italia no tardará en expandirse entre la pirámide y por ello la Bratva tiene que volver a su territorio lo antes posible. Seguimos siendo minoría ante tantos clanes y toca idear en un sitio seguro.

—Vigilen los alrededores —demando seguido del consejero de la Bratva.

El tatuaje arde en mi piel, ya me las apañé para conseguir la dirección que busco y camino rápido mientras que con una leve seña le pido a los de atrás que se adelanten. Se toman la propiedad y me adentro en la casa donde Thomas Morgan explaya los ojos cuando me ve levantándose de inmediato.

El hermano de Alex Morgan es el dueño del Mortal Cage y me repara de arriba abajo en busca de una explicación.

—¿Qué demonios, Christopher?

—¿Dónde están mis hijos? —pregunto.

Me sigue reparando como si no creyera que soy yo y evalúo el lugar, pero solo hay una mujer secándose las manos con una toalla de cocina.

—¿Dónde se supone que estabas?

No le voy a dar explicaciones, me muevo a lo largo de la casa mientras me sigue haciendo preguntas que me enojan, estoy buscando algo y no lo estoy viendo. Sus hombres no dejan de apuntarle a los míos y les exijo que bajen las armas.

—¡¿Dónde están mis hijos?!

—¡Educandose! —espeta— ¿Qué esperabas? ¿Que los estuviera mimando como el pordiosero que les dejó la perra de tu mujer?

Cierro el puño volviéndome hacia él y...

—Yo lo llevo —se ofrece la sirvienta con acento español—. Están a dos cuadras.

Tengo poco tiempo y por ello bajo rápido seguido por los que me acompañan, están en una escuela militar y me abro paso mientras la mujer corre entre los pasillos deteniéndose frente al salón de clases lleno de niñas.

—Les dijimos que se había ido al cielo —no le pongo atención a lo que dice—, así que la llamaré primero...

La puerta se estrella cuando la abro entrando con el arma en la mano y la profesora se va contra la pared cuando ve la pistola. No tengo tiempo para reencuentros, así que tomo a la niña de melena negra que está frente a la mesa, sujeto su brazo y la saco sin tanta arandela.

—¡Oiga! —me grita la sirvienta de Thomas.

— ¿Dónde está el otro?

—¡¿Quiere escucharme?! —me regaña—¡Esa no es su hija!

Miro a la persona que no deja de llorar y la suelto de inmediato al ver que no es más que una mocosa corriente con pelo azabache. Volteo a ver a la mujer que me trajo y siento una punzada en las costillas al ver a la niña con cerquillo y ojos grises que tiene al lado, la cual me repara de arriba abajo mientras mi cerebro me recuerda el significado de su nombre.

—¡Te ibas a llevar a esa y no a mí! —me reclama con las manos en la cintura— Nani, no quiero que sea mi papá.

—¡¿Dónde mierda está Owen?! —sella los labios dándome la espalda.

—Ya la enojó.

Qué enojo ni qué carajos, desde bebé ha sido un fastidio y la tomo por las malas arrastrandola conmigo ignorando lo que dice mientras trato de buscar a su hermano.

—A él no le vas a agradar —se zafa yéndose corriendo no sé adónde y la sigo entre los pasillos exasperado.

Se adentró en un salón oscuro lleno de fotocopiadoras y la neura merma un poco con el niño que está detrás de una de ellas con la mirada baja. La misma punzada me vuelve a abarcar, la cual viene acompañada con un leve cosquilleo en la piel.

DESEO,  (BORRADOR)Where stories live. Discover now