Relato 3: La Estrella más Brillante

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El mismo sueño venía a su mente una y otra vez. Ella estaba afuera de su casa, recostada en el césped de su patio trasero, viendo el cielo nocturno, iluminado por las estrellas. Ella recuerda a alguien, que estaba a su lado, pero no podía recordar quien era. La niña mira las estrellas fijamente, podría jurar que algunas se movían, pero no como estrellas fugaces, sino cual si fueran luciérnagas volando libremente... Pero eso era imposible, se decía a sí misma. Aún más loco era pensar que, esas estrellas estaban formando una figura, una forma conocida. Inmediatamente ella deja de prestar atención a las estrellas y comienza a escuchar una especie de zumbido, seguido de... —Búscame en el cielo nocturno... la estrella más brillante... Ahí estaré. — ¿Era su compañero? La persona atrás de ella la cual no podía entenderle ¿Quién era? ¿Qué estaba tratando de decirle? ¿Por qué al voltear de nuevo al cielo... las estrellas se volvieron totalmente rojas?

La niña despertó en aquel momento en su habitación, una humilde habitación rosa, con juguetes por todas partes e iluminada por la luz de la mañana proveniente de su ventana. La joven coneja se frotó los ojos y salió de su cama, con su pijama verde y sosteniendo un peluche amarillo entre brazos. Fue al baño a cepillarse los dientes, dejó al peluche en la cama y se dirigió a su armario para vestirse, colocándose una camisa blanca con un lazo celeste en su cuello, un vestido naranja, y zapatillas naranja y amarillas.

—Cream, cariño, el desayuno está listo. — Una dulce voz llegaba desde el pasillo, la madre de la niña la estaba llamando.

—Voy. — Ella estaba a punto de bajar, pero algo la detiene. Voltea hacia la cama, hacia su peluche. —Tranquilo, no me he olvidado de ti. Ven...— Tomó al peluche en brazos y bajó las escaleras hasta el comedor. Cream tomó asiento y su madre colocó unos panqueques en su plato, cubiertos con espesa miel y acompañados con jugo de naranja a un lado. —Mamá, no te olvides de TD, él también tiene hambre. — Decía mientras colocaba a su peluche al lado de ella.

La madre se reía un poco de la ocurrencia de su hija. —Creo que deberán compartir ustedes dos. — Y se retira a la cocina.

Cream toma un pedazo de panqueque en su tenedor y se lo acerca al muñeco. —Vamos, di, ahhhh... — Cream acercaba el trozo al hocico del muñeco, pero este evidentemente no podía comer, ni siquiera tenía boca. — ¿Por qué no comes? Antes te gustaban estos panqueques. Cada vez que venías a visitarnos podías comer unos quince... Espera ¿Qué estoy diciendo? — Cream se queda viendo por un momento el muñeco, con esos ojos redondos con pupilas negras. —Creo que mejor termino mi desayuno. — Ella termina de comer y lleva su plato y cubiertos al fregadero para limpiarlos.

Siendo un día despejado, Cream decide jugar un rato afuera hasta la hora del almuerzo. Tenía un balancín, en el cual colocó a su felpudo amigo en un extremo y ella en el otro. Pese a lo ligero que era el muñeco, no era difícil para Cream elevarse, sobre todo si se ayudaba con sus orejas para tomar vuelo. Luego jugó en su tobogán, primero deslizándose ella y luego poniendo al pequeño muñeco. De ahí fue a su columpio, que era un neumático grande con una cuerda, sujetado a un gran árbol. Cream colocó al muñeco en el columpio y comenzó a empujarlo para tomar vuelo. En ese momento, era el turno de Cream, bajó al muñeco y se colocó en la rueda... Aunque algo andaba mal. Ella no sabía columpiarse, pero recordaba jugar mucho en los columpios mientras alguien la empujaba... ¿Pero quién?

—Deja que te ayude...— En ese momento, Cream sintió unas manos tocando su espalda y empujándola en el columpio. Se sentía un poco desconcertada ¿De quién era esa voz? ¿Quién estaba con ella? Inmediatamente ella saltó del columpio y volteó para ver quien había... Nadie.

Cream solo volvió a su casa, decidió que se quedaría en su cuarto a leer un poco. Ella no iba a la escuela, estudiaba en su casa bajo la tutoría de su madre. Aun así, Cream no era un problema a la hora de aprender, solía estudiar incluso si su madre no se lo exigía y llevaban un buen ritmo en sus estudios. Pero... había veces que las cosas se ponían muy difíciles, incluso para su madre, de explicar a su hija, por lo que ambas recurrían a una persona, alguien que siempre estaba ahí para ayudar a Cream con sus deberes...

7 Días de Tails y CreamWhere stories live. Discover now