• CAPÍTULO 40 •

Comenzar desde el principio
                                    

—Gracias, Hermes. Muchas gracias por todo esto. No tenía idea si venir aquí era una buena idea pero no tenia otra opción y...

—Lo hago por ellos, no por ti. Lo hago por el único motivo de que tus hijos tienen mi apellido porque si tuvieran el de Smith o el de algún otro, me valdrías mierda —Smith es el apellido de Bratt—Te puedes quedar a dormir aquí. No hay habitaciones de invitados pero puedes quedarte en mi habitación con los niños y yo me quedo con mi novia en el sofá.

Valentina se remueve incómoda por su propuesta.

—No es posible, tengo el tiempo contado pero gracias por tu invitación.

—Mamá...—la aguda voz de un niño llama la atención de todos—Mamá, ¿ya no veremos a Brandon?

—Claro que sí mi amor. Lo volverás a ver cuando me vean a mi de vuelta y además papi ya dijo que hablaremos por videollamada en un par de días o meses.

—Quiero estar contigo y Brandon, mami. No quiero estar aquí.

—¿Quién es Brandon?—pregunta Hermes.

—Brandon Hill, mi actual pareja —¿acaso mi hermano acaba de fruncir el ceño? Otro golpe para mi amiga rubia.

—Tú no pierdes el tiempo.

—Hermes...

—No, no. Adelante. Se te hace tarde y te esta esperando.

—De hecho si. Me ha dado unas coordenadas para que pueda localizarlo.

—Que te vaya bien.

—Hermes...

—Niños, despídanse de su madre.

—¡No mami no te vayas! ¡Déjame ir contigo y papi Brandon!

—Brandon no es tu padre, yo si.

—¡Déjame ir con ustedes!—el niño lo ignora—Prometo no hacer ruido, si quieres deja a Apolo aquí pero llévame contigo.

Ruggero y yo nos queremos reír pero no lo hacemos.

Elena los abraza con fuerza y los tres se hunden en lágrimas. La única diferencia es el niño Apolo que llora en silencio.

—Me pondré en contacto con ustedes lo antes posible mis niños. Papi Brandon y yo nos protegeremos mutuamente; no le den problemas a papi Hermes...

—Yo soy su único padre, Elena. No les metas estúpidas ideas en la cabeza.

—Ellos necesitaban una figura paterna y Brandon fue el único que estuvo para ellos.

—Eso es porque me ocultaste la información, no hubiera ocurrido si no hubieras sido una maldita mentirosa.

—¡Hermes!—lo regaña mi madre.

Ellos siguen hablando. Yo dejo de poner atención cuando Ruggero me besa justo debajo de la oreja y después me susurra:

—Hermes la sigue queriendo.

—No creo —le respondo igual en un susurro—Es una maldita.

—No te lo estoy preguntando, te lo afirmo —suspira—Y no soy el único que me doy cuenta, también Valentina y por eso no habla. Hay una tensión, pero en esa tensión de enemistad también hay recuerdos.

—¿Los conociste cuando eran novios?

—No. Pero Bratt me platicaba como es que se tiraba a la novia de un wey que estaba muy enamorado.
Tampoco estuve en la venganza que le hicieron, pero me lo mostraron porque Dalton lo grabó.

Tú, Yo y El Mal Donde viven las historias. Descúbrelo ahora