ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 22

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Capítulo 22

Siempre me han dicho que las personas tienen dos caras, algo así como "Las dos caras de una moneda" o "Las dos caras de un billete". La realidad es que hay muchas más facetas. Es cierto que está esa cara que mostramos al mundo y esa otra que nos empeñamos en ocultar ante miradas ajenas, pero también está la que negamos, esa que en el fondo sabemos que existe pero barremos como un polvo indeseado bajo la alfombra. No la ocultamos ante los ojos ajenos, sino que la mirada más crítica intenta ignorarla, y esa mirada es la nuestra.

Una persona es un sin fin de caras y facetas sin descubrir, sin exponer. Somos volátiles tanto para nosotros como para el punto de vista externo ,y no es difícil comprender que nunca se conoce verdaderamente a alguien. Eso me lo demuestran las dos personas frente a mí. Los toqueteos y besos que hubiese preferido no presenciar, se repiten en mi cabeza nublándome la visión.

Doy un paso atrás. El crujir de los trozos de cerámica en el suelo desvían mi atención.

—Maia. —Es una súplica lo que me ofrece.

Yo necesito entender, pero no es mi vida y no debo inmiscuirme en ella.

—Maia.

Pestañeo cuando la otra persona se dirige a mí. Casi puedo sentir como los engranajes se mueven en mi cabeza y una sensación de asco me recorre el cuerpo.

—No entiendo.

—Te lo explicaré todo. —Susana me toma del brazo. Me alejo.

Me siento mal al ver sus ojos cargados de dolor y desvío la mirada.

—No es lo que piensas.

—Sé lo que vi.

Un suspiro rellena la habitación. Al levantar la vista, me encuentro con unos ojos verdes ahogados en lágrimas. Ninguna se esperaba que las encontraran en mitad de la madrugada, y yo no me esperaba lo que vi. Mi cerebro no para de repetir lo que ya sabe "Son hermanas". No hay forma en la que pueda organizar mis ideas cuando la madera cruje bajo el peso de Lillian. La miro con cautela. Mi atención queda fija en dos manos que se entrelazan.

Susana desvía la mirada, pero no suelta su agarre. En estos momentos quisiera ser una avestruz y ocultar la cabeza en un hoyo, hacer de cuenta que no sé nada y creo que esa es la mejor opción, por lo menos hasta que procese todo.

—Saben qué, olvídenlo. S-Sigan en lo suyo, yo... Me voy. —Intento irme lo más rápido posible, pero me toman del brazo.

Me quedo atónita cuando Susana me guía por los pasillos hasta llegar al patio, no pongo resistencia, siento mi cerebro entumecido. Cada paso que propina desprende desesperación e intento no tropezar. Empuja la puerta trasera. La frialdad de la noche acuchilla mis mejillas, ya no queda nada del día cálido del muelle. El clima aquí es tan confuso como esta situación.

Caminamos hasta los columpios traseros. La observo tomar asiento sobre uno. Esconde su cabeza entre las manos y aprieto las mías. Me quedo anclada a la superficie irregular sin saber qué hacer. La noche es espesa, mis piernas están siendo acribilladas por el frío, pero aún así tomo asiento a su lado. No hablaré primero, esperaré a que sea ella quien decida aclararlo todo. ¿Todos sabían esto? Lo dudo, Claire no mencionó nada, y los chicos no lo creo. Recuerdo cuando hablé con Débora aquella tarde en el patio.

Ellas son mi dupla favorita. —dijo.

¿Ella lo sabría?

—Comprendo que tienes muchas preguntas —La voz de Susana está amortiguada por la posición de sus manos. Solo alcanzo a asentir—. Lo primero que debes saber es que Lillian no es mi hermana.

Crayones para un ángel ✓Where stories live. Discover now