ᴄᴀᴘíᴛᴜʟᴏ 18

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Capítulo 18

Odio las noches en las que no tengo sueño y por más que me esfuerce no logro atraparlo. Me muevo incómoda en la cama. Como tengo el sueño ligero, abro los ojos despacio. Me adapto a la oscuridad y me siento sobre la cama. Miro a mi hermana que continúa dormida en su cuna. Dirijo mi atención a una parte de la habitación, los otros niños están dormidos en sus camas y no me pierdo la silueta de piernas extendidas que está en una esquina; últimamente está teniendo de estas noches y me preocupa.

Apoyo los pies en el suelo, hago una mueca cuando el frío me acuchilla las plantas. Tomo una de las sábanas y camino hasta él. Con cuidado me siento a su lado. Extiendo la tela y nos cubro a ambos. Apoyo la cabeza en su hombro.

—¿No puedes dormir? —susurro para no despertar a los demás.

—No.

Escucho como ahoga un sollozo e intento controlar los temblores de mis labios.

—Hace mucho no te ponías así.

—Laila me dio la noticia.

—¿La...la noticia? ¿A qué te refieres? —pregunto incorporándome.

—Aceptaron a Marie y Phillipe.

—Eso significa que...—la voz me tiembla aunque no quiera. Lágrimas silenciosas comienzan a resbalar por mis mejillas.

—Me van a adoptar.

—¡Me alegro muchísimo por ti! —exclamo por lo bajo, pero aunque intente evitarlo, la voz me sale un poco apagada. Me alegro de corazón, pero inevitablemente lo que acarrea eso llega a mi cabeza. Él se va.

—Laila me lo dijo esta mañana. Ya comenzaron los papeleos.

Su voz sale rota. Me apego más a él. Apoyo la cabeza en su hombro.

—Esa es una buena noticia. Tienes que ser feliz.

—Ustedes dos son mi familia, ángel. ¿Cómo las voy a dejar?

Me quedo en silencio. Los sollozos de ambos hacen un ligero eco en la habitación. Las lágrimas son mares que me ahogan, pero necesito estar feliz. Para mí, el que él lo alcance me llena el corazón. Lo merece, merece todo lo bueno que pueda sucederle, pero no puedo evitar que el corazón se me agriete ante la noticia de que ya no va a estar.

—No nos vas a dejar. Siempre estaremos aquí —pongo una mano sobre el lado izquierdo de su pecho—. No te librarás de mí tan fácil.

Me sorprendo cuando me envuelve en un abrazo. Lucas no es un niño efusivo, pasé tanto tiempo siendo quien daba los abrazos... y ahora no creo poder resistir uno suyo sin quebrarme. Quedo sumergida en él. Mis sollozos amortiguados contra su pecho. Me separo y beso una lágrima que rueda por su mejilla.

—Eres mi familia, Lucas.

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Juego con los crayones entre mis dedos. Estoy sentada en el piso de mi habitación, observando las hojas que Susana me facilitó esta mañana. Están blancas, pero pronto quedarán manchadas de recuerdos, sueños, promesas, y rastros ligeros de sonrisas. Apoyo la punta del crayón desgastado, los colores luchan por tomar vida y adueñarse del dibujo. Intento controlarlos porque esta vez soy yo quien lleva las riendas.

El Sol de la tarde se refleja en el suelo de madera dejando una estela de partículas de polvo. Introduzco la mano en el haz de luz interrumpiendo su curso, voy moviendo mis dedos, como si tuviese poder sobre ellas y la dirección de cada una dependiera de mí. Me encuentro en el piso, permitiendo que fluyan mis ideas y se mezclen con recuerdos. Eso me trae paz porque me recuerda a mí cuando pequeña; cuando era más fuerte de lo que soy ahora y, sobre todo, no era cobarde.

Crayones para un ángel ✓Where stories live. Discover now