Capítulo XIII

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—Gin.

—Hola amor, ya termine mi sesión. ¿Comiste?

—No todavía, tengo que revisar unos papeles.

—¿Compro algo y comemos juntos en tu oficina? Tardaría como media hora en llegar.

—Me gustaría. ¿Sushi?

—Sushi. Quiero que sepas que es la segunda vez en dos semanas que me regañan en el trabajo por tu culpa.

—¿Mi culpa?

—Tengo una marca poco disimulable en el escote, el de maquillaje puso el grito en el cielo cuando me puse el conjunto.

—¿Conjunto?

—Lencería, apropósito, la sesión fue en un local muy bonito que tienen y me sentí muy mal educada no comprando nada, así que me vi en la obligación de comprar unos cuantos bonitos conjuntos.

Harry tragó grueso.

—Que sacrificio ¿verdad?

Escucho la risa cantarina de la pelirroja.

—Volviendo al tema, tienes una manía con marcarme.

—¿te cubrieron la marca?

—Para las fotos, después me quite el maquillaje, amo nuestras marquitas, son bonitas.

—¿Nuestras marquitas?— repitió con ternura.

—Aja, creo recordar que tu espalda también sufrió consecuencias.

Harry sonrió al pensar en las uñas de la pelirroja arañándolo cuando llegaba al orgasmo.

—¿Conduces?— preguntó al oír el ruido.

—Si, te tengo en manos libres— aclaró. –estaré ahí en quince minutos. Te quiero.

—También yo.

Colgó y marcó por interno al escritorio de su secretaria.

—Romilda, Ginny va a venir, hazla pasar— escuchó a su secretaria asentir levemente molesta. Tenía esa actitud desde que le había dicho que Katie, la nueva secretaria, llegaría la próxima semana.

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Ginny tomó las cajitas donde venía el sushi y subió al ascensor. Sentía algunas miradas sobre ella, pero ignoró cualquier comentario malintencionado de algunas mujeres, que apostaría un dedo a que algunas vez habían fantaseado con ocupar el lugar que ella tenía, y sonrió amablemente a quienes la saludaron.

—Hola— saludó a Romilda— ¿Harry?

—El señor Potter me dijo que usted pasara a su oficina, ya sabe el camino— la pelirroja frunció levemente el ceño, pero camino y entró sin golpear.

Se quedo un segundo contemplando aquella vista. Harry estaba en su sillón, aquellos asientos de cuero grandes e imponentes destinados a los jefes, hablando por teléfono y sonrió cuando la vio entrar.

—Eso es todo, claro señor, adiós.

—¿Todo en orden?— preguntó, sentándose en su regazo.

—Todo perfecto, te extrañe— desprendió dos botones de su delicada camisa blanca, para descubrir el inicio de un sostén blanco de encaje y su marca.

—También yo, cinco horas es una eternidad— él rió suavemente, sintiendo como ella besaba su cuello, mientras él seguía acariciando el comienzo de su escote. —¿Sabes? Te ves realmente atractivo en tu fase de jefe, amo y señor— añadió con una sonrisa, mientras abría la cajita del sushi.

—¿Jefe, amo y señor?— repitió divertido.

—Si, todo poderoso y sexy— Harry le besó la espalda.

Terminaron de comer y Harry miró el reloj.

—¿Tienes que hacer algo?— preguntó.

—Ahora, atender a mi pelirroja, dentro de veinte minutos, hablar con un nuevo proveedor.

—¿soy tu pelirroja?— Ginny le mordió el labio mientras jugueteaba con el pelo de su nuca.

—Solamente mía y no voy a compartirte nunca con nadie— ella sonrió anchamente ante de besarlo.

—Si nunca vas a compartirme significa que estaremos siempre juntos— murmuró, derritiéndolo con su mirada chocolate.

—¿Por qué no?— Ginny le dio un suave beso.

—¿Casamiento, hijos?— Harry notó que ella palidecía levemente.

—En un futuro lejano todo podría ser, dentro de unos años, si seguimos juntos, llegará un momento en que querremos formar una familia, pero es demasiado pronto para si quiera hablar de eso— ella se relajó y sonrió.

—Tienes razón, pero no quiero que creas que tengo pánico al compromiso o algo así, solo no se en que punto yo estaría lista para dejarme ir.

—¿Dejarte ir?

—Mi vida, mi trabajo. Dejar mi individualidad para pasar a ser parte de una familia, de una casa, de tu vida y de la de nuestros hipotéticos hijos.

—Gin, en el caso de que llegaramos a ese punto, nunca te pediría que abandones nada, quizás mientras estuvieras embarazada porque no sería bueno para ti, pero te conocí así y no cambiaría nada de ti. Te quiero con tu independencia y eres preciosa así— miró como el rostro de Ginny se iluminaba con una sonrisa radiante, antes de besarlo con ganas.

Si había algo que Harry sabía, es que ninguna mujer arrasaba con él como Ginny. Ella era toda una leona; fuerte, feroz y apasionada.

—Señor Potter, el proveedor ya esta aquí— Romilda entró sin golpear, miró con envidia a Ginny en las piernas de Harry, acurrucada contra él.

—Debo volver a trabajar— se disculpo Harry, la pelirroja le dio un suave beso.

—Para la buena suerte— aclaró, volviendo a acomodarle la corbata y prendiéndose los dos botones que Harry había desprendido. —¿Te molesta si uso tu portátil?

—Claro que no, quédate todo lo que quieras y goza del sillón de jefa, ama y señora— Ginny rió, sentándose en el sillón de cuero y Harry le besó la mano antes de irse, mientras Romilda miraba con desdén desde la puerta.

Sonrió cuando prendió la portátil y el fondo de pantalla era Harry, quizás con unos veinte años, sentado en el sofá con Teddy, en ese entonces un bebé pequeño, en sus brazos y Zoe a su lado.

Se sorprendió a si misma por los minutos que paso admirando a Harry con el bebé en brazos.

Que bonito se vería un bebé de ojos verdes. 

Mi destino es ella.Where stories live. Discover now