Capítulo XXVII

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Harry se mordió por decimo tercera vez el lado interno de la mejilla, miestras Ginny esperaba a estar suficientemente dilatada como para empezar el parto.

—Estas mas nervioso que yo— reprochó Ginny, frunciendo el ceño.

—¡Claro que lo estoy! Al menos tu sabes que pasa ahí— señaló desesperadamente el prominente vientre.

—Si quieres vas a parir tú y te regalo la información.

—Yo también te amo— murmuró con sarcasmo cuando la pelirroja le hizo un gesto no muy bonito con el dedo medio.

—Harry, duele— presionó el botón para que viniera la enfermera y lo sostuvo hasta que su dedo casi se fundió en el botoncito rojo.

—Ya viene Gin, tranquila— se acercó y le besó la frente. —Recuerda esas clases de yoga raras, respira.

—¡No era yoga, eran ejercicios de parto!— el ojiverde intentó no mostrarse asustado por las repentinas iras de su mujer.

—De acuerdo, ejercicios de parto y estas de parto, respira.

—Estoy respirando Potter, si no lo hiciera tendrías un problema mucho mas grande.

—Me alegra saber que tu humor dulce y tierno sigue intacto— murmuró con ironía lo suficientemente bajo para que ella no lo oyera.

La enfermera, una agradable matrona de unos cincuenta años, llego con una sonrisa tranquilizadora.

—Ya estas lista pequeña— Ginny lloriqueó— he tenido cinco hijos y será el momento mas bonito de tu vida, solo necesita un esfuerzo de tu parte ¿si? Eso es, inhala y exhala lentamente. Te llevaremos a la sala de parto y te ayudaremos a traer a tu precioso bebé al mundo.

Ginny sonrió a pesar de su gesto de dolor y algunas lagrimas solitarias. Harry le tomó la mano.

—Eres valiente nena, estaré contigo siempre.

— ¿Entrará a la sala de parto?— preguntó la enfermera.

—Claro que entraré, no voy a alejarme de ella— salvo que se desmayara en pleno parto.

—Ya esta todo listo, ven cariño— la ayudo a sentarse en una silla de ruedas y los dirigió a ambos a la sala de parto. —Señor Potter, Ellie lo ayudara a prepararse mientras preparamos a la señora Potter— Harry protestó infantilmente pero la tal Ellie terminó por arrastrarlo hasta un pequeño sector donde lo hizo ponerse un traje verde desinfectado y solo entonces lo dejaron pasar.

—¿Como estas?— le acarició la melena pelirroja con ternura.

—He estado mejor— un grito le erizó el pelo de la nuca. Sabía que era duro para una mujer dar a luz, pero de ahí a ver a Ginny gritar de dolor había un trecho.

—Ya quiere salir, cariño mírame, debes respirar profundo y pujar cuando yo te diga ¿si?— Ginny asintió, una capa de sudor comenzaba a cubrir su frente— uno...dos...tres...puja— y otro grito.

—¡No tendremos ningún otro hijo, Potter!— rugió, mientras lloraba e intentaba doblarse en la camilla para aliviar el dolor.

—Sosténgala, señor Potter— como si fuera fácil.

Llantos, gritos, pujes, insultos y tres dedos rotos ocurrieron antes de que el llanto de un bebé inundara la sala.

—Es un hermoso varón— lo rodearon en una mantita y se lo tendieron a Harry que estaba paralizado.

Hace veinticuatro horas, aún podía ser a los ojos de la gente alguien solitario, pero ahora, en una pequeña sala de parto, tenía a su esposa y a su bebé recién nacido.

Acuno el pequeño bultito envuelto en sus brazos y corrió suavemente la mantita para encontrarse con el rostro mas hermoso que había visto en su vida, ¿podría escuchar la enfermera lo fuerte que latía su corazón? El bultito seguía llorando por lo que lo meció suavemente.

—Hola bebé, soy papá ¿sabes? eres precioso como tu madre— sintió sus mejillas humedas de lagrimas cuando el pequeño rodeó su dedo con su pequeña manito.

—Damelo, quiero verlo— Ginny estaba completamente agotada, pero su rostro se iluminó como nunca antes cuando tuvo en sus brazos al pequeñito— Hola cielo, te amamos tanto— apoyó sus labios en la cabecita.

—Señora Potter, debe darnos al bebé un momento para revisar que todo este bien y podamos limpiarlo y usted también pueda ir a su habitación.

—No quiero separarme de él.

—Tranquila, solo serán unos minutos, ¿qué tal si usted va a buscar algo de ropita para el niño?— indicó a Harry.

—Sí, si— se había olvidado por completo del batallón pelirrojo que estaba en la sala de espera.

—¿Cual es su nombre?— preguntó Ellie llenando un papel.

—James Sirius Potter.

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Ginny se sentía adormilada, mientras el pequeño bebé se alimentaba de su pecho. ¿Cómo podía amarse tanto y con tanta fuerza a una criatura tan pequeña? Un poquito de pelo castaño rojizo cubría su cabecita y un par de veces pudo observar los ojos, avellanas igual que los suyos.

—Les he dicho que vinieran más tarde, se que son tu familia, pero creo que tú y el bebé necesitan descansar un poco— anunció Harry, entrando en el cuarto— Zoe y Hermione me han dado el bolso que preparaste y...

—Harry ¿no es hermoso?— cortó, no había nada mas en el mundo que su perfecto bebé.

—Claro que lo es, con una madre como tú ¿qué otra cosa se podía esperar?— se acercó y acarició con dulzura a su esposa y su bebé. —¿sabes? además de un hijo precioso, me has dado algo que muchos hombres anhelan.

—¿Qué cosa?— preguntó distraídamente la pelirroja.

—Una fecha de aniversario que nunca voy a olvidar, el cumpleaños de mi hijo— Ginny soltó una risita sin poder evitarlo.

—¿Enserio te importa eso?

—Después de todos los insultos que recibí de tu parte, cualquier cosa que aleje tu ira de mi, me importa— Ginny puso los ojos en blanco.

—Al menos no te golpeé con nada, eso creo— agregó dudosa.

—Cariño, mi mano y mi oído no volverán a ser los mismos.

—Perdona que mi agobiante dolor le hiciera daño a tu delicada manito— Harry rió sin poder evitarlo.

James Sirius llenó su pequeño estomago antes de dormirse en brazos de Ginny.

—Es hora de que duerma y tu también— Harry tomó al bebé con suavidad, arrullándolo antes de dejarlo en su lugarcito para dormir.

—No me digas que hacer, dormiré si tengo ganas— aclaró Ginny testarudamente, antes de dar un bostezo.

—¿Y tienes ganas?— preguntó, observando cómo sus ojos se cerraban poco a poco.

—Muchas, la verdad.

—Te amo, pelirrojita.

—También yo.

Sus ojos esmeraldas no sabían que le gustaba más observar, si el sueño y los ruiditos que emitía su bebé, o la expresión tranquila y hermosa de Ginny al dormir... solo le quedaba algo claro, era malditamente afortunado.  

Mi destino es ella.Onde histórias criam vida. Descubra agora