Capítulo VIII

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Estoy libre.

Harry sonrió al leer el mensaje. Eran las diez, Zoe estaba terminando de comer helado, mientras él arropaba a Teddy.

—Papi, cuento— sonrió ante la exigencia del pequeñito. No se preocupo en tomarse su tiempo, le leyó Peter Pan y lo abrazó hasta que se quedo dormido. Salió del cuarto de paredes azules con cuidado de moverse en el mayor silencio, apagando la luz antes de arrimar la puerta.

—¿saldrás? — Zoe lo observó curiosa, con la cuchara revolviendo el helado sobrante y derretido, mientras lo veía ponerse el abrigo.—¿Chica misteriosa?

—Chica misteriosa— asintió.

—¿Vendrás a dormir?— él se encogió de hombros.

—Probablemente sí.

—Podrías entretenerte un poco con ella. – Harry negó con la cabeza, aquella niña tenía más de la desfachatez de Sirius de lo que ella misma sabía. A veces era difícil escucharla hablar y no pensar que era Sirius quien hablaba.

—Legalmente soy tu padre Zoe, no pretenderás que tenga esta conversación contigo.

—Me preocupa que nunca tengas conversaciones con nadie Harry, quizás soy legalmente tu hija pero en la realidad puedo ser tu amiga también, y no pretendo saber nada más, salvo quien es ella.

—Zoe, lo sabes, no es serio. Se me hace tarde.

La ojigris se levantó del sillón y lo abrazó.

—Te mereces a la mejor mujer del planeta, no espero menos.

Él le sonrió, devolviéndole el abrazo y se despidió.

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—¿Hola?— Ginny se sobresaltó— Lo siento, todavía tenía tus llaves y como no escuchaste la puerta, entré.

La recorrió con la mirada nervioso, Ginny se estaba cubriendo con una blusa sus piernas desnudas.

—Está bien no es problema ¿te voltearías?— Agradeció la sugerencia para esconder la vergüenza de su mirada, se dio vuelta mientras ella se ponía el pantaloncillo del pijama. –Listo.

¿Cómo aquello podía llamarse pijama? Un pijama era ropa cómoda y con agujeritos preparada para dormir. No un pequeño conjunto de seda color negro con encaje, definitivamente aquello no era lo que el consideraba un pijama.

—Estas hermosa— Ginny murmuró un gracias, un poco apabullada por la intensa mirada sobre su cuerpo menudo y pecoso.

—Eres tan tierno— se acercó para poder pasarle sus brazos por el cuello y besarlo. –hoy es un día en que me miraste mucho.

—Sí, eres algo que vale la pena mirar— estaba algo atontado por la imagen y los besos que seguía dándole con lentitud.

—¿Sí? ¿Te gusta mirarme?— la apretó por la cintura. –Tomo eso como un sí.

Se alejó un poco de la pelirroja para poder pensar con claridad y no con su cuerpo, le agobiaba como cerca de ella era más consciente de partes de él que hacía años se sentían dormidas.

—¿Qué tal la cena?

—Bien, no sé, es difícil hablar con Ron mientras come. ¿Sucedió algo que te tardaste? — se hizo un desprolijo moño en el pelo.

—Teddy quería que le leyera un cuento ¿hago chocolate? — sonrió.

—Sí, ¿Te gusta El profesional o Crueles Intenciones? — le mostró dos películas.

Mi destino es ella.Where stories live. Discover now