Capitulo II

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Ginny se despertó algo desorientada al no encontrarse en su casa, pero tardo solo unos segundos en recordar que ya no estaba en Francia. Miro el reloj, eran las ocho. No tenía que hacer nada en la hacer en la mañana por lo que se decidió a darse un largo y relajante baño, sabiendo que ya no podría volver a conciliar el sueño.

Le gustaba bañarse después de despertar, le daba energía para empezar el día y era una gran forma de quitarse por completo el día anterior.

Hoy tendría un gran día, pensó mientras se quitaba su fino camisolín de seda negro, recompensa por una producción de fotos para una marca francesa de lencería, vería a sus hermanos, sus padres y si tenía tiempo se daría una vuelta por la casa de Luna... ¡Luna estaba embarazada! Ese dato la volvió a sorprender como el día anterior.

Se miro en el espejo, sin ropa. ¿Cómo se vería ella embarazada? Nunca se había planteado formar una familia. Seria especial, quizás ser como su madre. Negó con la cabeza, metiéndose en el agua tibia, ella no tenía tiempo para esas cosas.

Se puso un sencillo vestido blanco y se recogió su melena pelirroja de manera desprolija. Se subió al lujoso auto que Marauders le había prestado durante su estancia en Londres y manejo camino a la casa de su infancia.

Tenía casi tres horas entre Londres y Ottery St. Catchpole, por lo que paro en el camino a comprar algunos dulces, un refresco y un mapa, no es que no supiera la ruta que debía seguir, pero solo por si acaso.

El joven que estaba en el mostrador de la gasolinera la miraba embelesado.

—¿E—eres tú?— ella sonrió divertida.

—Déjame adivinar, ¿tienes un poster con mi foto en tu cuarto?— él se sonrojo furiosamente— interpreto eso como un sí.

—¿Señorita Weasley? ¡Dios mío! ¡Todo un honor!— el hombre que se había acercado era unas dos o tres décadas mayor que ella.

—Gracias, no quisiera ser descortés pero llevo algo de prisa— la desilusión se plasmo en el rostro de los hombres, que la recorrían con la mirada— ¿Quieren unos autógrafos?— ofreció.

Cuando por fin salió de aquel lugar y volvió a la comodidad de su asiento de conductor, puso el casette de su música favorita en el estéreo del auto, para que los Beatles, David Bowie y Queen llenaran sus oídos.

Sonaba Yesterday, cuando no pudo evitar recordar momentos junto a su familia, junto a Fred.

Ya pronto serían dos años de la noche en que su hermano había muerto manejando aquella motocicleta. No es que lo hubiese superado, aun sentía esa furia mezclada con dolor al ver una motocicleta parecida a la de su hermano. Claro que George era quien mas había sufrido. Pensó en Fred y su sonrisa contagiosa, como extrañaba a su hermano. Nunca pensó que los dejaría tan pronto. ¿Quién espera perder a un hermano que ni siquiera ha cumplido los treinta? Pero así eran la vida y la muerte, jodidamente caprichosas.

Sonrió cuando Show must go on sonó, ¿sabría Freddie Mercury que lo estaba diciendo en el momento justo? Ella estaba a pocos kilómetros de su casa y el show debía continuar.

Decidió sorprenderlos, dudaba que sus padres supieran que ella estaba en Londres. El jardín estaba más hermoso de que recordaba, tanta paz y tanto verde... ¿Cuándo veía en París aquel estanque con ranas o esas mariposas revoloteando?

Tocó la puerta, esperaba no encontrar sola a su madre. Escuchó los pasos, con el característico sonido del caminar de su madre.

—¿En que pued...? Mi niña —Molly estaba muy sorprendida, antes de que la pelirrojita pudiera saludarla, la envolvió en un abrazo.

—Hola mamá— le sonrió, su madre estaba igual que siempre.

—Oh cariño, estas tan hermosa ¿te veo más delgada? ¡Ginevra, no quiero que con ese trabajo tuyo comiences a bajar a de peso!—Rodó los ojos.

—Estoy igual que siempre mamá, ¿merendamos en el jardín? He conducido tres horas para llegar— pidió.

—Claro que si, ve a saludar a tu padre, está en el cobertizo con sus cosas— si había algo que le gustaba, era que en su casa todo era siempre igual. Su padre en el cobertizo reparando cosas... recordaba, que cuando era pequeña, le había regalado una cajita de música que había reparado para ella.

—¿Adivina quien vino a verte?— exclamo, entrando en el viejo cobertizo.

—¡Ginny!— su padre la abrazo tan fuerte como su madre— te hemos extrañado tanto, ¿tu madre ya te reclamo que comes mal?— Ginny asintió divertida, era costumbre de Molly siempre pensar que sus hijos estaban desnutridos.

—¿Cómo es que estas aquí?— preguntó Molly encantada, mientras ponía los vasos de zumo de calabaza y unas galletas sobre la mesita en el jardín.

—Lamento no venir mas seguido— los miro con disculpa— estoy haciendo un trabajo en Londres, para una compañía de autos.

—¿Y como te tratan? ¿todos te respetan? Vaya a saber quien lo que les hacen a algunas jovencitas como tú en ese ambiente.

—Ese ambiente es seguro si te mantienes alejado de las cosas malas, cosas que por cierto están a la vuelta de la esquina para cualquiera, no solo para las celebridades— aclaró— me tratan bien, Oliver se ocupa de que me respeten.

—¿Oliver?— pregunto Arthur.

—Oliver Wood, es mi representante papá... es mi amigo y me ayuda con cosas que no entiendo como contratos y esos asuntos, se encarga de que nadie me estafe y de conseguirme trabajo.

—¿Solo eso?— indagó Molly, Ginny frunció el ceño— no me mires así cariño, ya tienes 22 años, podrías comenzar a pensar en una pareja estable.

—Exacto, tengo 22 años, una carrera y una vida por delante ¿Por qué estropearlo casándome?— ella amaba a su madre, pero esos pensamientos de dos siglos atrás la exasperaban de sobremanera.

—Casarse no es malo, consigues estabilidad, amor, familia y podrías ser...

—¿Cómo tú? ¿Tejer y limpiar toda la vida mientras esperabas mirando la puerta a que papá llegue? No quiero eso para mi vida— Molly la miró herida y Arthur se levanto de su asiento.

—¡Ginevra! ¡Pídele disculpas a tu madre!— la pelirroja los miro enojada, ahora recordaba porque se había marchado.

—¿Por qué? Es ella la que insulta mi modo de vida. Soy modelo, eso no me convierte en anoréxica, ni en alcohólica ni en ninguna cosa que pase por su cabeza.

—Yo solo quiero cuidarte, un hijo mío perdió la vida, no quisiera que ninguno de los otros arruine la suya— la culpa le retorció el estomago.

—Mamá...— suspiro— has sido una gran madre, pero esto— señalo a su alrededor— no es para mí, lo siento.

Se levantó y fue camino a su auto, tres malditas horas tiradas a la basura. Ella amaba a sus padres con todo su corazón, tanto como a sus hermanos, pero detestaba que solo por ser mujer creyeran que estaba destinada a la cocina.

Volvió a la carretera, frustrada, cansada y con dolor de cabeza.

Estaba oscuro cuando llego a Londres, era bastante molesto el clima gris que siempre había en la ciudad. No había almorzado y tenía ganas de comer una buena comida.

Se bajo en el único restorant que conocía, un lugar de comida rápida a cinco calles de la empresa. Demonios, tenía demasiado frío, maldijo no haber tomado una chaqueta antes de salir.

—Mierda, ¿no puedes fijarte por donde vas?— una persona la había chocado, tirándola al suelo. Por el aroma a colonia supo que había sido un hombre.

—Lo sient... ¿Ginny?— cuando se levantó se topo con unos ojos esmeralda que la miraban con curiosidad.

—Señor Potter...

Mi destino es ella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora